Hacer su Agosto
Por Alberto Carbone
El país de no me acuerdo
La verdad, creí haberlo visto
todo en la vida.
Pasé por guerras y revoluciones.
Como dice la canción de María Elena Walsh. Me tocó vivir los duros años
setenta, con su prólogo democrático y la devastación de su epílogo. Padecí el
dolor y la incertidumbre de una guerra sin sentido, sin cálculo, sin previsión,
dirigida por cobardes y colmada de héroes en el Teatro de Operaciones.
Olí la primavera democrática que
pintaron los alfonsinistas. Lamenté el derrumbe ético del Dr. Alfonsín cuando
condonó las deudas de tantos degenerados que se sintieron dueños de hombres y
hacienda amparados por la dictadura genocida.
Después vino el caudillo riojano
émulo de Quiroga. Nunca creí en él, servidor de los Organismos Internacionales
de Crédito. Por eso sus largos e interminables diez años me han dolido. Porque
desde el principio sabía a lo que se exponía el país entregado a las manos de
semejante personaje
Todavía hoy existen quienes
afirman que con Menem estábamos mejor. Es así. “A de haber gente pa’ todo”,
dice un cantor popular. Yo agrego. Sobre todo si la ignorancia no les permite
reconocer sus errores y generar autocritica de su voto.
En esa época, la destrucción de
la producción nacional y el avance indiscriminado de la importación, al igual
que en el período de la dictadura, provocó en el país la multiplicación de la
deuda externa.
Entre 1976-1982, creció cinco
veces. De siete mil a treinta y cinco mil millones de Dólares.
La década menemista llevó ese
monto a más de cien mil millones.
Los recursos económicos que el
país ya no producía, la caída de los puestos de trabajo, la transformación del
Estado a su mínima expresión, el hambre, la desprotección sanitaria, el
abandono a su desgracia a miles de personas. Todo, se cubrió con dinero que el
capital financiero introdujo desde el exterior a tasas descomunales, que la
Argentina se comprometía a pagar sin tener recursos genuinos y por ello,
recurriendo a la generación de más y más deuda externa. Cuando ese capital
especulativo se retiró, la Argentina quedó como debía quedar: fundida.
Todo gobierno que asume la responsabilidad de
administrar un país, debe tener un programa abarcativo, totalizador, destinado
a desarrollarse durante el lapso de su responsabilidad. Ese proyecto, debe ser
fruto de la forma en que el grupo en cuestión define el estado de situación de
todas las variables que hacen funcionar el país. Identificadas las fortalezas y
debilidades de índole política, social y económica, el gobierno toma su decisión
de gestión. Eso tiene que ver con la ideología.
Cuando hablamos de ideología
tenemos que tratar de ser específicos.
El Desarrollo como hipótesis
transformadora
La Argentina está configurada
como uno de los países en desarrollo. Esto significa que está en camino hacia
su crecimiento económico y social, imitando los pasos de los pocos países
desarrollados y en carrera junto a cientos de regiones del planeta que
persiguen el mismo objetivo.
Técnicamente, para el gobierno
actual, los doce años de Kirchnerismo configuraron un atraso en la consecución
de esa meta.
La única solución de la presente
gestión política es que nuestro país habrá su economía, permitiendo el ingreso
irrestricto de productos elaborados del exterior e invite a los capitales
internacionales a la inversión productiva y financiera, para inyectar liquidez
monetaria y propender a la instalación industrial que fomente el trabajo y la
producción.
¿Pero qué sucedería si nuestro
país junto al resto de naciones en vía de desarrollo lograran aquel flujo
formidable de capital que fomente el crecimiento?.
Indudablemente no alcanzarían los recursos
naturales del mundo para abastecer la demanda de millones de personas.
Actualmente, los pocos países
desarrollados que persisten aún en la geografía planetaria, han agotado sus
propios recursos naturales y abastecen sus demandas de las precarias economías
subdesarrolladas.
Es así que el consumo de un
norteamericano quintuplica el de un consumidor argentino de clase media. Por
ello, es tan necesario para el gran país del Norte el abastecimiento permanente
de parte de los países pobres, que justamente obtienen escasa retribución por
sus recursos primarios, para que la marcha de la economía desarrollada se
sostenga en el tiempo.
No sería viable el planeta si
los países pobres se recuperaran y aumentaran su producción industrial
utilizando sus propios recursos primarios. Dejarían de abastecer al mundo
desarrollado y por ende, la ecuación no cerraría para ellos, que se quedarían
sin materia prima para su propio bienestar.
Por ello, creernos que la teoría
que dice que el mundo desarrollado ingresa su capital para contribuir a mejorar
nuestras pobres economías es un mito. Y el sostenimiento de ese mito por parte
del gobierno es una estafa.
Para que un Modelo de Desarrollo
se sostenga en el tiempo, debe haber si o si un Modelo de Subdesarrollo que
posibilite que el esquema funcione.
Eros y Tanatos, dijo Freud. El
Yin y el Yang de los chinos. El aporte sobre las Contradicciones de Mao. Si me
permite, hasta la Tercera Posición de Perón.
Varias teorías lo explican.
Sin el subdesarrollo, el mundo
desarrollado no tendría condiciones de viabilidad. Medítelo por favor. El
argumento del gobierno actual tiene un horizonte pobre y pequeño para el país,
pero elevado y generoso para un sector social que no parará de enriquecerse.
Para eso ocuparon el gobierno, acompañados por el voto de miles que sólo tenían
que detenerse a pensar en todo esto y sin embargo tomaron el camino del Cambio,
propuesto por los grandes Medios de Difusión, que también, como dijera Miguel
de Cervantes Saavedra, están haciendo su agosto.
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