lunes, 6 de marzo de 2023

 

Con la Pata en el Polo

Cuarteles  de Invierno

 


por Alberto Carbone

 

La región austral es compartida por dos países que racionalmente hubieran debido establecer entre ambos relaciones permanentes a través del tiempo. Tratamientos firmes, compartidos y previsibles, propios de aquellos que han convergido en preceptos similares fruto de un origen común.

Pero en cambio no es así. Nunca lo fue.

Porque la Argentina y Chile solamente comparten el macizo andino y la característica selecta, propiciatoria y singular de haberse constituido como República al calor de las apetencias de las elites respectivas, maniobra voluntariosa, interesada e interesante, que con el transcurso del tiempo y de la historia pergeñaron a fuerza de imposición, una legalidad constitucional establecida a su imagen y semejanza.

Los pueblos originarios, en cambio, convidados de piedra dentro de aquella novísima instalación constitutiva, fueron despojados primeros de su único valor intrínseco, caracterizado por la tierra y posteriormente sumidos en la esclavitud al servicio de los recientes, “sacrificados”, “valerosos” y “modernísimos” emergentes de la  ideología occidental y por supuesto, cristiana.

Así fue que año tras año y a costa del latrocinio, el despojo, la mutilación y el asesinato despiadado, el Cono Sur de América, se convirtió en el paraíso del “patriciado”.

Porque imagine usted, Señor, Señora, que si la elite se enarbola a sí misma encaramada como sublime poseedora de un vasto territorio ávido de ser explotado económicamente, deberá necesariamente garantizarse legalmente su heredad por los siglos de los siglos, sobre todo teniendo en cuenta que los infelices aborígenes, forzosos derrotados de una guerra no deseada, hubieron perdido todo derecho a reclamar por lo que había dejado de ser su propiedad natural y a pesar de los esfuerzos denodados y de las tribulaciones del liderazgo de los “patriotas” de sangre europea, no habían desaparecido totalmente, porque como supongo que usted se imaginará, a un pueblo no puede matárselo en su totalidad, aunque la siniestra pretensión sea ventilada y esforzadamente ambicionada en los hechos por la “gente de bien”.

De esa forma y con aquellos instrumentos violentos, deshonestos y tramposos que sembraron impostura y horror sobre la humanidad de los seres considerados como indeseados, la elite se constituyó en el “núcleo patricio”, toda vez que incorporó a su “patrimonio” el factor de producción tierra, esencial para aquella época, signada por la actividad extractiva de la economía.

A esta altura, usted se estará preguntando la razón del título de la nota.

Bueno estimados, es que en realidad los argentinos conocemos una Pata de Corazón Helado, como si se hubiera afincado en el mismo centro intrínseco del Polo Sur.

Casualmente o no tanto su nombre es Patricia.

Tengo la necesidad de que recuerde lo que le voy a contar sobre esta mujer “patricia” de nombre homónimo. Su corazón de hielo la ubica como descendiente de aquella elite que se preocupó “afanosamente” por escribir una Constitución Nacional que le garantizara la legalidad de sus apropiaciones.

Los ancestros de la Presidenta del PRO formalizaron a través del brazo ejecutor del ejército argentino su derecho a la posesión del territorio que iban arrancando a los indios.

Justificados en el accionar del gobierno chileno, que estaba ejecutando contemporáneamente la misma experiencia contra los mapuches, determinaron que el avance de Chile sobre el Sur andino constituiría un peligro para los reclamos soberanos de la Argentina.

Blandiendo aquel pretexto, la elite porteña financió el equipamiento de la Campaña al Desierto del entonces coronel Julio A, Roca y después del genocidio aborigen, perpetrado en sólo un año, los atribulados dispensadores de dinero para pertrechos militares se agenciaron en propiedad las vastas extensiones usurpadas a los “salvajes”.

La persecución y el asesinato de miles fue el gran objetivo que convalidó primero una República y luego convalidó el concepto de “Nación”, sobre la base de costumbres y valores que la propia elite instituyó como verdades reveladas y a tener en cuenta por los “connacionales”.

En la otra cara de la Cordillera aconteció una historia similar.

Porque de un lado y otro del macizo andino proliferaban y se afincaban los pueblos mapuches, denominados con nombres diversos, pero descendientes de la misma etnia.

En la actualidad, Patricia continúa y persiste en blandir las características de su “patriciado” y lo justifica en la inmensa labor de tantos años sirviendo a intereses de sectores económicos y políticos determinados. Comenzó su derrotero infiltrándose en organizaciones populares, denunciando y promoviendo la muerte, después andando el tiempo y despojada de su patética versión populista, promovió la desaparición y exterminio de aquellos a quienes consideraba desagradables, inquietantes y peligrosos a los intereses de la elite o del Departamento de Estado de los EE.UU.

Muy similar a los objetivos del coronel Roca, devenido en general por sus servicios, pero eso sí, con procedimientos más modernos y dentro de la ley, porque el voto de un conglomerado de gente, concedió el visto bueno a las acciones desembozadas de la buena para nada.

Por todo ello es que la Pata permanece congelada.

Fría y calculadora, reniega y aborrece a las mayorías.

Si no fuera que posee tan corta, escasa, diminuta capacidad intelectual, que podría definirla como el símil femenino de las incapacidades del abombado Presidente de la Nación en 2015, deberíamos compararla con la otrora y ahora extinta “Dama de Hierro” de Gran Bretaña.

Es tan burda, mediocre e ignorante la Pato, que la comparación con aquella mujer salvaje y despiadada, nuestra pobre y mediocre mujer local, que tiene nuestra nacionalidad sin merecerlo, la considera un halago.

Es el Corazón Helado de una infeliz predestinación. La de ser el instrumento de los intereses de quienes verdaderamente ejercen el poder económico y que harán uso de su persona hasta que determinen su caída o pérdida de interés social como propuesta política.

Ese día, llevará su ignorancia, su prepotencia, su escasa luminosidad, su pobre imagen de mujer, sus toneladas de dinero recibido por tantos favores dispensados, a cuarteles de invierno.