La
Niña de Fuego
Alberto
Carbone
La luna te besa tus
lágrimas puras,
como una promesa de
buena ventura.
La Niña de Fuego te llama la gente
y te están
dejando que mueras de sed
La Mujer en la Historia.
En plena conmemoración de un nuevo año del nacimiento de una figura histórica
relevante, todavía en nuestra época aparece como significativo que estemos
reseñando la vida de una mujer.
Sucede que rara vez la historia de la humanidad, con sus blancos y
negros, con sus avances y retrocesos, se encarga de ubicarlas en los primeros
planos del acontecer, de las decisiones, de las resoluciones más importantes.
Está instalado en el sentido común para la generalidad de los mortales,
que la historia, constituida por los acontecimientos cimentados a partir del
sufrimiento y la lucha, a través del dolor y la sangre, a partir de los
pensamientos y la praxis, la hacen sólo los hombres.
Las mujeres, en el mejor de los casos, son convidadas al disfrute de un
mísero coprotagónico, acompañando, acomodándose al lado de quien se yergue como
la figura estelar, el centro iluminado de los sucesos, el mágico hacedor que
todo lo transforma a partir de su esfuerzo viril.
El hombre tampoco dejaba que la mujer se acomodase al devenir, en
general se caracterizaba por no permitir su participación, en el mayor de los
casos aún, impidiéndola.
Evita de Los Toldos
Esta niña que nació en los Toldos un 7 de mayo de 1919, aunque nadie lo
aventurara, parecía predestinada a otras prácticas, a otras vivencias
articuladoras de inesperadas epopeyas.
Resultó más bien, que la joven Evita, no era una niña común. A su propio
y lógico deseo de progreso intelectual y material, de la mano de su vocación
artística, le apareció como de un rayo, una incipiente pero pertinaz intuición
relacionada con la actividad social.
Los seres humanos somos hijos de nuestros propios avatares. El caso de Evita
es paradigmático. Había padecido toda su vida y seguía padeciendo, aquel
incontenible despropósito, ese injusto axioma que consigna desde tiempos
inmemoriales, que el mundo femenino no es otro que el íntimo, simple y pequeño
claustro hogareño, que reduce el hábitat de una mujer a un universo
infinitamente minúsculo.
En virtud de este axioma y paulatinamente, Evita presintió que la mujer debería
esforzarse por ocupar un rol preponderante en la historia nacional y necesitó de
su acción, para que sirviese como motor generador de cambios sociales que
progresivamente eliminasen injusticias congénitas.
Evita “Esa Mujer”
Con el correr del tiempo y habiéndose establecido como una figura
pública, fue a través de su convicción, decidida e implacable, que en las elecciones del 11 de noviembre de 1951, el 63
% de las mujeres participantes, votaron por el partido peronista. A su vez fue
el peronismo, el único partido político que llevó mujeres en sus listas.
En
1953, por medio de la voluntariosa entrega personal que desplegaba la Primera Dama argentina, 23 diputadas y 6
senadoras ocuparon sus bancas.
Esa
mujer, despiadada y vengativa para sus opositores, dulce, comprensiva y
luchadora amorosa, en pos de la dignidad social, para sus seguidores, mantendrá
viva la constante contradicción de intereses entre pueblo y oligarquía, tensión
real y permanente, que hoy denominamos “grieta” y que se evidencia dentro de la
realidad que viven los países periféricos, desde que el sistema capitalista
mundial, se hubo consolidado definitivamente, después del triunfo de las
sucesivas Revoluciones Industriales europeas.
Evita. “Perfil de Patria”.
Qué
difícil es hablar de la Patria figurativamente, insertando ese concepto en la
esencia de un ser humano de tal forma, que el individuo lo sintetice a partir
de su presencia. Pero, si usted me permite sinceramente, me animo a decirle que
no parece tan descabellado que sea el caso puntual de Eva Duarte, porque toda
su vida, sus sinsabores, sus esfuerzos y sus alegrías, fueron y son
definitivamente identificados a través de los avatares políticos, los que
sucesivamente fuera experimentando en el transcurso de seis años consecutivos
de su vida personal.
Evita
irradió con su imagen y su acción un perfil de la Patria que nacía diversa, que
comprendía aún a regañadientes que existía un amplio sector social negado a
través de los tiempos, que surgía a fuerza de salvaje intemperie “un subsuelo
de Patria profunda” que reclamaba por hacerse reconocer vivo y además que se
negaba a morir.
Esa
mujer, tierna e indómita a la vez, ya se asomaba en Los Toldos cuando apenas
era la pequeña Evita.
Sus
hermanas, a partir de sendas elucubraciones volcadas en trabajos
bibliográficos, lo hicieron saber a quienes quisieron enterarse.
También
los hombres y las mujeres que la conocieron, aquellos con quienes trabajó, de a
poco y cotidianamente fueron aprendiendo con ella que la diversidad cultural
era un paisaje natural en nuestra Argentina.
Que
la injusticia social era una herencia centenaria que postergaba a las grandes
mayorías.
Que
el corazón sangrante de millones de seres era un calvario infinito y congénito,
causal de dolores mayores para las generaciones sucesivas.
Evita. Tenacidad de Fuego.
Todos
aprendieron con Evita, la joven niña de la tenacidad de fuego, que cuando
mujer, como una estrella fugaz, marcó para siempre el cielo de la Argentina.
Aprendieron que la Patria existe en los rostros de quienes cotidianamente
entregan su esfuerzo por ponerla de pie y sostenerla en andas.
En
estos tiempos que corren, tumultuosos, arbitrarios, salvajemente inexplicables,
la Nación se yergue siempre a pesar de los vaivenes, aún a costa de quienes son
capaces de las peores injurias o de los más salvajes atropellos, la Patria
existe muy a pesar de aquellos que la definen minúscula, representativa de las
minorías, de intereses personales o de sector.
La
Patria, la Nación de Evita, no nació en Los Toldos hace poco más de cien años,
mejor digamos que allí nació una estrella fugaz, perseverante, que le advirtió
al mundo que la Argentina era mucho más que el país de los dueños de las vacas,
era la Patria cultural multifacética, variopinta, inmigrante y aborigen,
construida con el esfuerzo de una multitud, que se negaba y aún se niega a ser
humillada.