domingo, 15 de abril de 2018


La vida con él

Por Alberto Carbone

 

Hace más de dos años escribí una nota titulada “la vida sin Ella”. Allí, hice referencia a los cambios que podrían producirse con la llegada en el mes de diciembre de un presidente y una organización partidaria totalmente distinta a la que había dirigido el país hasta entonces.

Identifiqué las diferencias entre ambas propuestas, recordé que se trataba de la primera vez en nuestro país, que un primer magistrado se retiraba del cargo con tan alta ponderación por parte de la sociedad y aventuré toda suerte de vicisitudes analizando la sonora discrepancia que convive y lucha en el seno social, lo que casi inmediatamente muchos divulgadores definieron como “grieta”.

Y al final pasaron muchas cosas. Suficientes como para juzgar que la propuesta de país evidenciado por los triunfadores de entonces, ha modificado de raíz al proyecto de la anterior administración.

Hoy, la Argentina no es la misma que había en 2015. Lo que supo identificarse como un territorio que erguido y de pie ocupaba escaños en las organizaciones internacionales para defender su autonomía, llevando la voz de la unidad latinoamericana como instrumento de cohesión contra los intereses de las Corporaciones ha sido derrumbado.

Hoy, el gobierno “Macriano” conspira contra el crecimiento de la industria local, amparado en la precaria convicción del elevado costo real del salario de los trabajadores y a manera de remedio, provoca la apertura de las importaciones, con la escaza racionalidad de quienes no conocen o no entienden la economía global, de que esos bienes importados más baratos, abaraten la economía local y mágicamente caiga la inflación.

No hace falta ser un erudito en materia de números para saber que esa aseveración es una falacia. Yo, sin embargo, no me voy a detener en vilipendiarla, por dos razones: la primera es que ya he escrito alguna vez sobre el tema y la segunda, que en esta oportunidad, estos renglones son motivo de otro tema.

Como dijera más arriba, el motor del “cambio” se veía venir con el triunfo “Macriano”. Tengo para mí, como demasiado evidente que un presidente representante de intereses económicos propios y acompañado por un séquito de pares, sólo iba a ejecutar acciones tendientes a robustecer y a consolidar su situación de dominio. Ese es su beneficio. Esa su convicción. Con el aporte invaluable de un elenco de funcionarios menores, entre quienes se cuentan los honorables diputados y honorables senadores que le han votado todos los desmanes, y que están allí aunque no pertenezcan a su misma calidad social, pero haciendo bien los deberes para granjearse la confianza de quien manda.

Por eso cuando ahora muchos comunicadores advierten respecto de que “la economía no arranca”, o que “el gobierno no acierta con la política”, yo les contesto, modestamente, que también ahora están equivocados.

Estimado lector, el gobierno Macriano es un éxito.

Esta administración ha logrado situaciones que van a quedar en la historia de nuestro país.

La primera: Haber incorporado al país dentro del circuito económico capitalista en posición de perdedor, lastimosa tercera línea en el grupo de países que esperan el favor de los grandes y se encolumnan en silencio, congraciándose con el superior, sin discutir decisiones.

La segunda: Haber logrado convencer a todo un público, que a la sazón resultó mayoritario en el conteo de votos, de que la primera situación era la única salida posible para resolver las denominadas atrocidades del gobierno anterior.

Por lo antedicho, por lo menos, a esta administración podemos catalogarla como exitosa. Sólo los gobiernos militares avanzaron tanto en el desmantelamiento del país. Pero ellos tenían la justificación de la fuerza. Cambiemos lo ha logrado con la ley del voto democrático y con la complacencia de quienes lo han votado, y hoy están peor que hace dos años, pero la tozudez, la ignorancia o simplemente la ideología, no les permite reconocerlo.

Por ello, “la vida con él” es la vida que se ha ganado la mayoría de los votantes. Era claro para quien quería interpretar la realidad, que con el advenimiento de Macri se configuraba un cambio de época. De allí “cambiemos”. Este es el cambio anhelado por ellos y para ellos. Era el único camino posible para quienes necesitaban recuperar su lugar privilegiado en la escena nacional.

El problema es que ahora este negocio del cambio para beneficiar sólo a ellos, lo estamos pagando todos. Aún aquellos que habían advertido de que se trataba la estafa.

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