martes, 21 de mayo de 2019


Mujeres en Mayo

Las Amadas Invisibles

 

Me estremecieron mujeres que la historia anotó entre laureles y otras desconocidas, gigantes que no hay libro que las aguante
SILVIO RODRIGUEZ


Por Alberto Carbone 

Dónde estaban las mujeres ese día?

Si no participaron del Cabildo Abierto del 22 de Mayo. Si no acompañaron armadas al Batallón de Patricios, o amontonadas resistieron las inclemencias del tiempo la noche del 24 hasta el amanecer del otro día. Acaso querían saber de qué se trataba?.

Para empezar deberemos reconocer que la historiografía liberal, la que nos han inculcado desde que Mitre decidió transformarse en escritor para preservar para la posteridad la justificación de sus actos, no menciona a las mujeres más que como acompañantes en sombras de sus respectivos maridos.

Nos queda de esa historiografía los apuntes cuidados y tenues sobre la historia de Mariquita Sánchez, mujer que desde los catorce años torció la orden paterna de casarse con un anciano, enamorada como estaba de su primo Martín Thompson, amor consumado como la Ley manda por autorización a regañadientes del entonces Virrey Sobremonte, cuatro años después de iniciada su lucha.

Sin embargo hubo otras muchas mujeres de corazón erguido y elevada convicción, que se aventuraron a los hechos de Mayo con decisión e impronta de valientes.

Cuentan que cuando todavía un extraviado Cornelio Saavedra dudaba respecto de apoyar la conjura contra el poder virreinal, fue la propia esposa de Nicolás Rodríguez Peña, Casilda Igarzábal quien se apersonó a la casa particular del futuro Presidente juntista para intimarlo a participar en las reuniones que Belgrano y su primo Castelli organizaban en la casa de ella, actual Plaza Rodríguez Peña en avenida Callao al 900.

El caso también digno de mención es el de la Sra de Juan José Viamonte, Bernardina Chavarría, quien reunió dinero entre las “damas de la sociedad” para la campaña de promoción de la Primera Junta hacia el interior del país.

Debemos destacar la dolorosa participación de la esposa del ilustre Mariano Moreno, recordemos a la joven mujer María Guadalupe Cuenca, la que embarazada ve zarpar a su esposo hacia el exilio obligado y no cesará de enviar amorosas cartas que le llegaban a su adorado abogado y periodista en pleno viaje incluyendo pormenorizadamente las actitudes políticas desopilantes que tomaban Saavedra y su esposa, “si también su esposa” vilipendiando la figura y obra del fundador de la Gazeta.

Pero la actitud valiente de aquellas mujeres de fuego podemos mencionarla desde 1806. Recordemos la heroica participación contra las Invasiones Inglesas que le cupo a Manuela Pedraza, combatiendo en las calles junto a su marido y capaz de darle muerte al soldado que lo asesina ante sus ojos y seguir luchando sin pausa.

La historia real nos menciona también la inteligencia de Martina Céspedes y sus tres hijas en época de la Segunda Invasión Inglesa de 1807, quien prometiendo aguardiente a los invasores, apresó uno a uno hasta doce de ellos, obteniendo posteriormente de parte de Santiago de Liniers el cargo sargento mayor.

Si de esa época anterior a la Revolución de Mayo tratamos, es importante destacar la actitud despojada y convencida de María Ana Perichon de Vandeuil de O'Gorman amante y seguidora del entonces Virrey Santiago de Liniers, primer caudillo del Río de la Plata, posteriormente, su nieta Camila dará abundantes razones que demuestren el carácter decidido y tenaz de aquellas mujeres.

Pero también existieron guerreras de armas tomar.

Mujeres que pelearon codo a codo con los hombres por la libertad de los pueblos. Entre ellas podemos citar a María Remedios del Valle, una negra muy pobre, soldado raso como su marido, que lo vio morir en acción junto con sus hijos.

O el caso de la dama salteña Juana Moro de López, que entregó su cuerpo para seducir a los realistas como estrategia de espionaje.

Pero sobre todo, el caso imborrable de Doña Juana Azurduy, ejemplo paradigmático del valor y la lucha.

Peleó por la libertad con su amor de toda la vida, Manuel Ascensio Padilla, y cuando este murió por las balas enemigas, jamás bajó las banderas de la Patria, levantadas en la sublevación de Chuquisaca el 25 de Mayo de 1809, un año antes de los sucesos porteños.

El general Manuel Belgrano, que la viera pelear le donó su espada. El gobierno de Buenos Aires la ascendió a Teniente Coronela, Cuarenta años después de sus aprontes guerrilleros, murió sola y olvidada, habiendo dado la vida de su esposo y de sus cuatro hijos a la causa.

Que este homenaje incompleto y humilde, lleve el recuerdo de una pasión incandescente y única. El reconocimiento auténtico y permanente a nuestras mujeres, verdaderas “Madres de la Patria de Mayo”