jueves, 21 de diciembre de 2023

 

Estocolmo

 

El bobo miró a los ojos a su interlocutor. Presentía que algún comentario debería hacer al respecto.

Un día antes se habían congregado cientos de personas en diversos centros urbanos del país, para repudiar sus decisiones de índole política y económica, menos de veinticuatro horas después de los episodios, evidenciaba solamente un único justificativo como pretexto que le cabía en la boca.


Alguien de su núcleo más íntimo se lo había sugerido de buen grado como 

siempre lo hacen, pero eso sí, sin abandonar el frecuente tono imperativo.

“¡Esos manifestantes padecen del Síndrome de Estocolmo!”.

 Así le propusieron que se exprese. La frase le resultó conocida.

Pero no recordaba el episodio.

Se lo relataron concienzudamente. Creyó entender.

Pero usted sabe. Estimado lector, estimada lectora.

La definición del concepto de Historia no se resuelve a partir de la descripción de una mera sucesión de los hechos, sino a través de la interpretación de cada uno de esos acontecimientos.

Por ello tal vez, cuando le narraron al tarambana los sucesos acaecidos en Estocolmo, después de recordarle además donde está ubicada la ciudad de marras y de lo que trataba la situación, el bobo entonces, fue capaz de entender lo que creyó interpretar.

Tal vez fue por esa misma cuestión que comenzó a interesarse fuertemente en utilizar esa comparación.

Además, por lo pronto, a él se lo habían sugerido con esos mismos modos imperativos que en cada circunstancia habían utilizado para instruir al anterior bobo consuetudinario, al abombado de título universitario comprado, al que le hicieron justificar el suicidio nacional que significó el préstamo con el Fondo Monetario Internacional, como si se tratase de la adquisición de un beneficio para resolver el equilibrio de las cuentas internas.

Ahora resulta que el bobalicón actual, pretende desguazar el Estado para favorecer a esas mismas benditas cuentas económicas internas. Es así como se lo ordenaron.

Para justificar ese objetivo y parodiar la decisiva actitud de la multitudinaria manifestación, promovieron que utilizara la famosa metáfora del Síndrome de Estocolmo en contra de la oposición.

Pero como la Historia es nada más y nada menos que la particular interpretación de los hechos, me interesa aquí mismo que recordemos que este fenómeno paradójico acontecido en Suecia a expensas de lo que podríamos denominar un secuestro preventivo de varias personas por un delincuente cercado, prefiguró que una de las víctimas culminara desarrollando un fuerte vínculo afectivo con su captor, situación que desbarranca a partir de una determinada afección psicológica de quien se encontraba privada de su libertad.

En resumen, la victima motorizó un vínculo de dependencia sumiso hacia la persona que exteriorizó su facultad del poder, control y dominio de la fuerza.

Pero el bobo no sabe, no puede saber, no posee la facultad de advertir que la gente que se manifestó contra sus decisiones salvajes, políticas, económicas y sociales, no padece ningún Síndrome de Estocolmo, sólo manifiesta su dolor y preocupación respecto de una realidad que sabe que no merece y porque recuerda perfectamente los logros y beneficios que ha obtenido durante la “década ganada”, episodios que pueden contraponer perfectamente a los exabruptos lastimosos, impresentables, de aguda pobreza intelectual que enarbola sucesivamente el bochornoso gobierno actual.

Antes bien, me gustaría insistir en una distinción, en una importante diferencia, porque aventuro a interpretar que el Síndrome de Estocolmo se ha presentado en nuestra sociedad. Esta vicisitud se ha manifestado en realidad en el desenvolvimiento de una inmensa cantidad de incrédulos sufragantes, cuya necedad los condenó a la incapacidad de valorar la situación económica promovida por la etapa  Kirchnerista, inducidos por los Medios de Información Concentrados y por sus propias limitaciones personales, procurando entonces hacer tabla rasa sobre lo sucedido y decididamente promocionar su propio infortunio, votando en primer lugar al abombado con título de ingeniero y ahora al bobalicón réquete peludo que claramente es conducido por las narices por el centro de Poder económico y acepta esas órdenes para procurar la primarización de la economía argentina y retornar a la vieja instancia de país que poseíamos en la época del Centenario.

Por ello, nuestra mal llamada Clase Media permanece infectada con el Síndrome de Estocolmo.

¿Además quiere que le diga otra cosa?.

El más grave de los problemas es que si no se sana definitivamente, el cuerpo social de la Nación entero puede ser alcanzado por la misma malaria.

Una y otra vez observamos a los impresentables, incapaces, perseguidores de cargos sin proyecto político alguno, procurando formar parte de las Listas eleccionarias, así sea detrás de un abombado o de otro.

Nosotros, nos compadecemos por la Patria.

Porque el infortunio impuesto por retardados no lo merecen ni este país de abundantes posibilidades de crecimiento ni las nuevas generaciones que deberán migrar si el gobierno se sucede homologado por una inmensa constelación de mediocres e ignorantes.

Por ello es que seguimos repitiendo:

“Cosas Veredes Sancho que non Saperes”