viernes, 10 de febrero de 2023

 

La carga de los imbéciles.



 

por Alberto Carbone

 

Demasiados cofrades husmean en las páginas de Internet leyendo noticias que marcan a fuego lento el sentido común de una vasta y abigarrada militancia de ignorantes.

Demasiada cantidad, número elevado de individuos que no atinan a pensar por sí mismos, que aceptan lo que escuchan de las grandes emisoras, que elevan a juicio apodíctico las simples elucubraciones de quienes cobran salarios y reciben sobres para actuar y expresarse como si fuesen periodistas, miles de personas silenciosas que escuchan cotidianamente y que no saben que no saben.

Pero ellas también votan.

Ese es el juego de la Democracia.

El sistema electivo del cual los dueños del Poder real se han empoderado y gobiernan a la opinión pública con sus aseveraciones, con sus verdades reveladas, con sus valoraciones.

Los que votan a favor de aquellos que controlan el pensamiento y la decisión, no son otra cosa que un inmenso ejército de necios que cierran los ojos y escogen únicamente en cada fecha eleccionaria, la boleta para sufragar propuesta por los Medios de Información concentrados.

Ojo señor, señora lectora. En esos Medios no trabaja cualquier cristiano. Debe poseer particularidades necesarias y suficientes. Tiene que ser una personalidad con varios antecedentes laborales en ese ámbito, capaz de llegar con su palabra al término medio de la población, que sin facultad ninguna aceptará aquella opinión como palabra revelada.

Pero además, ese Poder real, detenta una particularidad suprema. Porque debe confeccionar las listas de personalidades electivas con nombres de individuos maleables y accesibles, hombres y mujeres incapaces de discernir por propia voluntad o bien que han decidido hacerse pasar por perfectos imbéciles, estos últimos para acreditar un buen pasar con una muy baja erogación, los primeros en cambio, auténticos ineptos que como tales no alcanzan a advertir el grado de su imbecilidad.

Claro, usted dirá, muy tarados no son, porque se supieron ubicar y resolver su futuro discrecionalmente. Es verdad. Si pensamos que el objetivo final y último de los seres humanos es su bienestar económico exclusivamente, prescindiendo de cualquier intención de carácter colectivo, entonces podemos decir que lo han resuelto bárbaro.

Pero lo que intento aclararle, abusando de su amabilidad,  es que ese típico y personal posicionamiento no es tampoco por alguna capacidad propia. Ellos han sido elegidos por representar un grado elevado de estupidez, afectada o infectada, en su capacidad racional.

El otro día, sin ir más lejos, observé el posteo que subió el ex intendente de Quilmes y cocinero locuaz, mostrando a quien quisiera ver cómo y de qué manera circulaba en auto jactándose de no usar cinturón de seguridad.

Otro ejemplo, es el referido a un legislador, muy pequeñito y mediático que se declara radical, con apellido casi obsceno, que subió una fotografía con una pala en la mano, para intentar demostrar a través de un cuadro elaborado por el Indec, la caída del empleo en nuestro país por efecto del gobierno actual, pero sin advertir que de esa misma tabla se deduce claramente que la debacle laboral fue propiciada en la época macrista, que no sé si sabe, él debería defender.

Otro ejemplo es la notoria polémica en twitter que desgranó un profesor de Ping Pong devenido en diputado contra una legisladora de su mismo Partido porque la dama se atrevió a criticar las acciones del Ministerio de Seguridad de Macri en época de la desaparición y asesinato de Santiago Maldonado. Una verborragia digna de un estúpido que dejó al rojo vivo las relaciones hacia el interior de su espacio político, pero que por supuesto, como era de esperar, el lúdico representante no evaluó.

Estas y otras situaciones demuestran palmariamente una y otra vez el elevado grado de estupidez de los candidatos de los sectores de mayor poder económico en la Argentina.

Gracias a su escaso o nulo nivel intelectual, a su inexistencia de sentido común y moralidad, a su desapego por la verdad y la justicia, a su único interés determinado en los negocios, a su rechazo infinito por los sectores de nivel más bajo de la sociedad, por su desconocimiento de la historia, por su falta total de ética y por su perfecta e inmensa ignorancia, es que conforman los cuadros candidatos de sus patrones.

No existe otro misterio.

El problema no son ellos, ni sus jefes y promotores directos. Porque sabemos que los primeros figuran en las listas para ganar dinero, vivir bien, resolver todos sus problemas individuales, disfrutar su cotidianidad con solo levantar la mano en cada voto del Recinto.

Los segundos, poseen como objetivo apoderarse del Sistema Político eleccionario para “facer riquezas”, como expresaban y aún hoy expresan los conquistadores de América desde el Siglo XXI, para tomar el control de todos los resortes básicos del país, para internalizar en el hombre común, quién es el que manda y quién el que debe obedecer.

Además y muy especialmente, para seleccionar estúpidos para que ocupen las bancas de la legislatura y no pregunten, solamente cumplan órdenes.

Unos y otros poseen sus vocaciones, que usted dirá después qué le parecen.

Pero el verdadero problema no son ellos.

El problema subsiste en los otros, en los millones que escuchan solamente las versiones que se multiplican y se consolidan en la opinión pública como verdad revelada. El auténtico problema son aquellos que siendo la gran mayoría no participa de uno ni de otro grupo selecto, pero que llegado el momento, los vota.