viernes, 25 de marzo de 2016

El porqué de la acción bélica
en nuestras Malvinas







Por Alberto Carbone
Profesor de Historia Facultad Filo y Letras UBA




La Movilización del 30 de marzo de 1982

El día 30 de marzo de 1982, la CGT y las 62 Organizaciones Peronistas, organizaron un paro y movilización multitudinario sobre la Plaza de Mayo. Los trabajadores fueron conducidos por sus dirigentes sindicales, quienes marcharon en primera fila de la manifestación tomados de los brazos, como un símbolo de unidad civil que recorrió todo el mundo.
El ejército no toleró la decisión y ordenó a la policía federal que reprimiera en las calles. El resultado de aquella histórica marcha, dejó como saldo un muerto y cientos de heridos, pero dejó al desnudo la inoperancia e incapacidad del gobierno de facto.
Uno de los últimos mentores de este desgraciado episodio denominado “Proceso”, fue el general Leopoldo Fortunato Galtieri, quien en su carácter de Presidente de la Nación, a partir de finales del año 1981, asumió con total desparpajo la decisión de iniciar una guerra contra Gran Bretaña, por la posesión de las Islas Malvinas.
El día 2 de abril de 1982, las Fuerzas Armadas de la Argentina recuperaron esas tierras irredentas, de manera inconsulta y repentina. La gente se agolpó frente a la Casa de Gobierno, para aplaudir aquella acción reivindicativa, pero a la vez para criticar al gobierno militar, por su inconducta desde el mes de marzo de 1976 y por la salvaje represión a la que la habían sometido dos días antes.
El día 30 de marzo de 1982, la CGT y las 62 Organizaciones Peronistas se pusieron de pie. Los dirigentes obreros más representativos junto con los trabajadores se movilizaron hasta la Casa de Gobierno en reclamo de sus derechos cívicos.
Los trabajadores recibieron el apoyo y la compañía de los Partidos Políticos, quienes reunidos en una Organización autotitulada “Multisectorial” acompañaron al grueso de la movilización, desplazándose encolumnada detrás de sus dirigentes políticos y gremiales, los cuales marchaban tomados del brazo al frente de los trabajadores.
Los sectores medios, también se hicieron presentes en la gran marcha, llegando a través de los medios de locomoción habituales.
Esta marcha, transformada en gigantesca Asamblea Popular, reclamó al gobierno militar que concluya con el régimen de facto y convocase a elecciones generales en forma inmediata.
La respuesta no se hizo esperar. La decisión de un grupo de manifestantes de ingresar a la Casa Rosada junto con los líderes políticos y gremiales que entregarían un petitorio firmado por miles de personas, precipitó la furia y desencadenó la violencia.
Las balas de goma y los gases lacrimógenos inundaron el centro de la Ciudad de Buenos Aires, por espacio de varias cuadras a la redonda.
La Policía Federal  recibió la orden de realizar un cerco entre la Plaza de Mayo y la Avenida 9 de Julio, provocando el encierro de los manifestantes dentro del ámbito de la represión.
Muchos compañeros fueron apresados y otros lograron refugiarse en bares aledaños. Muchos comercios fueron atacados por las fuerzas policiales, inundando los locales con gases lacrimógenos.
La multitud superó con creces la capacidad represiva y la mayoría de la gente logró huir, sabiendo que el gobierno de facto había decidido continuar con la dictadura.
Sin embargo, los militares sopesaron muy bien los resultados de aquella jornada y advirtieron que si optaban por la continuidad del gobierno, deberían tomar otra actitud, dando señales serias de un cambio político.
Profundamente sujetos a las directivas de los organismos de Crédito Internacionales, no tenían mucho margen de maniobra para proceder. Así fue que se les ocurrió, entre “gallos y medianoche”, recuperar las Islas Malvinas y brindárselo al pueblo de la Nación como un acto reivindicativo de hondo sentido nacionalista, que posiblemente prolongaría su agonía.
El final de la historia bélica es bien conocido por todos los argentinos, la catástrofe en Malvinas precipitó la caída definitiva del régimen de facto y el país recomenzó una nueva etapa democrática, colmado de heridas de honda profundidad.
Hagamos un poco de memoria:




Pólvora húmeda para defender una infamia
Seis años después de haber iniciado el más doloroso y humillante proceso político del siglo XX vivido por nuestro país.
Seis años después de que un grupo de miserables vestidos con el uniforme de la Patria se rindieran imbéciles y genuflexos a las exigencias del neoliberalismo internacional y a las pretensiones personales de los grupos minoritarios locales, aquella cúpula militar volvió a rendirse, pero en la segunda ocasión por su desidia, por su falta absoluta de capacidad reflexiva, por su decisión unánime de destrozar definitivamente la imagen de la Nación y de las Fuerzas Armadas que juraron honrar, con tal de salir indemnes de la derrota, de su falta de vergüenza, de su incapacidad de ser humanos.
Tres presidentes golpistas sucesivos habían transformado a la Argentina en un desierto de voces monótonas, en un cementerio de almas vivas y tan apesadumbradas, como las de los miles de desaparecidos sin reposo, a través del dolor y la tortura.
La economía nacional, entregada definitivamente al juego de la ruleta rusa, había abandonado el sistema productivo para invertir en las finanzas y la especulación, la misma estrategia que hoy, impulsan quienes desde el gobierno electo dicen defender la Democracia.
Las grandes urbes se transformaron en aldeas de tránsito nocturno para los más pobres sin trabajo ni hogar, abandonados a su propia marginalidad. De día, deambulaban los desocupados,  sin esperanza alguna de reinsertarse en la otrora sociedad productiva.
El gobierno militar había iniciado un viaje sin retorno. Se había volcado a los brazos de las decisiones del poder económico internacional y navegaba entre aguas turbias sin piloto, desde la proa de nuestro país, haciendo agua y sin destino.
Pero en 1982 el pueblo comenzó a reaccionar.
Las Organizaciones Sindicales desplegaron su poder multitudinario el día 30 de marzo sobre la Plaza de Mayo, exigiendo un cambio definitivo de la cruenta política nacional. El ciudadano común, también hizo llegar su reclamo y la explosión cívica se transformó en un clamor unánime.
Las fuerzas armadas no toleraron ese procedimiento y volcaron a las calles de la Ciudad de Buenos Aires una represión salvaje. La policía apuntó sus escopetas de gases lacrimógenos al cuerpo de los transeúntes, golpeó salvajemente a miles de desarmados manifestantes. Hubo heridos y muertos y la íntima convicción de que el gobierno militar se derrumbaba definitivamente.
Apenas tres días después, aquellos militares, diminutos soldaditos colmados de medallas inmerecidas, lanzaron una estrategia desesperada en favor de su permanencia en el poder de facto.

Invadían Malvinas.
Como cada uno de los acontecimientos de la historia argentina, envueltos en situaciones inverosímiles e improvisadas, las Malvinas se convirtieron en la excusa del espanto y las fuerzas armadas de entonces, empequeñecidas por la rapacidad de sus jefes y que habían procedido tan crudamente contra la civilidad durante seis años de caótico gobierno, mostraron su verdadero rostro cobarde y despojado de todo respeto al más elemental de los derechos humanos, llevando a la avanzada de la guerra a los ciudadanos más jóvenes, que sin preparación  psicológica ni bélica, opusieron su pecho a las balas enemigas.
“Y si los ingleses vienen, presentaremos  batalla”, como supo decir entre copas, ese desafortunado monigote devenido en Presidente. Y en medio de aquel hondo y desenfrenado lodazal, mataron a los chicos de la guerra.
Cuando los que no iban a venir hasta el Atlántico Sur alcanzaron la línea de los jefes, éstos se rindieron sin ofrecer resistencia. Lo supimos después, al enterarnos de los acontecimientos sucesivos en las islas Georgias y en Puerto Argentino.
La última estrategia de los militares para mantenerse en el gobierno, también había fracasado y no valía la pena arriesgar más vidas. Ya habían entregado a la muerte la vida de los jóvenes.
 Al igual que nuestro pasado, intentaban destruir nuestro futuro.
Han pasado treinta y cuatro años de esta tragedia nacional y la democracia nos permite decir cosas que la falta de libertad nos impedía.


Por ello nuestro reclamo soberano en los Organismos Internacionales debe seguir siendo contundente, debemos recordar que en esa época ya existían indicios serios respecto de la potencialidad petrolífera de la región y que más temprano que tarde, los envalentonados generalotes irían a entregar las reservas a quien los líderes mundiales les designen. Pero nuestra actitud fundamentalmente patriótica no debe olvidar a esos chicos. Verdaderos hijos de la tierra y de hombres y mujeres sin pan y sin trabajo que entregaron su vida por una causa lejana de sus íntimas convicciones y que hoy merecen de nosotros el máximo reconocimiento, ese que solamente puede hacerse efectivo a partir de una verdadera conciencia republicana, que construya un país que merezca ser vivido.


martes, 22 de marzo de 2016

40 años del Golpe de Estado de 1976
Un poco de historia……

                                                   Por Alberto Carbone

Dictadura y terror de Estado

A partir del año 1976, la Organización Obrera sufrió una herida de muerte. Los trabajadores argentinos se encontraron ante la imposibilidad de mantener abiertas sus Instituciones representativas, al igual que sucedió en cada período de la historia argentina, dominado por el Poder Político de facto.

Pero la dictadura iniciada a partir del mes de marzo de 1976, tuvo como aditamento la persecución y la tortura como principal accionar, configurando una política tenaz y solapada conducente a infligir miedo social a partir de la instalación del terror.
Como es dable suponer en este tipo de instancias, “el hilo se cortó por lo más delgado”, y los primeros en caer bajo las fuerzas de la represión constituyeron aquellos trabajadores que poseían algún tipo de representatividad en sus lugares de trabajo, dispensada a través del voto de sus compañeros de fábrica o de taller.
Cientos de trabajadores de todo el país eran “levantados” de sus lugares de trabajo y trasladados a lugares recónditos y desconocidos por la opinión pública.
Poco a poco surgió en el lenguaje popular un nuevo concepto que definía a quienes habían caído en las redes de esta maraña organizada sigilosamente y a espaldas de toda consideración moral. Comenzó a surgir entre la gente la palabra “desaparecido”, para definir de alguna forma esa actitud desconsiderada ante la vida de tantos.
Esta acción despiadada, como una provocación dirigida directamente hacia la opinión pública se fue generalizando. El mensaje final y concreto de esa actitud era evidente, generar la ruptura definitiva de toda consideración solidaria hacia el otro y tratar de salvar el “propio pellejo”.
Quienes aún no habían caído en las garras de la ignominia resolvían rápidamente abstenerse de realizar ninguna actividad política reivindicativa.
El terror a ser “chupado” constituía también el miedo a lo desconocido.
Nadie regresaba para advertir dónde había estado y por consiguiente no se sabía nada respecto de la suerte de quienes habían sido seleccionados.
El accionar solapado y ruin, orquestado por el ejército y las fuerzas de seguridad, no parecía centralizado, por ello fue tal vez, que se fuera gestando una especie de descentralización operativa, por la cual los jefes de cada región realizaban distintos emprendimientos y las vidas de quienes capturaban quedaban a merced de sus deseos más bajos y despiadados.
Ante esta circunstancia, fue difícil que los Gremios organizaran alguna acción de repudio al gobierno de facto.
Los años se sucedían sin esperanza para los familiares de los desaparecidos y el proceso hizo una primera eclosión en el año 1978 aprovechando la instancia del Mundial de Fútbol organizado por nuestro país.
Durante esos meses, las desapariciones forzadas de personas se multiplicaron por miles y la opinión pública no se enteró, entre el silencio cómplice de los medios de información y las exaltaciones deportivas.
Sin embargo, el proceso económico hacía agua y los militares no accedían a combinar sus intereses políticos con el desarrollo nacional.
La Central Obrera permanecía cerrada y los dirigentes que no habían podido asilarse en el exterior del país, en el mejor de los casos se encontraban purgando prisión en las cárceles de la dictadura.

La depresión política del gobierno de facto


Entre los años 1979 y 1982, se produjeron diversos sucesos provocados por el Movimiento Obrero, tendientes a manifestarse en contra de la evolución de los acontecimientos.
En realidad la dirigencia gremial comenzó a hallar paulatinamente consenso en la base obrera, debido a la presión que padecían en sus respectivos lugares de trabajo.
Algo había que hacer y en ese sentido tuvo importante la trascendencia que los Organismos de Derechos Humanos impusieron a la situación de nuestro país.
En todo el mundo se empezó a divulgar el grave problema argentino relativo a la desaparición forzada de personas y la presión dictatorial impresa por el gobierno de facto hacia la civilidad.
En Europa trascendían los reclamos de miles de exiliados que exigían ante los Organismos Políticos Internacionales una respuesta y una posición coherente de rechazo a las dictaduras latinoamericanas.
Esta impronta, obró como catarsis dentro de nuestras fronteras y provocó la reacción del Movimiento Obrero.
Fue así que en el año 1979 se provocó un primer paro nacional, impulsado por el Secretario General de la CGT, el cervecero Saúl Ubaldini.
A pesar del temor impuesto, la medida de fuerza tuvo una aceptación multitudinaria y el régimen, que basaba su poder a través de la represión, comenzó a resquebrajarse.
A raíz de esta realidad se fueron sucediendo un conjunto de acontecimientos que fueron configurando las luchas gremiales en medio del terror impuesto por el Estado dictatorial, basada en la actitud de la militancia gremial de los trabajadores argentinos, quienes configuraron un aporte por demás significativo a ese proceso de luchas.

La Movilización del 30 de marzo de 1982

El día 30 de marzo de 1982, la CGT y las 62 Organizaciones Peronistas, organizaron un paro y movilización multitudinario sobre la Plaza de Mayo. Los trabajadores fueron conducidos por sus dirigentes sindicales, quienes marcharon en primera fila de la manifestación tomados de los brazos, como un símbolo de unidad civil que recorrió todo el mundo.
El ejército no toleró la decisión y ordenó a la policía federal que reprimiera en las calles. El resultado de aquella histórica marcha, dejó como saldo un muerto y cientos de heridos, pero dejó al desnudo la inoperancia e incapacidad del gobierno de facto.
Uno de los últimos mentores de este desgraciado episodio denominado “Proceso”, fue el general Leopoldo Fortunato Galtieri, quien en su carácter de Presidente de la Nación, a partir de finales del año 1981, asumió con total desparpajo la decisión de iniciar una guerra contra Gran Bretaña, por la posesión de las Islas Malvinas.
El día 2 de abril de 1982, las Fuerzas Armadas de la Argentina recuperaron esas tierras irredentas, de manera inconsulta y repentina. La gente se agolpó frente a la Casa de Gobierno, para aplaudir aquella acción reivindicativa, pero a la vez para criticar al gobierno militar, por su inconducta desde el mes de marzo de 1976 y por la salvaje represión a la que la habían sometido dos días antes.
El día 30 de marzo de 1982, la CGT y las 62 Organizaciones Peronistas se pusieron de pie. Los dirigentes obreros más representativos junto con los trabajadores se movilizaron hasta la Casa de Gobierno en reclamo de sus derechos cívicos.
Los trabajadores recibieron el apoyo y la compañía de los Partidos Políticos, quienes reunidos en una Organización autotitulada “Multisectorial” acompañaron al grueso de la movilización, desplazándose encolumnada detrás de sus dirigentes políticos y gremiales, los cuales marchaban tomados del brazo al frente de los trabajadores.
Los sectores medios, también se hicieron presentes en la gran marcha, llegando a través de los medios de locomoción habituales.
Esta marcha, transformada en gigantesca Asamblea Popular, reclamó al gobierno militar que concluya con el régimen de facto y convocase a elecciones generales en forma inmediata.
La respuesta no se hizo esperar. La decisión de un grupo de manifestantes de ingresar a la Casa Rosada junto con los líderes políticos y gremiales que entregarían un petitorio firmado por miles de personas, precipitó la furia y desencadenó la violencia.
Las balas de goma y los gases lacrimógenos inundaron el centro de la Ciudad de Buenos Aires, por espacio de varias cuadras a la redonda.
La Policía Federal  recibió la orden de realizar un cerco entre la Plaza de Mayo y la Avenida 9 de Julio, provocando el encierro de los manifestantes dentro del ámbito de la represión.
Muchos compañeros fueron apresados y otros lograron refugiarse en bares aledaños. Muchos comercios fueron atacados por las fuerzas policiales, inundando los locales con gases lacrimógenos.
La multitud superó con creces la capacidad represiva y la mayoría de la gente logró huir, sabiendo que el gobierno de facto había decidido continuar con la dictadura.
Sin embargo, los militares sopesaron muy bien los resultados de aquella jornada y advirtieron que si optaban por la continuidad del gobierno, deberían tomar otra actitud, dando señales serias de un cambio político.
Demasiado sujetos a las directivas de los organismos de Crédito Internacionales, no tenían mucho margen de maniobra para proceder. Así fue que se les ocurrió, entre “gallos y medianoche”, recuperar las Islas Malvinas y brindárselo al pueblo de la Nación como un acto reivindicativo de hondo sentido nacionalista, que posiblemente prolongaría su agonía.
El final de la historia bélica es bien conocido por todos los argentinos, la catástrofe en Malvinas precipitó la caída definitiva del régimen de facto y el país recomenzó una nueva etapa democrática, colmado de heridas de honda profundidad.

Fuentes Bibliográficas:
CGT. Archivo de la Confederación General del Trabajo.
CONGRESO NACIONAL. Archivo de la Hemeroteca Nacional
MINISTERIO DE TRABAJO DE LA NACIÓN. Biblioteca de Asuntos Laborales


martes, 15 de marzo de 2016

Hijos Putativos

Por Alberto Carbone
La palabra putativo proviene en su etimología del latín “putativus”, y a su vez del verbo “putare”, que significa considerar, suponer, creer. Conforman la misma familia de palabras, imputación o reputación. Podemos definir putativo como atribuir a algo (cosa o situación) o a alguien, por error excusable, una calidad que no tiene.



En abril de 2015 el economista Miguel Angel Broda expresó en una conferencia organizada por Consejo Interamericano de Comercio y Producción:…”El programa del ministro Axel Kicillof ha tenido éxito. El nivel de actividad dejó de caer, probablemente de positivo el crecimiento del PBI verdadero de este año, se desaceleró la inflación, bajó la brecha, subieron los bonos, tenemos las mismas reservas libres y paramos de perder reservas”.
Sin embargo, el economista atribuyó esos avances a meros logros coyunturales y auguró un fracaso estrepitoso al nuevo gobierno, que no dudó sería del Frente para la Victoria.
Para Broda, la opinión pública optaría por la continuidad, atada a una política económica basada en un programa que definió como astuto y perverso, que resolvía los dilemas de la microeconomía pero nos dejaría expuestos a lo que denominó la “venganza de la macroeconomía”.
Sujeto a la necesidad de que le cierren los números, el economista Broda que más bien parecería un contador, solo reparó en la enorme inversión que significó recuperar el problema social en estos últimos doce años, tildándolo como gasto público y atribuyó la generación de inflación derivándola de la emisión monetaria.
En realidad, para Broda como para todos estos economistas colonizados, lo único que garantiza a un país solvencia y modernidad es el grado de relación estrecha que demuestre con los Organismos Internacionales de Crédito. Sostiene que no existe otra ubicación de la Argentina en el mundo que no sea la instalación en el lugar que el Capitalismo internacional le designe.
Esto no es un hecho novedoso. Siempre que estuvimos gobernados por representantes de la clase social de más alto nivel socioeconómico sucedió lo mismo.
Recordemos que en época del gobierno del general Agustín Pedro Justo (1932-1938), el ministro de Economía de entonces, el Dr. Federico Pinedo, pariente del actual diputado del PRO, promocionó para el país el Programa de Sustitución de Importaciones, pero solamente hasta que “la gran rueda del Capitalismo mundial volviese a ponerse en marcha”. A partir de ese momento, la Argentina volvería a ser un engranaje de esa gran rueda, cumpliendo con el cometido que se le asigne.
Pero también deberíamos recordar nuestro ingreso al FMI después de la caída de Perón en el año 1955, o la deuda externa quintuplicada por la última dictadura militar del año 1976, o la destrucción de la industria nacional propiciada por el gobierno de Carlos Menem a partir del año 1989. Solo para hablar del Siglo XX, aunque durante el XIX también tenemos duros ejemplos.
El gobierno de Macri continúa esta ideología. Aunque él, como una importante proporción de gente que lo ha votado, no lo entienda o no pueda explicarlo, el razonamiento es heredero de esta estrategia.
Siempre nacen hijos y estos en general  terminan pareciéndose a sus padres.
Históricamente, la oligarquía argentina puede denominarse hija putativa del imperio. Durante el Siglo XIX fue Gran Bretaña y en el Siglo XX los EE.UU de América. Pero la disgregación de la oligarquía tal y como se entendía en el Siglo XIX y el crecimiento significativo de la clase media nacional produjo un giro o viraje en los valores de los sectores sociales que ascendían, acercándolos al ideario de los sectores sociales más altos, reducidos en número pero multiplicados en apoyo de quienes empezaban a estar en mejor situación económica. Así fue que se produjo una fuerte corriente antiperonista en el año 1955 y en la actualidad una férrea oposición al Kirchnerismo, ambas situaciones arraigadas en los sectores medios, que habiendo emergido en esas épocas y consolidado con mayor poder adquisitivo, le mordieron la mano a quienes habían influido con sus políticas para favorecerlos y apoyaron la ideología conservadora.
En la Argentina ostentamos dos clases de hijos putativos. Los herederos directos de la oligarquía terrateniente, que gobernó el país durante el Siglo XIX y parte del XX y aquellos que asumen roles defendiendo a los primeros pero que devienen de otra extracción social.
Estos últimos son los peores. Porque en el caso de los diputados por ejemplo, no defienden los intereses de quienes deberían representar, vendiéndose al mejor postor, entierran las convicciones que alguna vez dijeron poseer y al mejor ejemplo de Groucho Marx comienzan a blandir otras.
El hijo putativo quiere parecerse al padre, porque siente que le debe algo aunque nada le debe. Siente que adoptar los valores del padre es parecerse, es ser uno más de ellos, de los iguales, “primus inter pares” , los mejores.
Ser hijo putativo también es una elección. Por eso, si los diputados eligieron ser hijos putativos, para igualarse a los tremendos hijos putativos que forman parte del actual oficialismo, deberíamos obligarlos a que presenten la renuncia a sus bancas, porque no fueron elegidos para ello, para que se acomoden.

La modificación de las Leyes de soberanía de la Deuda Pública, va a acarrear desocupación, hambre y retraso al país y los mayores culpables de este estropicio serán los nuevos hijos putativos quienes junto con los tradicionales, sellarán la claudicación definitiva de la Argentina ante los Organismos Internacionales de Crédito y las Corporaciones. 

jueves, 10 de marzo de 2016

Los Dipubuitres




Por Alberto Carbone      

Recuerda lo que vimos alma mía, esa mañana de verano tan dulce, a la vuelta del sendero una carroña infame en un lecho sembrado de guijarros
Charles Baudelaire

Lo que va a suceder el martes 15 de marzo en la H. Cámara de Diputados de la Nación, será seguramente la aprobación de la Ley más oprobiosa que haya acontecido en nuestro país a lo largo de tantos años de Democracia.
Los Diputados Buitres lo saben. Casi nadie que vive hoy del Sistema Democrático es estúpido.
Con la justificación de que la Argentina debe reingresar al mundo, a colmarse de capitales internacionales que inviertan y generen trabajo genuino en el país, los Dipubuitres van a habilitar con su voto el respaldo al gobierno PROendeudamiento, para que en nombre de la Nación Argentina paguen a los holdouts el dinero que los propios holdouts reclamaron y más aún.
Estos funcionarios están convencidos de que hay que pagar lo que sea necesario para demostrar la buena voluntad y excelente predisposición de nuestro noble país de salir de esa mala consideración mundial a la que nos ha expuesto el gobierno anterior.
Pero, en este tema hay un problema para la actual gestión y ese problema no es tan sencillo de eludir.
La mitad de la opinión pública ha aprendido que los cambios producidos por la década Kirchnerista han transformado el país y esa situación la defiende y no se resigna a perderla.
En consecuencia, da la impresión de que la gente ya no otorga “cheques en blanco” y que el resultado de la aprobación de esta Ley de pago a los Buitres se va a hacer sentir en el corto plazo, por las reacciones del grueso de las personas perjudicadas.
A manera de ejemplo: El cincuenta por ciento del electorado votó por la continuidad del Kirchnerismo y por ahora soporta que un grupo de diputados se haya apartado del nucleamiento y formado otra bancada sin ninguna justificación concreta, sino aduciendo falta de dialogo entre ellos. Pero la conclusión práctica del apartamiento es que están preparados para votar junto al oficialismo.
Este grupo de Diputados que se dicen peronistas, deberían renunciar a sus bancas, porque claramente no se los ha elegido para que formen un grupo aparte, sino para que confluyan en una opinión común de una misma bancada opositora.
Ellos lo saben bien. No estamos descubriendo nada si advertimos otros intereses envueltas en estas decisiones.
¿Qué subsiste detrás de todo esto?
¿Qué intereses reales esconden los dipubuitres seudoperonistas para borrar con el codo lo que escribieron con la mano?.
Mientras tanto, el país se desangra. La decisión es achicar su economía, perforar la demanda, cerrar fábricas, cubrir con importación las necesidades de los sectores sociales más acomodados. Así y todo, agachando la cabeza y endeudándonos, el país no es beneficiado con tasas bajas.  La toma de deuda que proyecta el gobierno es superior al siete por ciento anual, cuando el Perú se endeudó al cuatro y Colombia al cinco.  El año pasado el gobierno anterior tomó deuda al ocho por ciento y fue criticado por la actual administración por considerarlo una tasa alta. Es que los Mercados no querían a la Argentina, porque nuestro país no se resignaba a pagar lo que determinara Thomas Griesa. Hoy, que Macri y sus Dipubuitres practican la genuflexión, nos anticipan una tasa parecida a la del año pasado.
Igual, los Macridiputados, enviciados de poder y ávidos por demostrarle al mundo y a la sociedad civil nacional que son excelentes cortesanos pagadores, cierran los ojos y pagan.
¿Y la gente común?
¿Quién se acuerda de la gente común?.
A los diputados autoproclamados peronistas, a quienes no se les va a caer la piel de las manos cuando voten en contra de los intereses nacionales, parece que no les aparece en su imaginación los rostros de los más pobres, los ojos de quienes pagarán con el hambre las decisiones del Honorable Congreso.
¿Y ustedes piensan que estos Diputados no lo saben?.
¿Ustedes creen que no lo calculan?.              
Calculan la cantidad de fábricas cerradas, la gente sin trabajo, calculan el crecimiento de los que se instalarán en situación de calle. Todo lo calculan y lo saben. Pero el cálculo más importante para ellos es otro. Más introspectivo, directo, que tiene que ver con su íntima situación personal.
Algunos Dipubuitres son de raíz sindical. Digo de raíz y no de origen. Porque si bien representan tal o cual Sindicato, jamás han sido trabajadores en ese sector. Y hoy están allí, elevando su voz en nombre de miles de hombres y mujeres a los que denominan compañeros. Esos representantes sindicales son los que van a levantar la mano, los que van a votar en favor de que la Argentina se endeude, amparándose en una representación que dicen tener  ¡y que tienen!. Una representación que es legal pero no legítima. Porque la deuda que votan esos Dipubuitres la van a pagar sus representados. Ellos no, que va, ellos solo votan y lo están haciendo por la Nación, ¡para que el país ingrese al mundo!. El país va a ingresar al mundo y sus habitantes nos vamos a caer de él.
La verdad, por más que se oculte a la razón de las grandes mayorías, termina por aparecer mostrándose en su máximo esplendor. Cierta vez, el político más popular de la Argentina dijo que la mentira no puede sostenerse por mucho tiempo.
La gente puede estar confundida todavía hoy, pero esto recién empieza. ¡Qué pasará cuando la civilidad descubra la gigantesca farsa encubierta entre globos de color amarillo!


jueves, 3 de marzo de 2016

Hay un niño en la calle
A esta hora, exactamente,
hay un niño en la calle.


Importan dos maneras de concebir el mundo, Una, salvarse solo, arrojar ciegamente los demás de la balsa y la otra, un destino de salvarse con todos, comprometer la vida hasta el último náufrago,
no dormir esta noche si hay un niño en la calle. Armando Tejada Gómez.

                                                Por ALBERTO CARBONE
Hace muchos años, en este país, hubo un Presidente que muy de madrugada o a altas horas de la noche, salía a recorrer en auto las calles de la Ciudad de Buenos Aires de incognito, sin ser notado. Un Presidente que al descubrir la inmensa cantidad de menores que deambulaban o dormían en las calles, se consternaba y se preguntaba junto con su ocasional acompañante, si podía ser posible que en una ciudad tan cosmopolita, cabeza de un país tan rico y tan generoso, pudiera observarse semejante arbitrariedad.
Un Presidente argentino que dejaría una huella imborrable en los corazones de sus congéneres y en los de las generaciones sucesivas.
Se trata de un hombre que se recuerda como mentor y como ejecutor de una política, destinada a modificar una realidad sumida en la desigualdad y que se asumía como inmodificable.
Los argentinos de primera que se establecían con sus intereses sobre las necesidades de los argentinos de segunda. Y esa realidad, congénita, mentada como perfecta, inmodificable, era aceptada con naturalidad por ambos grupos. Uno, como testimonio de la normalidad social, del “deber ser”, el otro  en algunos casos, con la resignación propia de quien se cree perteneciente a un estadio inferior y no apto para acceder a beneficios que no le corresponden.
Esas diferencias sociales que impuso e impulsó el Capitalismo  en todo el mundo y que los gobiernos de turno legitimaron en nuestro país generaron el afianzamiento de dos relatos: el populista, encabezado hoy por el Kirchnerismo, heredero directo de la Doctrina Justicialista, que reivindica como posible la capacidad de la sociedad para transformar la realidad, dominada por los beneficios de los herederos del Poder oligárquico y el relato conservador, denominado también neoliberal, que se caracteriza por no poner ningún obstáculo a las imposiciones del Capital internacional y local. Subsumirse dentro de las exigencias de los Organismos Internacionales y aceptar de buen grado y con normalidad los reclamos del exterior, sin evaluar si alguna decisión genera colisión con los intereses nacionales.
Los intereses nacionales pueden expresarse de dos formas: en la defensa del patrimonio del Estado o en la reivindicación de los beneficios sociales, para esa vasta cantidad de gente que durante la primera mitad del Siglo XX solamente esperó una oportunidad para acceder a una vida mejor o en otras ocasiones libró crudos combates en las calles por la defensa de sus reclamos.
Sea como fuese, hacia la mitad de Siglo XX, un Presidente argentino sustentó la posibilidad de que numerosos grupos humanos tuvieran una vida mejor y los niños dejaron la calle y empezaron una nueva etapa.
Hubo en esa época una dirigencia política que entendió por donde pasaba la realidad social y tomo parte en el asunto.
Hoy el Papa argentino, Francisco, reclama a la dirigencia mundial y nacional otra actitud contra el Capitalismo salvaje.
Pero hoy, la Argentina ha empezado a retroceder sobre sus pasos.
Ya hay lugares donde no se puede transitar. La calle Corrientes en Capital Federal es un ejemplo del abandono social, habitada por las noches después de años de gobierno macrista.
Porque no alcanza con tener un grupito de empleados que se limiten a visitar la ciudad llevándole a la gente en situación de calle un tecito o un sándwich. Faltan políticas sociales transformadoras. Esas que los dirigentes conocen muy bien pero saben que no las van a aplicar.
Por eso, mientras el presidente dirige o intenta dirigir su palabra al H. Congreso de la Nación, hay un niño en la calle, sobre la Avenida Rivadavia. Otros sobre la calle Combate de los Pozos, otros sobre calle Sarandí y seguiremos encontrando.
No han elegido la calle es lo único que tienen. Mientras tanto, los seudo dirigentes políticos oficialistas hacen promesas de excelencia en su gestión. Pero mienten. Porque para estar en ese lugar de decisión, tuvieron que abalar las políticas que los llevaron al gobierno. Pero también cabe preguntarse por la otra posibilidad. Que no estén mintiendo. De ser probable esta premisa, habría que reconocer que en realidad no entienden nada. Saben que hay pobres, pero confían en la política del “derrame”. Ven a la gente durmiendo en la calle, pero creen que arropándolos y con una comida calentita por día se va superando.
Mientras tanto, los Fondos Buitre no se hacen esperar, exigen y el Gobierno atiende. Mientras tanto, la gente queda sin trabajo desacreditada como ñoqui y el gobierno hunde su dedo en la llaga. Mientras tanto, hay cada vez más niños en la calle y el gobierno duerme el sueño de los incapaces.