Un pacto para
vivir
Por Alberto
Carbone
Un pacto para vivir, odiándonos
sol a sol revolviendo más
en los restos de un amor,
con un camino recto, a la desesperación ¿desenlace? en un cuento de terror.
con un camino recto, a la desesperación ¿desenlace? en un cuento de terror.
Bersuit
Vergarabat
Podemos reflexionar respecto de los procedimientos que lleva
a cabo el actual gobierno. Algunos lo definen Neoliberal, otros prefieren el
mote de conservador, hay quienes se derrumban frente a las expectativas caídas,
porque le habían otorgado una cuota de esperanza.
Pensemos como pensemos, es cierto que nos encontramos
definitivamente en un grave problema.
Es que una de las consideraciones más falaces que hemos oído de
parte de esta administración, es la de haber supuesto que con su advenimiento
evitaban que nuestro país siguiera los pasos de Venezuela.
Algo de ello es cierto. Allí también existe una grieta. La
actualidad nos lo demuestra palmariamente. Existen dos orientaciones políticas
bien definidas, dos caminos disimiles que se chocan y ante los cuales es
difícil transitar.
Aquí también. En Argentina la “grieta” traduce dos modelos de
administración, dos rumbos que no pueden cohabitar.
Pero si la grieta existe en ambos países, qué evitó el
advenimiento de la administración “Macriana”?.
Piense. Recuerde. Las Organizaciones Obreras le reclamaban al
gobierno anterior dos temas específicos: el primero relacionado con la inmensa
cantidad de beneficios que obtenían los sectores más bajos de la sociedad,
traducidos en planes sociales, salubridad hospitalaria, educación, etc.
Proferían que se trataba de beneficios que conseguían una gran cantidad de
extranjeros, “hermanos latinoamericanos”, decían y “gente” del interior del
país, radicados en CABA y en el Gran Buenos Aires. El otro tema, específicamente
relacionado al “impuesto a las ganancias”, exhortaba al gobierno a que deponga
su actitud de incluir a la famosa “cuarta categoría” dentro del pago de ese
impuesto, en virtud de que incluía injustamente a gran cantidad de asalariados,
y resumían su exigencia con la famosa frase: “el salario no es ganancia”.
Usted lo recuerda, claro.
Bueno, ¿Qué hizo este gobierno con referencia a estos temas?.
Los mantuvo. ¡Siguen vigentes!. Con el agregado de que está
desfinanciando los hospitales públicos.
Usted se preguntará entonces: ¿Qué hacen los Medios de
Comunicación masiva, que hostigaron al gobierno anterior durante meses por
estos reclamos?.
¡Nada!. Si, usted lo sabe, nada. Se trató de una campaña de
convencimiento a las capas medias de la sociedad, en contra de la actitud de un
gobierno al que había que cuestionar y “cambiar”.
¿Se imagina lo que hubiera pasado con esos mismos Medios si
el gobierno anterior hubiera quebrado a la industria nacional, generado miles
de despedidos, incrementado la deuda externa y agudizado la grieta
sociopolítica?.
Además, la imputación de corrupción, que han proferido y continúan
haciéndolo desde los Medios concentrados, contra los últimos doce años, va desgajándose
poco a poco en virtud de la sangría que ejecutan desde el gobierno actual
contra los bienes de la Nación y de la demostración elocuente de la pretensión
de vaciamiento del Estado a expensas de acordar negociados entre los miembros
del actual elenco gubernamental.
Pero yo ya he vivido semejante debacle. Fue para la época del
deceso del general Perón. El país había perdido a su conductor y quienes
quedaban con la responsabilidad de continuar el gobierno, resultaron a todas
luces incompetentes.
Es lo que está pasando en la actualidad. El economista Miguel
Ángel Broda, insospechado ideológicamente de pertenecer a cualquier extracción
peronista dijo esta semana: "El anterior
gobierno dejó una herencia positiva que es baja deuda sobre el PBI. El problema
es que estamos aumentando rápidamente esa baja deuda. Hemos regresado a ese
deporte nacional, que es el endeudamiento masivo". “Quienes creímos en
Macri tenemos una cierta desazón”.
Pero volvamos al tema Venezuela. Estimado lector. ¡No podemos
parecernos a Venezuela!.
De la veintena de países miembros de América Latina, solo
tres poseen su economía diversificada. Estos son: México, Brasil y la
Argentina.
Podríamos esperar que nos sucedan situaciones similares a
estos dos países, pero jamás al resto, en virtud de que su economía es
extractiva y monoproductiva.
¡Es el caso de Venezuela!. Vivió un período de esplendor en
virtud del alto precio internacional del petróleo. Único bien que genera. Si
EE.UU. pretendiera poner de rodillas a ese país, le alcanzaría solamente con
bajar ese precio internacional y generar que los ingresos no le alcancen para
cubrir sus gastos corrientes.
¡No advirtió cuanto bajo el precio internacional del
petróleo!.
La economía diversificada es más compleja. En Argentina, un
verdadero ejército de mano de obra se expande por el conurbano bonaerense desde
1932, época del inicio del Programa de Sustitución de Importaciones, promovido
por el Dr. Federico Pinedo, ministro de Economía del gobierno de Agustín P.
Justo. Si. “La Década Infame”, famosa y oligárquica. Pero aquellos adinerados,
eran inteligentes y advirtieron que si no generaban industria local, la crisis
internacional del año 1929 podía producir en el país un estallido social.
Crearon fuentes de trabajo y campearon el temporal.
¡Compare con la incompetencia de los actuales!.
Diez años después, el general Perón extendió el Programa y lo
redondeó otorgándole beneficios sociales a esos pobres, que en palabras del
historiador Juan Carlos Portantiero, se transformaron en los “obreros nuevos”.
No quiero extenderme. No alcanza una nota para explicar el
problema argentino y su famosa “grieta”. Lo cierto es que de una u otra manera,
los líderes de la ciudadanía deberán convenir un “pacto”. Un “Pacto para Vivir”.
Para seguir adelante teniendo en cuenta la fabulosa policromía de nuestra
sociedad. Pensemos que de lo contrario, todo emprendimiento llevará implícito
el sello del fracaso. Como dijo el
querido poeta Pedro B. Palacios “Almafuerte”: ¡Todos los incurables tienen cura cinco segundos
antes de la muerte!.