miércoles, 5 de mayo de 2021

 

La Niña de Fuego

Alberto Carbone

 

 

 

 

 

La luna te besa tus lágrimas puras, 

como una promesa de buena ventura.
La Niña de Fuego te llama la gente

y te están dejando que mueras de sed

 

 

 

La Mujer en la Historia.

En plena conmemoración de un nuevo año del nacimiento de una figura histórica relevante, todavía en nuestra época aparece como significativo que estemos reseñando la vida de una mujer.

Sucede que rara vez la historia de la humanidad, con sus blancos y negros, con sus avances y retrocesos, se encarga de ubicarlas en los primeros planos del acontecer, de las decisiones, de las resoluciones más importantes.

Está instalado en el sentido común para la generalidad de los mortales, que la historia, constituida por los acontecimientos cimentados a partir del sufrimiento y la lucha, a través del dolor y la sangre, a partir de los pensamientos y la praxis, la hacen sólo los hombres.

Las mujeres, en el mejor de los casos, son convidadas al disfrute de un mísero coprotagónico, acompañando, acomodándose al lado de quien se yergue como la figura estelar, el centro iluminado de los sucesos, el mágico hacedor que todo lo transforma a partir de su esfuerzo viril.

El hombre tampoco dejaba que la mujer se acomodase al devenir, en general se caracterizaba por no permitir su participación, en el mayor de los casos aún, impidiéndola.

 

Evita de Los Toldos

Esta niña que nació en los Toldos un 7 de mayo de 1919, aunque nadie lo aventurara, parecía predestinada a otras prácticas, a otras vivencias articuladoras de inesperadas epopeyas.

Resultó más bien, que la joven Evita, no era una niña común. A su propio y lógico deseo de progreso intelectual y material, de la mano de su vocación artística, le apareció como de un rayo, una incipiente pero pertinaz intuición relacionada con la actividad social.

Los seres humanos somos hijos de nuestros propios avatares. El caso de Evita es paradigmático. Había padecido toda su vida y seguía padeciendo, aquel incontenible despropósito, ese injusto axioma que consigna desde tiempos inmemoriales, que el mundo femenino no es otro que el íntimo, simple y pequeño claustro hogareño, que reduce el hábitat de una mujer a un universo infinitamente minúsculo.

En virtud de este axioma y paulatinamente, Evita presintió que la mujer debería esforzarse por ocupar un rol preponderante en la historia nacional y necesitó de su acción, para que sirviese como motor generador de cambios sociales que progresivamente eliminasen injusticias congénitas.

 

Evita “Esa Mujer”

Con el correr del tiempo y habiéndose establecido como una figura pública, fue a través de su convicción, decidida e implacable, que en las elecciones del 11 de noviembre de 1951, el 63 % de las mujeres participantes, votaron por el partido peronista. A su vez fue el peronismo, el único partido político que llevó mujeres en sus listas.

 En 1953, por medio de la voluntariosa entrega personal que desplegaba  la Primera Dama argentina, 23 diputadas y 6 senadoras ocuparon sus bancas.

Esa mujer, despiadada y vengativa para sus opositores, dulce, comprensiva y luchadora amorosa, en pos de la dignidad social, para sus seguidores, mantendrá viva la constante contradicción de intereses entre pueblo y oligarquía, tensión real y permanente, que hoy denominamos “grieta” y que se evidencia dentro de la realidad que viven los países periféricos, desde que el sistema capitalista mundial, se hubo consolidado definitivamente, después del triunfo de las sucesivas Revoluciones Industriales europeas.

 

Evita. “Perfil de Patria”.

Qué difícil es hablar de la Patria figurativamente, insertando ese concepto en la esencia de un ser humano de tal forma, que el individuo lo sintetice a partir de su presencia. Pero, si usted me permite sinceramente, me animo a decirle que no parece tan descabellado que sea el caso puntual de Eva Duarte, porque toda su vida, sus sinsabores, sus esfuerzos y sus alegrías, fueron y son definitivamente identificados a través de los avatares políticos, los que sucesivamente fuera experimentando en el transcurso de seis años consecutivos de su vida personal.

Evita irradió con su imagen y su acción un perfil de la Patria que nacía diversa, que comprendía aún a regañadientes que existía un amplio sector social negado a través de los tiempos, que surgía a fuerza de salvaje intemperie “un subsuelo de Patria profunda” que reclamaba por hacerse reconocer vivo y además que se negaba a morir.

Esa mujer, tierna e indómita a la vez, ya se asomaba en Los Toldos cuando apenas era la pequeña Evita.

Sus hermanas, a partir de sendas elucubraciones volcadas en trabajos bibliográficos, lo hicieron saber a quienes quisieron enterarse.

También los hombres y las mujeres que la conocieron, aquellos con quienes trabajó, de a poco y cotidianamente fueron aprendiendo con ella que la diversidad cultural era un paisaje natural en nuestra Argentina.

Que la injusticia social era una herencia centenaria que postergaba a las grandes mayorías.

Que el corazón sangrante de millones de seres era un calvario infinito y congénito, causal de dolores mayores para las generaciones sucesivas.

 

Evita. Tenacidad de Fuego.

Todos aprendieron con Evita, la joven niña de la tenacidad de fuego, que cuando mujer, como una estrella fugaz, marcó para siempre el cielo de la Argentina. Aprendieron que la Patria existe en los rostros de quienes cotidianamente entregan su esfuerzo por ponerla de pie y sostenerla en andas.

En estos tiempos que corren, tumultuosos, arbitrarios, salvajemente inexplicables, la Nación se yergue siempre a pesar de los vaivenes, aún a costa de quienes son capaces de las peores injurias o de los más salvajes atropellos, la Patria existe muy a pesar de aquellos que la definen minúscula, representativa de las minorías, de intereses personales o de sector.

La Patria, la Nación de Evita, no nació en Los Toldos hace poco más de cien años, mejor digamos que allí nació una estrella fugaz, perseverante, que le advirtió al mundo que la Argentina era mucho más que el país de los dueños de las vacas, era la Patria cultural multifacética, variopinta, inmigrante y aborigen, construida con el esfuerzo de una multitud, que se negaba y aún se niega a ser humillada.