¡Un Perogrullo a la
derecha!.
por Alberto Carbone
El Perogrullo es la obviedad. Muy pocas cosas suceden
en la Argentina sin que lo obvio se manifieste.
El Poder Real está consolidado.
La opinión pública está cooptada.
Los jóvenes-viejos, que seríamos nosotros parecemos
resignados y la juventud, parece que irremediablemente ha perdido su
posibilidad de construir el futuro.
Si nos limitamos a
investigar en la Historia Argentina , tratando de identificar entre nuestros
connacionales a aquellos personajes que ciertamente no han estado a la altura
de su pundonor como responsables del Poder Ejecutivo Nacional, nos
encontraremos con variados ejemplos, más de los que imaginamos. Tanto es así,
que para mejor organización del pensamiento, sería más oportuno y recomendable, integrar a cada una de estas personalidades
de acuerdo con la Centuria en la que han estado al mando y control de las
decisiones políticas de gobierno.
Esta circunstancia nos ha
acontecido en todos los niveles del Poder Ejecutivo.
Diversos individuos han
ocupado el cargo de responsabilidad,
munidos de la suficiente necedad como para considerar que su preparación
intelectual estaba acorde con la función a desempeñar.
Pero lo cierto es disímil y
la verdad es Perogrullo.
Cuando los Grupos de Poder
Concentrado se apoderan de los resortes de control del Sistema Democrático,
determinando el nombre de quien tendrá la responsabilidad de ocupar el sitial
de honor como candidato a la máxima magistratura del país, los verdaderos
líderes nominan al personaje de quien están absolutamente convencidos que
actuará en función de sus intereses de Sector y en favor de garantizar la
permanente acumulación de ganancias y la consabida amortización surgida de la
inversión generada a través de una erogación efectiva para solventar la campaña
política de su celebridad.
Un pobre personaje, pobre de
humanidad no de bolsillo, rescatado a veces del anonimato, o referenciado con
la propia élite y seleccionado específicamente para aquellas lides.
No le interesa especialmente
al Sector de Poder que la persona ponderada se haya preparado intelectualmente.
Ni siquiera le parece importante su nivel de inteligencia o su nivel de
estudio.
Todavía el dinero abre
muchas puertas que invariablemente aparecen en un primer momento como herméticas.
El dinero bien utilizado es
capaz de adquirir titulaciones universitarias. La de Ingeniero por ejemplo.
Durante este Siglo, el país
votó para Presidentes a personajes que no eran capaces de hilvanar dos frases
seguidas, impotentes para hacerse entender a través de la lectura en voz alta,
discapacitados para coordinar ideas ante una simple y amena charla televisiva
con un presentador especialmente compaginado en base a preguntas y respuestas
pre elaboradas.
Sin embargo a ese tipo de
personas las ha votado la gente y aún en la actualidad, después del paso del
tiempo inexorable, que ha puesto en evidencia la falta de capacidad, la
vergüenza internacional, la sinrazón de quien representando al país en el
exterior ha banalizado la realidad o ha proferido banalidades.
Aun así, estimado lector, un cuarenta por
ciento del electorado ¡los volvería a votar!.
Es que nos hemos
transformado en un país de Perogrullo.
Es una obviedad que quienes
tienen el Poder Real, sean a la vez hábiles prestidigitadores y muevan los
hilos suficientemente bien como para que todos pensemos que los valores de
Verdad, Justicia y Ética se deletrean en sus páginas y se suceden a través de
sus deseos y voluntades.
Claro. Uno puede preguntarse
entonces.
¿Pero aquel cuarenta por
ciento de referencia, es estúpido, pero quien escribe esta columna es
inteligente y esclarecido?
Y la respuesta es NO.
Porque al caracterizar la
situación nacional, no estigmatizo como estúpido a nadie.
Solamente estoy haciendo
referencia al concepto de ignorancia.
¿Cuál es el problema en
realidad entonces?
Me da la sensación, estimado
lector, que el cuarenta por ciento de Clase Media que vota por los intereses de
la Clase Social más alta, se ha acostumbrado, ha normalizado el discurso de los
Medios de Comunicación dominantes.
Ese alto porcentaje del
Padrón Nacional al que hago referencia, se persigna ante la posibilidad de que
gane las elecciones el Populismo, porque lo estigmatiza como sinónimo de mala
palabra, referenciándolo con la descripción que hacen de él los mismos Medios
Masivos de Comunicación sustentados por el dinero de los grupos sociales más
afortunados.
Esa Clase Media, que no
pertenece al grupo selecto en cuestión, es convidada a sentirse parte
integrante de la alta sociedad, es atraída con guiños de complicidad a
compartir gustos, sabores, melodías, elecciones políticas y a través de esa
caricia del alma, se le comparte también el odio por los sectores más humildes
de la población, a cambio solamente de ser aceptados en las mismas verbenas de fina
cortesía y distinción, pero sin abonarles la invitación.
Para colmo de males, como
toda esta descripción está signada por el concepto de ignorancia, la Clase
Media reniega de referenciarse con ese epíteto y se protege a través de la
compulsión al sentimiento de necedad.
Porque en nuestro país, el
concepto de ignorante es considerado mala palabra.
Podríamos describirlo como
un tema de cuño cultural.
El los EE.UU de América, por
ejemplo, identificar a una persona como “stupid” sigue siendo el peor de los insultos.
También es un tema cultural.
En la Argentina en cambio,
como sabemos, no sucede de la misma manera, existen otros calificativos
considerados más ofensivos que la palabra estúpido.
Sin embargo, como
diferencia, en nuestro país el concepto “ignorante” es verdaderamente gravoso.
Muy grave para la Clase
Media justamente, imbuida en aquel afán de superación descrito por la
mentalidad del inmigrante de principio de Siglo XX.
“M’hijo el Dotor”. Es la
obra teatral escrita por el uruguayo Florencio Sánchez en el año 1903. Época
fundacional del país, etapa expansiva de la inmigración.
Un
asombroso y fenomenal incremento de la población que impulsó la
radicación definitiva de miles de familias europeas de todas las regiones.
En la actualidad, sus
descendientes, identificados con los grupos de Poder Político y Económico, que
en el origen fueron explotadores de sus ancestros, rechazan a los sectores
pobres y marginan a quienes todavía no lo son.
Y sabe una cosa. Un cuarenta
por ciento del Padrón Electoral es mucha gente.
Con esos votos granjeados
por quienes están decididos a privatizar todos los resortes productivos
nacionales, menos la tierra que es de ellos, ¡por supuesto!, se abandonaría
definitivamente cualquier intento de autonomía nacional.
Así estamos.
Es una Verdad de Perogrullo,
pero creo necesario repensarla.
Para no resignarse a que
pasen cosas inevitables y tengamos que volver a decir esa famosa frase
Cervantina:
“Cosas Veredes Sancho”