Mujeres
en Mayo
Las
Amadas Invisibles
Me
estremecieron mujeres que la historia anotó entre laureles y otras
desconocidas, gigantes que no hay libro que las aguante
SILVIO
RODRIGUEZ
Dónde estaban las mujeres ese día?
Si no participaron del Cabildo
Abierto del 22 de Mayo. Si no acompañaron armadas al Batallón de Patricios, o
amontonadas resistieron las inclemencias del tiempo la noche del 24 hasta el
amanecer del otro día. Acaso querían saber de qué se trataba?.
Para empezar deberemos reconocer
que la historiografía liberal, la que nos han inculcado desde que Mitre decidió
transformarse en escritor para preservar para la posteridad la justificación de
sus actos, no menciona a las mujeres más que como acompañantes en sombras de
sus respectivos maridos.
Nos queda de esa historiografía
los apuntes cuidados y tenues sobre la historia de Mariquita Sánchez,
mujer que desde los catorce años torció la orden paterna de casarse con un
anciano, enamorada como estaba de su primo Martín Thompson, amor consumado como
la Ley manda por autorización a regañadientes del entonces Virrey Sobremonte,
cuatro años después de iniciada su lucha.
Sin embargo hubo otras muchas
mujeres de corazón erguido y elevada convicción, que se aventuraron a los hechos
de Mayo con decisión e impronta de valientes.
Cuentan que cuando todavía un
extraviado Cornelio Saavedra dudaba respecto de apoyar la conjura contra el
poder virreinal, fue la propia esposa de Nicolás Rodríguez Peña, Casilda
Igarzábal quien se apersonó a la casa particular del futuro Presidente
juntista para intimarlo a participar en las reuniones que Belgrano y su primo
Castelli organizaban en la casa de ella, actual Plaza Rodríguez Peña en avenida
Callao al 900.
El caso también digno de mención
es el de la Sra de Juan José Viamonte, Bernardina Chavarría, quien
reunió dinero entre las “damas de la sociedad” para la campaña de promoción de
la Primera Junta hacia el interior del país.
Debemos destacar la dolorosa
participación de la esposa del ilustre Mariano Moreno, recordemos a la joven
mujer María Guadalupe Cuenca, la que embarazada ve zarpar a su esposo
hacia el exilio obligado y no cesará de enviar amorosas cartas que le llegaban
a su adorado abogado y periodista en pleno viaje incluyendo pormenorizadamente
las actitudes políticas desopilantes que tomaban Saavedra y su esposa, “si
también su esposa” vilipendiando la figura y obra del fundador de la Gazeta.
Pero la actitud valiente de
aquellas mujeres de fuego podemos mencionarla desde 1806. Recordemos la heroica
participación contra las Invasiones Inglesas que le cupo a Manuela Pedraza,
combatiendo en las calles junto a su marido y capaz de darle muerte al soldado
que lo asesina ante sus ojos y seguir luchando sin pausa.
La historia real nos menciona
también la inteligencia de Martina
Céspedes y sus tres hijas en época de la Segunda Invasión
Inglesa de 1807, quien prometiendo aguardiente a los invasores, apresó uno a
uno hasta doce de ellos, obteniendo posteriormente de parte de Santiago de
Liniers el cargo sargento mayor.
Si de esa época anterior a la
Revolución de Mayo tratamos, es importante destacar la actitud despojada y
convencida de María Ana Perichon de Vandeuil de O'Gorman amante y seguidora del entonces Virrey Santiago de Liniers, primer
caudillo del Río de la Plata, posteriormente, su nieta Camila dará abundantes razones que
demuestren el carácter decidido y tenaz de aquellas mujeres.
Pero también existieron guerreras
de armas tomar.
Mujeres que pelearon codo a codo
con los hombres por la libertad de los pueblos. Entre ellas podemos citar a María
Remedios del Valle, una negra muy pobre, soldado raso como su marido, que
lo vio morir en acción junto con sus hijos.
O el caso de la dama salteña Juana
Moro de López, que entregó su cuerpo para seducir a los realistas como
estrategia de espionaje.
Pero sobre todo, el caso
imborrable de Doña Juana Azurduy, ejemplo paradigmático del valor y la
lucha.
Peleó por la libertad con su amor
de toda la vida, Manuel Ascensio Padilla, y cuando este murió por las balas
enemigas, jamás bajó las banderas de la Patria, levantadas en la sublevación de
Chuquisaca el 25 de Mayo de 1809, un año antes de los sucesos porteños.
El general Manuel Belgrano, que la
viera pelear le donó su espada. El gobierno de Buenos Aires la ascendió a
Teniente Coronela, Cuarenta años después de sus aprontes guerrilleros, murió
sola y olvidada, habiendo dado la vida de su esposo y de sus cuatro hijos a la
causa.
Que este homenaje incompleto y
humilde, lleve el recuerdo de una pasión incandescente y única. El
reconocimiento auténtico y permanente a nuestras mujeres, verdaderas “Madres de
la Patria de Mayo”