Recuerdos del Futuro
Por Alberto
Carbone
…E
aí me dá uma tristeza no meu peito Feito um despeito de eu não ter como lutar
E eu que não creio,
peço a Deus por minha gente É gente humilde, que vontade de chorar
Chico Buarque
Parecería que existen
cuestiones que todavía cierta gente no entiende.
Cosas estas que tienen
que ver con los tiempos que corren. Con la vida. Con cada uno de nosotros. Y si
ustedes quieren más filosófico, con el hombre y sus circunstancias.
De otra manera, no puede
entenderse que gente grande no sea capaz de interpretar la diferencia existente
entre el pasado, el presente y el futuro.
El gobierno obtuvo un
importante triunfo político en esta semana en la H. Cámara de Senadores de la
Nación, al conseguir por mayoría significativa, el voto en favor del pago a los
fondos Buitre, con el apoyo de representantes legislativos del Frente para la
Victoria, todavía no sabemos a cambio de qué.
Esa circunstancia es el
Presente. Hoy lo narramos porque sucedió. Hoy recordamos con fruición las
palabras del Senador Pichetto, porque las exclamó, las hizo oír, blandió su voz
para explicar su proceder, su ánimo, su justificación.
No dijo nada respecto de
su estrategia. No explicó el trasfondo de su proceder o como configura él su
futuro después de esta decisión.
Eso es el Futuro. No lo
conocemos. No sabemos qué acontecerá con la vida política de Pichetto. O qué
espera él personalmente que ocurra con su vida después de este avatar.
En realidad solo
conocemos el Pasado, lo transcurrido, que se va plasmando a partir de la
experiencia y de esa manera nos permite escribir el Presente, tomando en cuenta
aprendizajes vividos.
Porque el Futuro es lo
que vendrá y en ese camino se sueltan y dispersan los imponderables. El futuro
lo vamos escribiendo desde el Presente, procurando que lo que hagamos hoy tenga
respuestas valederas mañana.
El oficialismo arguye que
lo que está haciendo con el país hoy va a tener resultados mañana y aventura el
tipo y diseño de resultados a obtener por intermedio de las decisiones que está
tomando hoy.
Parece un juego de
palabras pero es una tomadura de pelo. En realidad, ni el gobierno, ni nadie
puede argumentar el resultado que tendrán las decisiones de coyuntura en el
país.
Cierto es que tomaron las
decisiones que prometieron tomar en época de campaña electoral. El gobierno no
mintió. “Cambiemos” le dijo a la gente de qué constaría el cambio. Mencionó la
caída de retenciones al agro y a la ganadería, la apertura indiscriminada de la
economía y recordó que el salario estaba especialmente alto en Dólares y que el
retraso cambiario demandaría una fuerte devaluación caracterizada con el nombre
de sinceramiento del Dólar.
Todo lo que dijo en aquel
presente hasta octubre del año pasado y después hasta que se hizo efectiva la
segunda vuelta electoral, lo cumplió.
Quienes tenemos más de
cincuenta años, revivimos una lamentable experiencia. Como cuando fue la época
de “La liberación de las fuerzas productivas”… como había dicho José Alfredo
Martínez de Hoz en su primer discurso.
Esas fuerzas liberadas
acabaron con la industria nacional, destruyeron a los trabajadores y
corrompieron a sus dirigentes.
¿Vamos camino a repetir
esa realidad?.
¿Qué vamos a hacer con la
gente que queda en la calle?.
Recuerdo que la primera
experiencia conservadora, neoliberal que me tocó padecer fue con la dictadura
cívico-militar 1976-82. En aquella época el levantamiento popular se evitó a
través de la represión. Muertos y desaparecidos podrían contar la historia
nefasta de una etapa política bañada en sangre.
La segunda experiencia la
obtuve gracias al gobierno democrático de Carlos Menem, 1989-99. Había ganado
las elecciones a través del Partido Justicialista, pero desde el poder
representó la antítesis de la Doctrina creada por Perón y con el apoyo popular
se dedicó a afianzar la dependencia nacional incrementando la deuda externa y
marcando mayor diferencia entre ricos y pobres generando una fuerte injusticia
redistributiva.
Este calvario desembocó
en el desgobierno de la Alianza. Su especial ineptitud coronó el año 2001 y
culminó con el desastre socioeconómico-político más grande que vivió la
Argentina.
Después tuvimos doce años
de Kirchnerismo de los que no me voy a referir más que para decir que el actual
gobierno lo señala como de “pesada herencia”. Pero resulta que lleva tres meses
de una administración que sólo busca la destrucción del Estado, porque es la única
herramienta que puede hacer frente al verdadero poder que defienden, que no es
otro que el poder económico concentrado, para el que gobiernan.
Volver a vivir. Revival.
Como le gusta decir al nuevo mandatario, en la lengua que seguramente más
conoce, ya que con el castellano no se lleva muy bien que digamos.
Revival. Y yo tengo
recuerdos muy fuertes. No soy el único que los tiene. La mitad del electorado
no quiere ese “volver a vivir” propuesto por la incapacidad de quienes no
tienen ni siquiera plan económico. También pienso en la gente humilde, esa
pobre gente que Macri ha visto en cierta oportunidad por televisión o que le
han llevado cerca alguna vez, sin que eso lo comprometa demasiado.
Esa gente. Mucha de esa
gente ha votado por él, envuelta en la estrategia de un discurso mediático que
con grandes titulares manchaban a la década pasada, usurpándole logros u
oscureciéndolos.
Tengo recuerdos, fuertes
recuerdos de lo que hizo la gente que defiende Macri cuando estuvo en el
gobierno y sospecho lo que va a hacer ahora que lo han recuperado, evaluando el
desguace de estos tres meses.
Pero también recuerdo
cómo, cuánto y la forma en que reaccionó el agredido. Aquella otra gente que
sin pan y sin trabajo, despojada de todo, fue capaz de hacerse escuchar aún por
sobre el fuerte ruido que producen los medios masivos de comunicación y sus
coyunturales siervos.
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