Tengo
Alberto Carbone
Cuando me veo y toco yo, Juan sin Nada no más ayer, y hoy
Juan con Todo,
y hoy con todo,
vuelvo los ojos, miro, me veo y toco
y me pregunto cómo
ha podido ser.
Nicolás Guillén
La tragedia que vive
hoy el estamento más bajo de la sociedad argentina dejó de ser alarmante para
convertirse en trágico.
Usted dirá posiblemente
que el dramatismo de mi aseveración pretende imponer ribetes severos,
problemáticos y hasta exagerados al análisis de la realidad.
Pero permítame decirle
que no es así.
Porque una situación
dramática posee en sí misma el anhelo y la esperanza de la redención.
La tragedia en cambio
es gravosa para con su resolución e irreconciliable con alguna posibilidad de
salvación.
La vida que sobrelleva
el grueso de la población nacional trasunta visos elocuentes de gravedad
insoslayable.
La pobreza se
multiplica a raudales en todo el país, aún en la ciudad puerto, la más
beneficiada por los dones de nuestra historia, y lo peor de esta promiscuidad
es que se consolida palmariamente sin solución de continuidad, ante la mirada
procaz y naturalizada de los transeúntes.
Es que un nutrido
grupo de compatriotas se ha convencido de que la libertad es antónimo de
populismo y asimila el primer concepto al de “libertarios” y el segundo al de Peronismo.
Los Medios seudo periodísticos
hacen su agosto.
Focalizan en la idea
de que cualquiera que emerja como candidato contra el poder popular debe ser acompañado
por el voto.
Los transeúntes, que
ignoran la historia, el pasado de sus ancestros, las causas que originaron su relativa
condición social superior, compran ese precepto y votan en consecuencia.
Un intento de
interpretación respecto de la causa de este proceder de la Clase Media, podría
deberse a que la Argentina no posee en la actualidad memoria de haber padecido
etapas de hambrunas terribles y coléricas.
Podría explicarse esta
situación debido a que en comparación con el resto de Latinoamérica, nuestro
país enfrentó inteligentemente aquel episodio clave del primer tercio del Siglo
XX, cuando la llamada Gran Guerra del catorce fue sucedida por la quiebra de
las finanzas en Wall Street.
Al desmoronamiento del
Mercado Mundial que comenzó en 1914 y continuó después de 1918, le sucedió una explosión
de júbilo sobredimensionada que exacerbó las inversiones, subestimó el alza de
los activos de las empresas que cotizaban en la Bolsa de Nueva York y solo diez
años después esa economía entusiasta y exaltada explotó como un gigante Zeppelín,
como un tremebundo tsunami que llegó rápidamente a todas las costas.
Poco después, en nuestro
país, derrocarían a Yrigoyen.
Así fue. Don Hipólito
era radical. Un Partido Político nacional que actualmente solo utiliza su
nombre y que ha renunciado a todos los postulados de sus primeros líderes.
Inmediatamente después
del primer gobierno “populista” se sucedieron los gobiernos de la denominada Década
Infame.
Eran liberales casualmente,
como se hacen denominar coléricamente algunos políticos contemporáneos.
Después del interinato
militar del general Uriburu, accedió a la Casa Rosada el general ingeniero
Agustín Pedro Justo. Firmes representantes del Poder económico local, tanto que
su vicepresidente se llamó Julio A. Roca, “Julito”, porque era el hijo de su
padre homónimo, conquistador del desierto, en la famosa “campaña del año 1879”.
En el cargo de ministro de Economía estuvo asignado el Dr. Federico Pinedo, abuelo del actual senador, también homónimo del economista.
El hambre se
enseñoreaba.
Ingresaba abruptamente
en todas las casa de los pobres, tanto en las de los hijos y nietos de los naturales
americanos como en los hogares de los hijos de los inmigrantes europeos.
La crisis no se compadecía
de nadie. Mortificaba a los más humildes, entumecidos alrededor del desamparo y
solamente atenuaba los caprichos del reducido sector social dueño del Poder de
la renta del territorio.
El ministro de
Economía entonces evaluó la situación y elaboró su estrategia.
La obra pública se
incentivó y se promovió y patrocinó que el sector nacional poseedor de Capital,
invirtiera en establecer industrias urbanas enfocadas en el ejercicio denominado
como “sustitución de importaciones”.
Pinedo proclamó al
país su Proyecto diciendo:
“Este programa
persistirá hasta que la gran rueda del Capitalismo mundial, dentro del cual nosotros
somos un simple engranaje, vuelva a ponerse en marcha”.
Los liberales
auténticos, pensantes, calculadores, hábiles políticos, advirtieron que podría
sobrevenir alguna explosión social en medio de la pandemia financiera y la
evitaron.
Los actuales liberales
auto postulados como tales, ignorantes, incapaces, limitados, sin ninguna otra
preparación que la de esmerarse en aparecer en los Medios afines para acceder a
un cargo político, se auto titulan liberales pero están vacíos de contenido.
Singularmente parecido a la actitud de quienes se denominan radicales y no
oyeron jamás hablar siquiera de Leandro N.
Alem.
Mientras tanto, vamos
camino a una prueba de hierro.
Si los conservadores
recuperaran el Poder político por medio de los votos, no dude usted, que se
consolidará la tragedia. La generalización de la pobreza será unánime.
Por ello, quienes
todavía ignoran estas consideraciones, deben comenzar a aprender que un pobre
también es un ser humano, y que como tal tiene derecho a poseer dignamente la
provisión de su sustento.
Porque “Tener” no
significa elevarse sobre los demás fruto de una brutal desproporción de
riqueza. “Tener” significa simplemente eso. El derecho a la vida. O en otras
palabras, que cualquier hombre o mujer pueda decir: “Tengo lo que tenía que
tener”.