NOCHE TRISTE
Introducción
por Alberto Carbone
No parece existir la
posibilidad de medir triunfo alguno en las relaciones humanas, si ensimismados
detrás de aquella pertinaz interacción no se pone en juego, de alguna manera,
la estrategia por la dominación.
La civilización ha
atravesado miles de años y ese derrotero que se ha desplegado a través de la
incansable sucesión de siglos, nos ha demostrado que independientemente del
sistema económico establecido en cada época, la tenaz lucha del ser humano
contra sí mismo ha guardado significativas similitudes.
Desde la antigüedad más
remota hasta la consolidación del sistema capitalista el hombre se ha
constituido en el lobo del hombre.
Con respecto al tema que nos
ocupa, podríamos decir que es imposible argumentar respecto de la campaña de
colonización española en América, en favor o en contra, sin tener en cuenta las
apetencias reales de quienes comprometieron su rol protagónico en la escena.
Sin aquel contumaz deseo de
conquista y dominación desplegado por los europeos, sin ese afán de lucro desmedido
y de accionar impune, sin aquella avidez desproporcionada por satisfacer sus
apetencias más aletargadas, quizá España no hubiera obtenido resultados tan
rápidos y enérgicos sobre el teatro de operaciones.
Esa actitud procaz,
licenciosa, propia de quienes se sentían con fueros suficientemente inmunes y
con derechos naturales para resolver, hacer y deshacer sobre la vida y hacienda
de los naturales, desembocó en esta historia humillante y desangelada, por la
cual millones de almas se vieron envueltas en el juego y en la satisfacción de
cientos de peninsulares que con la valiosa imagen de la Cruz y de la Iglesia y
la efectiva reacción de la espada y el arcabuz, demostraron que podían hincar a
toda América de rodillas.
Pero
esta historia, larga y penosa, desarrollada y extendida durante más de tres
siglos, permanece colmada de episodios ambivalentes. La Noche Triste, por
ejemplo, fue como se dio en llamar a la narración histórica de una derrota. ¿O
podíamos llamarla una derrota histórica?.
Las más apropiadas
definiciones o juegos de palabras que se ponen en contexto con respecto a la descripción de un
acontecimiento parecieran jugar un rol preciso dependiendo de quién sea el que
los describa o mencione.
Fue cierto, al menos todos
los protagonistas coincidieron que era de noche y muy triste resultó por otra
parte para sus narradores.
Había caído derrumbado el
poder imperial europeo en aquella región americana por el impulso decisivo de
millares de indios que no toleraron más tanta presión, tanta impunidad y tanta
injusticia.
Noche lluviosa y oscura,
saturada de humedad, de neblina. Triste también porque fueron derrotados,
tuvieron que huir, escondidos, sigilosos, cobardes, quienes hasta ese
momento triunfadores y después asediados por la realidad, habían dejado de
escribir su historia colmada de victorias.
Sabían que esa noche tenían
todo para perder. La vida misma entre otras cosas. Pero en aquel momento había
algo que valoraban más que su propia humanidad, no querían extraviar la pequeña
fortuna que creían haber acumulado.
Se lanzaron a las calles
entonces, huyendo descontrolados y cargados de piezas de metal, calculando que podrían
hasta regresar a España con algún beneficio.
En ese andar torpe y
descompasado se les caían en el camino pequeñas y medianas mercancías de oro
puro que no fueron capaces de dejar en su estancia de reclusión y con las
cuales llenaron sus alforjas.
La pérdida de aquella carga también
constituyó una derrota.
Muchos no lo notaron, envueltos como estaban
dentro de aquel gigantesco impulso arremetedor, porque también iban extraviando
sus propias vidas.
Los naturales habían
decidido que todos deberían perecer.
Probablemente, esa
convicción aborigen se haya constituido en el compromiso tácito más claro y
definitivo en la historia de la conquista. Un juicio categórico. Los españoles
no deberían haber ingresado jamás al continente, así pensaban los líderes
mexicas que entusiastas habían expulsado a los extraños. Con ellos había
llegado la muerte sin causa, la obsesión por el oro, la avaricia, la gula, la
desesperación por las mujeres, la imposición en creencias inauditas, la
ambición por el territorio.
Por otra parte, también era
cierto que los aborígenes náhuatl creían tener derecho a la expansión, a
subordinar aldeas, a incluir en el reparto del mantenimiento del imperio a
otras comunidades que formaran parte de su Altépetl.
Esa dependencia política y
económica que explotaba Tenochtitlan con sus suburbios, confluyó en la presión
que originó el levantamiento y el apoyo de aquellos grupos de aldeanos a los
extranjeros, quienes con falsas promesas o a la fuerza, los habían incluido
como motor de combate contra la comunidad mexica.
Cuando Moctezuma les
permitió el ingreso a la ciudadela, no fue a raíz de un acuerdo generalizado
entre sus dignatarios, muchos integrantes de aquellos grupos recelaban respecto
al proceder español.
La matanza del Templo Mayor,
fue la gota que rebalsó el vaso y los sucesos en la Noche Triste, su corolario.
Probablemente, una buena
relación de los aztecas con sus comunidades vecinas, hubiera posibilitado que
la recuperación de Tenochtitlan por parte de los españoles jamás hubiera
acontecido en los términos en que ocurrió.
Pero de todas formas aparece
como improbable que no hubiera ocurrido en algún tiempo más. España estaba
afincándose cada vez en mayores regiones del continente. Es muy verosímil que
el rumor respecto del enorme flujo de oro que circulaba en México se hubiera
extendido sobre América, de la misma forma que se habían ventilado los jugosos
beneficios en metálico que obtenían los europeos en Perú. Es dable pensar que
se hubiera proyectado una unidad de fuerzas de todos los peninsulares, con el
objeto de promover una estrepitosa derrota dentro de la sociedad náhuatl.
La Noche Triste entonces,
fue lo que fue. Un capítulo menor dentro del gigantesco rumbo descarnado que
había tomado España en América.
Un rumbo feroz, sin
miramientos, destinado a la conquista total de esas regiones y al triunfo
palmario y definitivo de una nueva concepción de la economía y de la sociedad en
el mundo.
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