viernes, 7 de abril de 2023

 

Tengo





Alberto Carbone

 

Cuando me veo y toco yo, Juan sin Nada no más ayer, y hoy Juan con Todo,

 y hoy con todo, vuelvo los ojos, miro, me veo y toco

 y me pregunto cómo ha podido ser.

Nicolás Guillén

 

 

 

La tragedia que vive hoy el estamento más bajo de la sociedad argentina dejó de ser alarmante para convertirse en trágico.

Usted dirá posiblemente que el dramatismo de mi aseveración pretende imponer ribetes severos, problemáticos y hasta exagerados al análisis de la realidad.

Pero permítame decirle que no es así.

Porque una situación dramática posee en sí misma el anhelo y la esperanza de la redención.

La tragedia en cambio es gravosa para con su resolución e irreconciliable con alguna posibilidad de salvación.

La vida que sobrelleva el grueso de la población nacional trasunta visos elocuentes de gravedad insoslayable.

La pobreza se multiplica a raudales en todo el país, aún en la ciudad puerto, la más beneficiada por los dones de nuestra historia, y lo peor de esta promiscuidad es que se consolida palmariamente sin solución de continuidad, ante la mirada procaz y naturalizada de los transeúntes.

Es que un nutrido grupo de compatriotas se ha convencido de que la libertad es antónimo de populismo y asimila el primer concepto al de “libertarios” y el segundo al de Peronismo.

Los Medios seudo periodísticos hacen su agosto.

Focalizan en la idea de que cualquiera que emerja como candidato contra el poder popular debe ser acompañado por el voto.

Los transeúntes, que ignoran la historia, el pasado de sus ancestros, las causas que originaron su relativa condición social superior, compran ese precepto y votan en consecuencia.

Un intento de interpretación respecto de la causa de este proceder de la Clase Media, podría deberse a que la Argentina no posee en la actualidad memoria de haber padecido etapas de hambrunas terribles y coléricas.

Podría explicarse esta situación debido a que en comparación con el resto de Latinoamérica, nuestro país enfrentó inteligentemente aquel episodio clave del primer tercio del Siglo XX, cuando la llamada Gran Guerra del catorce fue sucedida por la quiebra de las finanzas en Wall Street.

Al desmoronamiento del Mercado Mundial que comenzó en 1914 y continuó después de 1918, le sucedió una explosión de júbilo sobredimensionada que exacerbó las inversiones, subestimó el alza de los activos de las empresas que cotizaban en la Bolsa de Nueva York y solo diez años después esa economía entusiasta y exaltada explotó como un gigante Zeppelín, como un tremebundo tsunami que llegó rápidamente a todas las costas.

Poco después, en nuestro país, derrocarían a Yrigoyen.


General Agustín P. Justo


Así fue. Don Hipólito era radical. Un Partido Político nacional que actualmente solo utiliza su nombre y que ha renunciado a todos los postulados de sus primeros líderes.

Inmediatamente después del primer gobierno “populista” se sucedieron los gobiernos de la denominada Década Infame.

Eran liberales casualmente, como se hacen denominar coléricamente algunos políticos contemporáneos.

Después del interinato militar del general Uriburu, accedió a la Casa Rosada el general ingeniero Agustín Pedro Justo. Firmes representantes del Poder económico local, tanto que su vicepresidente se llamó Julio A. Roca, “Julito”, porque era el hijo de su padre homónimo, conquistador del desierto, en la famosa “campaña del año 1879”.

En el cargo de ministro de Economía estuvo asignado el Dr. Federico Pinedo, abuelo del actual senador, también homónimo del economista.

Ministro de Economía Federico Pinedo


El hambre se enseñoreaba.

Ingresaba abruptamente en todas las casa de los pobres, tanto en las de los hijos y nietos de los naturales americanos como en los hogares de los hijos de los inmigrantes europeos.

La crisis no se compadecía de nadie. Mortificaba a los más humildes, entumecidos alrededor del desamparo y solamente atenuaba los caprichos del reducido sector social dueño del Poder de la renta del territorio.

El ministro de Economía entonces evaluó la situación y elaboró su estrategia.

La obra pública se incentivó y se promovió y patrocinó que el sector nacional poseedor de Capital, invirtiera en establecer industrias urbanas enfocadas en el ejercicio denominado como “sustitución de importaciones”.

Pinedo proclamó al país su Proyecto diciendo:

“Este programa persistirá hasta que la gran rueda del Capitalismo mundial, dentro del cual nosotros somos un simple engranaje, vuelva a ponerse en marcha”.

Los liberales auténticos, pensantes, calculadores, hábiles políticos, advirtieron que podría sobrevenir alguna explosión social en medio de la pandemia financiera y la evitaron.

Los actuales liberales auto postulados como tales, ignorantes, incapaces, limitados, sin ninguna otra preparación que la de esmerarse en aparecer en los Medios afines para acceder a un cargo político, se auto titulan liberales pero están vacíos de contenido. Singularmente parecido a la actitud de quienes se denominan radicales y no oyeron jamás  hablar siquiera de Leandro N. Alem.

Mientras tanto, vamos camino a una prueba de hierro.

Si los conservadores recuperaran el Poder político por medio de los votos, no dude usted, que se consolidará la tragedia. La generalización de la pobreza será unánime.

Por ello, quienes todavía ignoran estas consideraciones, deben comenzar a aprender que un pobre también es un ser humano, y que como tal tiene derecho a poseer dignamente la provisión de su sustento.

Porque “Tener” no significa elevarse sobre los demás fruto de una brutal desproporción de riqueza. “Tener” significa simplemente eso. El derecho a la vida. O en otras palabras, que cualquier hombre o mujer pueda decir: “Tengo lo que tenía que tener”.