El Retorno del general Perón
17 DE NOVIEMBRE DE 1972
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Yo adivino el parpadeo de las
voces
que a lo lejos van marcando mi
retorno
Perón-Rucci-Abal Medina
Por Alberto Carbone
El general Onganía había fracasado estrepitosamente. Pretencioso, había estimado la eternidad para su mandato y aguantó sólo cuatro años en el cargo.
Los militares resolvieron convocar a Levingston para la
transición democrática. No por casualidad. Un general opaco, mediocre, pero tan
falto de sentido común como cualquier otro oficial de la época, efectuó una
lectura equivocada de la realidad, creyéndose un legítimo salvador, capaz de
intimidar a sus pares, con quienes se distanció, y de eclipsar a la clase
política, apartando de un plumazo a los miembros del grupo que conformaba la “Hora
de los Pueblos”. Al fin, otro escenario popular callejero, el
posteriormente denominado “Viborazo”, último estertor del “Cordobazo”,
movimiento que expulsara del Poder a Onganía, echó por tierra las
veleidades de Levingston, de estadista genial.
En realidad había un hombre fuerte en la Fuerzas Armadas. El
general Alejandro Agustín Lanusse, quien se
decidió a asumir la presidencia. Dicen algunos que para que las cosas salgan
bien las tiene que hacer uno mismo. Parece que don Alejandro Agustín lo
advirtió y puso manos a la obra, el 26 de marzo de 1971.
Lanusse tenía una estrategia. Las anteriores, basadas en la proscripción
del Peronismo, habían fracasado. Evidentemente, la “idea lanusseana”
era instalar un civil en la Rosada con acuerdo peronista, pero un civil que no
se apellidara Perón.
Mientras tanto, el propio Perón
ampliaba su base de apoyo político entre los sectores medios y estudiantiles.
La retirada decorosa del gobierno militar no cuajaba con la impresión que los
jóvenes tenían de los uniformados.
El nuevo Presidente entonces, mucho
más inteligente que sus predecesores, lanzó el Gran Acuerdo Nacional
(GAN), promoviendo solapadamente que el Peronismo admitiera que el gran
candidato de la unidad nacional fuese un civil no peronista o el propio general
Lanusse. Como muestra de lo que suponía expresión de consenso, nombró a
un radical como ministro del interior, el Dr. Arturo Mor Roig, quien
comenzó a reunirse con el delegado personal de Perón, Jorge Daniel Paladino.
Para Lanusse, el pacto con Perón
sería efectivo. Durante meses se mantuvieron reuniones secretas, en la que
participaban también el embajador argentino en España brigadier Jorge Rojas
Silveira y el coronel Cornicelli. Mientras tanto Lanusse
restituyó al Líder el grado militar, los sueldos adeudados y cerró las causas
judiciales abiertas desde el año 1955.
En el mes de febrero de 1972, Perón
expuso una nueva tesis titulada “La única verdad es la realidad”,
reclamando el llamado urgente a elecciones para comenzar a reconstruir el país,
que describía como en ruinas. Propuso la inmediata reducción impositiva, la
promoción del crédito, la protección urgente de la industria nacional, la
elevación del salario. Advirtió que las Fuerzas Armadas estaban acorraladas y
que la intención de proscribirlo como candidato sería inútil.
Casi inmediatamente tomó la iniciativa
respondiendo con dos decisiones. Primero reemplazó a Paladino por Cámpora
como delegado personal, con la seguridad de que el viejo dentista don Héctor,
antiguo militante y diputado de la primera época, cambiaría este favor con
lealtad absoluta, Esa cualidad de la que el líder dudaba de Paladino y
segundo eligió a Julián Licastro y a Rodolfo Galimberti como
delegados de la juventud, sector social cada vez más amplio y militante dentro
de la esfera partidaria.
Comenzaría una época de fusión
juvenil, de integraciones y distanciamientos, que reservaremos para analizar en
otro momento puntualmente y que su desarrollo motivara altibajos en la relación
entre esos muchachos y su viejo líder, divergencias de diversa índole de las
que ambos protagonistas son responsables por acción y por omisión. Pero digamos
que a partir de ese entonces se fueron gestando distintos sectores juveniles
con variadas intencionalidades, que al parecer el propio Perón dejó
fluir en la certeza personal de que una vez en el gobierno podría
disciplinarlas.
Para mediados del año 1972, Perón
declaró a la prensa el hostigamiento del gobierno de facto, que le proponía que
no fuese candidato y hasta divulgó la intención de ofrecerle dinero para que se
autoexcluya de la contienda electoral. Tenía cintas grabadas de cada
conversación. La situación dio un vuelco, Lanusse lanzó su ofensiva
abierta y descarada contra el viejo líder, primero se autoexcluyó como
candidato él mismo y segundo anunció que a partir del 25 de agosto de 1972,
cualquier candidato a Presidente de la República debería fijar residencia en
nuestro país. Como por otra parte presumía que el viejo caudillo, tanto tiempo
exiliado, aún en el triunfo no sería capaz de acumular una diferencia amplia de
votos, estableció que para ganar, el primero debería poseer más del cincuenta
por ciento de los votos legítimamente emitidos o de lo contrario someterse a
una segunda vuelta electoral. Procedimiento nuevo en Argentina y especialmente
dirigido a problematizar el triunfo Peronista en caso de acontecer.
Por supuesto que Perón rechazó
de plano esta nueva instancia de la que se burló con sorna.
Lanusse continuó con su metodología de golpear antes y propuso ante los
medios de difusión la oferta de enviarle un pasaje de avión al líder para que
llegue en tiempo y forma antes de la fecha prevista, advirtiendo que de no ser
así quedaría plasmado en forma incontrastable que a Perón no le daba el
cuero para volver.
La situación estaba cambiando
rápidamente. El gobierno de facto se mostraba incapaz de enfrentar a los grupos
guerrilleros que paulatinamente ganaban en confianza a través de distintos
operativos. El ERP secuestraba empresarios y los Montoneros y las
FAP arreciaban contra la oficialidad del Ejército. Un grupo de detenidos
de ambas Organizaciones en el Penal de la ciudad de Rawson, tomaron las
instalaciones y se fugaron más de veinte guerrilleros. Una mala sincronización
entre ellos y los que ayudaban fuera del penal, impidió que todos llegaran
juntos al Aeropuerto local y el avión preparado para la fuga partió con sólo
seis personas hacia Chile. Los diecinueve que se apostaron en el edificio
pactaron su entrega a través de los medios de prensa y con la palabra del juez
especialmente citado para ese convenio.
Posteriormente, la investigación de
los hechos demostró que todos los detenidos recuperados fueron pasados por las
armas, sólo sobrevivieron tres, quienes informaron minuciosamente sus vivencias
a una sociedad profundamente indignada por lo sucedido.
El Partido Justicialista cedió
un local para velar a tres de los ajusticiados, pero las fuerzas del gobierno
reprimieron salvajemente en el lugar, procediendo al secuestro de los
cadáveres.
Perón decidió finalmente retornar al país como prenda de Paz, con fecha 17
de noviembre, promoviendo un Programa consensuado con la CGT y la
CGE denominado de Reconstrucción Nacional. Formación del Consejo
Económico y Social y la libertad de los presos políticos y gremiales.
Aquel 17 de noviembre, el
gobierno de Lanusse cerró todos los caminos que conducían al
Aeropuerto de Ezeiza, con más de treinta y cinco mil efectivos, tanques y
camiones del Ejército.
La militancia Peronista de cuño
gremial y juvenil decidió enfrentar aquellas barreras humanas. Un día frío y de
lluvia, que sin embargo estuvo engalanado por la voluntad de miles que
avanzaron con tenacidad sobre la imposición y la negativa.
Perón fue alojado en el Hotel del Aeropuerto Internacional, pero
destrabó ese entorno gracias a la presión de la gente alrededor del edificio.
Ya en su casa de la calle Gaspar Campos, advirtió el temor del Ejército hacia
su persona, cuando inmediatamente de su llegada se apoltronaron allí los
tanques y los miles de guardias con carros de asalto.
Perón permaneció en el país casi un mes. Todos los días miles de
peronistas llegaban a Vicente López a expresarle su cariño.
Otra etapa política y social de
ribetes insospechados estaba comenzando en la Argentina. Una historia llena de
claros y oscuros se abriría en el futuro de la Patria.
Perón, ese líder místico, y casi profético, el “esperado”, había
retornado. Una inmensa masa anónima, reflejaba su felicidad con lágrimas, esas
mismas que habían vertido más de una vez, ante la pérdida de tantos militantes
que habían entregado su vida por esa Causa. Perón había vuelto para
apagar las llamas de una Nación, que lo había estado esperando como al Gran
Hacedor, para componer definitivamente las amarguras de un pasado
oprobioso.
La Patria de Perón era la Patria
Redentora. Ese Milagro de carne y hueso que el tiempo y los hechos
posteriores se encargarían de demostrar su exactitud.
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