domingo, 26 de mayo de 2013

masacre de junio 1956

EL BOMBARDEO A PLAZA DE MAYO EL 16 DE JUNIO DE 1955





 por Alberto Carbone





"Soy el muerto que vive"
El único sobreviviente del trolebús 305

Benito Lemos tenía 26 años el 16 de junio de 1955, cuando la aviación naval bombardeó Plaza de Mayo para matar a Perón. Lemos viajaba en el trolebús 305, alcanzado por la onda expansiva de la primera bomba de fragmentación que cayó cerca. Las crónicas lo dieron por muerto, como al resto de los pasajeros. Medio siglo después, se animó a contar su historia.

Estaba en la esquina justo de la Casa de Gobierno. En el Bajo e Hipólito Yrigoyen. Saco la foto de un muerto, pero cuando me doy vuelta veo lo del trolebús, que estaba, bajando, unos diez metros. Llego ahí y empiezo a sacar la primera foto cuando veo dos tipos tirados adelante y la cabeza colgando. Subí al trolebús, que era un charco de sangre, los zapatos se me habían llenado de sangre. No se incendió. Los mató la expansión de la onda explosiva, los reventó, murieron reventados. Creo que había, grosso modo, unos sesenta y cinco cadáveres. No se salvó nadie, nadie." (Relato de Luis Elías Sánchez, fotógrafo del diario Noticias Gráficas en junio de 1955, citado en el libro El día que bombardearon la Plaza de Mayo del periodista Alberto Carbone).

El 17 de junio de 1955, un día después del bombardeo, el diario Democracia dio el nombre de Lemos en la lista de muertos. No hubo tiempo para que Lemos aclarara las cosas. Había sido el primero en llegar, refiere, a la Asistencia Pública. Lemos recuerda: "Mirá qué raro —decían las enfermeras—: tiene esquirlas en la planta del pie y no tiene roto el zapato. Las enfermeras tenían miedo... Poco después me llevaron al Hospital Durand. Allí entonces comencé a estar vivo para las listas de heridos. Estuve internado tres meses."


¿Qué recuerda de sus compañeros de viaje? Nada, dice. ¿Qué pensó en ese momento? "Supe que si no salía de allí podía prenderme fuego." Lemos confiesa que en esos tres meses de internación no podía dormir. Pensaba que haber estado despierto lo había salvado de morir quemado dentro del trolebús. Entonces, no dormía. Durante años, tuvo pánico: debía viajar cerca de una puerta.

El 16 de junio de 1955

El bombardeo a Plaza de Mayo


Un jueves plomizo y frío 34 aviones, en su mayor parte de la Marina, bombardearon Plaza de Mayo para matar a Perón y a quienes estuvieran allí entre las 12.40 y las 17.50. Se estima que hubo 364 muertos y más de 800 heridos.
Perón había decidido, a pesar de la crisis económica, mantener a raja tabla el porcentaje más alto de distribución del ingreso en toda la historia latinoamericana: hacia mediados de 1955, la participación de los trabajadores en el PBI era cercana al 53 por ciento. En el frente militar, Perón lograba hacia abril de 1955 mantener la hegemonía, no sin fracturas en Ejército y Aeronáutica pero el 90 por ciento de la Marina era católica y antiperonista.

La preparación del golpe cívico-militar se puso en marcha ese abril. Las razones de fondo eran económicas, pero las de superficie fueron políticas:
La conspiración que terminará con los bombardeos en Plaza de Mayo comenzó a principios de 1955, pero recrudeció en abril de ese año. El capitán de Aeronáutica Julio César Cáceres admitirá que el capitán de Fragata Francisco Manrique era el encargado de reclutar para la rebelión entre los marinos. Que se reunían en una quinta en Bella Vista, propiedad de un tal Laramuglia, no sólo Manrique, sino también Antonio Rivolta del Estado Mayor General Naval; el contralmirante Samuel Toranzo Calderón, jefe del Estado Mayor de la Infantería de Marina y los jefes de la aviación naval en la base de Punta Indio, los capitanes de fragata Néstor Noriega y Jorge Bassi, así como el jefe del Batallón de Infantería de Marina B4 de Dársena Norte, capitán de navío Juan Carlos Argerich. El jefe de los marinos sería Toranzo Calderón. Los civiles, por su parte, sabían que sin contacto con el Ejército cualquier sublevación fracasaría. Uno de los líderes del nacionalismo católico, Luis María de Pablo Pardo, fue el enlace de Calderón con el comandante del III Cuerpo con sede en Paraná, el general León Bengoa, que está "con el movimiento". Pardo también hace de enlace con los capitanes de la Base de Morón de la Fuerza Aérea y el comandante de Aviación Agustín de la Vega.

Al tanto de la rebelión estaban el ministro de Marina, contralmirante Aníbal Olivieri, el vicealmirante Benjamín Gargiulo, y los tenientes primero de navío Emilio Eduardo Massera, secretario de Olivieri, y sus ayudantes Horacio Mayorga y Oscar Antonio Montes, entre otros. También, los generales Pedro Eugenio Aramburu y Bengoa. Desde los civiles, con Pardo conspiraban en un mismo bando radicales como Miguel Ángel Zavala Ortiz, conservadores que respondían a Adolfo Vicchi, y socialistas de Américo Ghioldi, entre otros. ¿Cuál era el plan de la sublevación si lograban matar a Perón y alzarse con el poder? Según el testimonio del aviador Cáceres: "Se planeaba armar una junta de gobierno en manos militares, con ministros civiles como Vicchi y Ghioldi y Zavala Ortiz. Y que luego de consolidado el país se llamaría a elecciones". Un plan que se repetiría en cada golpe militar del siglo.

Mientras esto ocurría en las sombras, en esa semana de abril de 1955, el gobierno propuso pasar el día de la Bandera al 18 de octubre. Fue, para los nacionalistas, un nuevo agravio. El momento de acelerar el golpe ocurrió luego de la manifestación de Corpus Christi que puso en la calle a unos 200 mil católicos opositores al gobierno. La manifestación fue prohibida por el ministro del Interior Ángel Borlenghi. Esto enfureció más a los católicos. El gobierno detectó la conspiración esa semana. Creyó ver en dos religiosos como monseñor Manuel Tato y Ramón Novoa los vínculos entre militares y civiles golpistas, que a esas alturas eran muy numerosos. Borlenghi decidió su arresto y expulsión a Roma. Los líderes de la rebelión supieron que el 16 serían detenidos igualmente. Deciden, entonces, que bajo el pretexto de un "desagravio a la bandera" una flota de aviones sobrevuele la Catedral metropolitana. Era la señal para el ataque contra Plaza de Mayo. Toranzo da la orden sin saber que llegaba una comunicación de Roma: Perón había sido excomulgado por el Vaticano.
Las crónicas abundan en detalles de aquel ataque sangriento que comienza con la descarga de dos bombas por parte de Noriega a las 12.40 y se sucede en tres oleadas hasta las 17.45. Muchos aviones llevaban inscripta esta sigla: "Cristo Vence". Perón era, a esa altura, el anticristo. Pero el movimiento fracasó: Perón logró fugar a los subsuelos del edificio sede del Ejército, hoy Libertador, reunido con los ministros de Guerra, Franklin Lucero, el almirante fiel Ramón Brunet, el jefe de la Aeronáutica, brigadier Juan Ignacio San Martín y el general Arnaudo Sosa Molina y Juan José Valle, que negociaron la rendición de los marinos atrincherados en el Ministerio de Marina, luego de numerosos tiroteos, de la avalancha de camiones de la CGT con obreros armados con palos y cuchillos, de la columna de motorizados que acompañó el asalto final al edificio de la Marina. Unos 90 aviadores— entre los cuales estaba el teniente de navío Carlos Alberto Massera, hermano de Eduardo Emilio— y Zavala Ortiz parten a Uruguay, donde son asilados por el gobierno de Luis Batlle. El ministro de Marina Olivieri, Toranzo Calderón y Gargiulo se habían entregado a los generales Sosa Molina y a Valle

A las 23 del 16 de junio se reunió el Consejo Supremo. El tribunal comenzó a sesionar el 17. Olivieri nombró al vicealmirante Isaac Rojas como defensor. Toranzo Calderón, al contralmirante Teodoro Hartung. Ese mismo día fueron indagados Eduardo Massera, Mayorga y Montes. Al día siguiente, Toranzo Calderón y Olivieri. Entre los testimonios más significativos se encuentran también los de los leales Brunet, Sosa Molina y Valle. El testimonio de Massera, un oficial de 29 años, revela quizá mejor que ninguno la mendacidad de los conjurados. Massera se transformó en la pieza clave de enlace con la ESMA, para el asalto de la infantería de marina de Dársena Norte a cargo de Argerich sobre la Casa de Gobierno. El tribunal no le creerá una palabra.
El testimonio de Toranzo Calderón fue del mismo tono. Admitió sin embargo su responsabilidad parcialmente. "Pensé que estaba defendiendo la libertad de mi patria donde había muchos comprometidos", dijo. Pero se negó a dar nombres. Y culpó del bombardeo a Plaza de Mayo a Gargiulo. Pero Gargiulo ya estaba muerto, como le informó Rojas a Calderón en medio del interrogatorio, para que culpara a un muerto. El jefe del EMGM se había suicidado esa madrugada en su oficina del edificio Libertador, donde permanecía detenido e incomunicado como los otros jefes de la rebelión. La declaración de Olivieri es, tal vez, la más profunda y comprometida porque expresa la mentalidad de la rebelión. Explicó por qué había dejado de ser peronista: "Me hice peronista cuando creí ver que ese movimiento se construía sobre las bases de Dios, Patria y Hogar pero se desvirtuó". Luego dijo: "Mi lealtad al presidente fue superada por un estado de ánimo de lealtad a mi patria, a mi bandera, a mi Dios". En agosto fueron condenados a destitución e inhabilitación y prisión los cabecillas de la rebelión. Ningún civil fue condenado. El golpe contra Perón en septiembre de 1955 modificó esos destinos. Rojas, desde la Flota de Mar amenazó con bombardear el puerto de Buenos Aires si Perón no renunciaba. La Revolución Libertadora dio a Hartung el cargo de Ministro de Marina hasta 1958. Aramburu fue el Presidente desde noviembre de 1955. Toranzo Calderón, embajador en España; Olivieri, ante la ONU. Vicchi, embajador en EE.UU. Montes fue Canciller de Videla. Massera, jefe y líder de la dictadura de 1976.

El bombardeo a Plaza de Mayo, ahora lo sabemos, inauguró las décadas más violentas de la historia argentina.



 

 “TIRABAN LA BOMBA Y SE ESCAPABAN”
José Azcurra, es sobreviviente del bombardeo que la Aviación Naval realizó el 16 de junio de 1955 sobre Plaza de Mayo. Aquel día era un joven de 29 años que acudió a la Plaza a defender un gobierno que consideraba suyo. Hoy pertenece al sindicato de Farmacia y relató al programa Primeras Luces de Radio Nacional sus vivencias de aquel día.

Ver la gente muerta, el trole destrozado por la bomba...

Veíamos una impunidad de los tipos que tiraban desde arriba...nosotros no teníamos nada. Habíamos concurrido a la Plaza en defensa del sistema peronista, pero de ninguna manera podíamos contra los tipos que tiraban desde los aviones...era imposible.

Fuimos a una armería a buscar armas y dejamos los datos nuestros, fuimos un poco ingenuos... al otro día nos citaron de la policía para que entregáramos los revólveres que habíamos sacado.

Luego caminando, caminando, encontramos un general y le pedimos armas y no nos dio tampoco. En ese momento llegó un tanque al que se le cayó una ametralladora, pero ninguno de nosotros sabía usarla, porque las ametralladoras de los tanques son muy especiales.

Al caminar y andar por ahí vimos una cantidad de camionetas, frente al Banco Crédito.

Por la calle Yrigoyen al lado de la casa de Gobierno es donde más tiraron. Ellos decían que querían matar a Perón. Matar a Perón de esa forma, no creo que fuera posible; la cuestión era darnos a nosotros un ejemplo de lo que podía pasar.

Las bombas que eran nuestras, aviones que eran nuestros, combustible que era nuestro, lucharon para bombardearnos a nosotros, fue terrible.

Pasaban tiraban la bomba y se iban y nosotros no teníamos nada para contestar el ataque.

Luego fuimos a la Cámara de Diputados, y estaban todos reunidos, pero no se qué es lo que hacían, sería la orden de parte del gobierno de quedarse en el recinto... pero los que estábamos ahí abajo éramos toda gente de pueblo, peronista y no peronista.

Ese día los que estábamos ahí, todos éramos pueblo... éramos argentinos que queríamos un país, una nación.


                  


EPILOGO
Como escribiera Rodolfo Walsh “nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia aparece así como propiedad privada, cuyos dueños son los dueños de las otras cosas. Esta vez es posible que se quiebre este círculo”

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