miércoles, 20 de febrero de 2013

 
 
BATALLA de SALTA
Belgrano. El pintor de batallas
 Por Alberto Carbone
Hace 200 años se produjo la denominada Batalla de Salta. Como cada suceso acontecido, este hecho cobra relevancia histórica a través de la actitud de sus protagonistas y de las decisiones de los hombres de responsabilidad, que se hicieron cargo de sus acciones y de sus estrategias.
Manuel Belgrano, es el nombre propio, hacedor de aquella epopeya. Sobre
todo si tenemos en cuenta que tanto él como cada uno de los responsables
criollos a cargo de toda la experiencia bélica emancipadora, con excepción del Gral. San Martín, no estaban preparados técnicamente para conducirla.
El propio Manuel, narraría en sus memorias, respecto del sentimiento de improvisación que sentía al hacerse cargo de la máxima responsabilidad del ejército del Norte, sin siquiera saber cargar un fusil y haber probado puntería alguna vez.
Sin embargo, la altura moral de este hombre probará en más de una oportunidad la importancia que le cupo a su entereza y a su conducta en la hora de las más importantes decisiones.
La Batalla de Salta fue producto de lo sucedido casi un año antes, cuando Belgrano y su ejército pasaron por Tucumán, cumpliendo las órdenes de Buenos Aires, que les exigía el retorno. Allí, los tucumanos le solicitaron a Belgrano que no regresara al Río de la Plata, porque la provincia quedaría expuesta al avance realista.
Belgrano se quedó a luchar entonces y desobedeció a las autoridades porteñas.
Este acontecimiento, esta decisión, precipitó el gran triunfo patriota de Tucumán, la consolidación de Belgrano como gran líder patriota y la fuerza necesaria para atreverse a impedir que los españoles se quedaran con la provincia de Salta.
 
 
En el mes de enero de 1813, las huestes belgranianas avanzaron hacia Salta y una vez allí, asentados sobre el Río Pasaje, hoy denominado Juramento, sus soldados expresaron fidelidad a la Asamblea del año XIII y a la Bandera Azul y Blanca, con la que combatirían.
Del otro lado, frente a frente, estaba Pío Tristán con un ejército de miles de hombres. Gran conocedor de aquellos parajes, Tristán se creyó vencedor mucho antes de comenzar la batalla. Sobre una planicie despojada, calculada especialmente por don Manuel, sus soldados esperaron la llegada de los realistas. Se trataba de un emplazamiento muy cercano a la ciudad Capital de la provincia, que muy bien conocía un lugareño, de apellido Zaravia, en Salta muy común, quien acompañó al lugarteniente Eustóquio Díaz Vélez, mano derecha de Belgrano, para que con su regimiento de zambos y mulatos atacara por detrás a las filas enemigas. Al final, Pío Tristán, acorralado en las puertas de la ciudad, capituló.
Este triunfo marcó muy fuerte la figura del líder y la confianza de sus hombres. Miles de fusiles realistas pasaron a manos patriotas. España perdió más de cuatrocientas vidas, casi doscientos fueron heridos y más de dos mil quinientos hombres, sumada toda la oficialidad, como detenidos de guerra, cuestión que, como marcaba la costumbre de entonces, debían ser pasados por las armas.
Ante esta circunstancia, el Dr. Manuel Belgrano, el abogado devenido en militar, tomó una decisión muy personal que hoy sirve para caracterizar su templanza.
El general Belgrano dispuso que todos los hombres que juramentaran ante Dios no volver a tomar las armas contra el gobierno patrio, quedarían libres, podrían volver al Alto Perú y desde allí regresar a España.
Todos juraron respeto a las nuevas autoridades criollas que se habían levantado contra la Corona y fueron liberados.
Cierto es que algunos aducen que Belgrano y Pío Tristán se conocían de compartir juventud en España. Otros agregan que hasta habían estado enamorados de la misma mujer. Pero lo cierto y comprobable, es que aquellos españoles perdonados, fueron redimidos en Bolivia por el Obispo del Alto Perú, y posteriormente volvieron al combate contra los americanos.
Prueba final de este comentario es el desastre posterior en Vilcapugio y Ayohuma, las dos batallas que el ejército de Belgrano libraría en territorio boliviano.
Pero si hablamos de Salta, ¿usted podría preguntarse dónde estaba don Martín Miguel de Güemes?. El general salteño estaba en Buenos Aires, castigado por Belgrano al descubrir que vivía en concubinato con la mujer de otro oficial.
Esta estancia de Güemes en Buenos Aires, le permitiría al salteño conocer y trabar amistad con don José de San Martín, con quien posteriormente resolvería el dilema de la frontera norte del país conteniendo el avance enemigo, ayudando a la estrategia del “Padre de la Patria”.
Pero volviendo a la Batalla de Salta, podemos decir que definió por fin los límites de nuestro territorio nacional y dejó para la posteridad el reconocimiento de la moral y rectitud de un hombre que fue digno en la salud y en la enfermedad, y en cada una de las actividades en las cuales se desenvolvió y que injustamente, la historia argentina hasta ahora, sólo lo recordaba como el creador de la Bandera.
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