Almost Famous
por Alberto Carbone
La mamá se santiguó tres
veces seguidas al enterarse.
Con auténtica sorpresa y
profundo desconocimiento, cerró los ojos, apretó los párpados y se persignó,
imprimiéndole al acto confesional una velocidad pasmosa, un inesperado vértigo sorpresivo,
una convulsión anodina. Como quien procurase contener exclamaciones de júbilo, aletargadas,
soñolientas. Expresiones súbitas que repentinamente se presagian escondidas y
que oscilan entre sobrecogedoras e inesperadas.
Era para tanto, después de
todo.
No podía creerlo.
¡Si viviera mi marido! Pensó.
Inmediatamente se miró fijo en los ojos de su hija y se descubrió otra vez como
casi siempre, tan próxima y tan lejana, atravesadas ambas por una seriedad poco
habitual, como si de repente se redescubrieran absortas y por penetrar en un
instante por una puerta desconocida, por un sendero inexpugnable.
La madre repitió la Señal de
la Cruz mientras recorría a su hija toda con la mirada atónita, estupefacta y
envuelta en profundo silencio. Entonces, perpleja, emocionada y conmovida, se
le acercó a la mejilla y le dio un beso prolongado, un poco emulsionado con
secreción salivar, pero profundamente conmovedor e imperecedero.
Casi famosa. Mi hija es casi
famosa.
Se dijo a sí misma y se
repitió para volver a oírse.
Porque sabemos que existen
sorpresas en la vida que de vez en cuando uno se permite elucubrar, calcular.
Especular con beneplácito.
Pero cuando acontece lo
inesperado, es apabullante, es complacido y dichoso.
Mi querida hija catapultó a la fama. Repitió
alegre para sí misma.
La verdad, no estaba en los
cálculos de nadie.
Eso creo sinceramente. No sé
cómo explicarlo.
Porque una cosa es participar
en elecciones generales e ir acumulando con el tiempo alguna repercusión social,
una presencia en la calle, con la gente, con la circulación del nombre y de la
foto del candidato o candidata. Pero otra cosa, muy distinta es triunfar para
quedar consignada, establecida en la historia como Vicepresidenta del país por
cuatro años.
Ay, creo que no se dice
Vicepresidenta, no. A la nena no le gusta.
Bueno, ya me acostumbraré. Por
otra parte, tampoco acepta que siga diciéndole nena.
Mi marido y yo hemos hecho
un sacrificio enorme para solventar el camino de su progreso personal.
Es muy probable que sus
allegados, ese grupo que frecuenta su mismo ámbito de actividades, hayan ido observando
su desenvolvimiento, sus condiciones y eventualmente se hayan convencido progresivamente
de que nuestra nena, hoy toda una mujer, ya estaba en condiciones de transformarse
en una figura digna de destacarse en esa función tan significativa.
De todas formas, la sorpresa
fue mayúscula. Conociéndola tanto, sabemos de sus silencios, de su juicio, de
su carácter reservado. Por lo tanto y a pesar de estar familiarizados con sus
capacidades, nos hemos sorprendido para bien.
Es que por otra parte, sucede
que los pareceres de ambos integrantes de la fórmula son tan disímiles. Yo a él
lo conozco más por sus apariciones mediáticas. En persona aparenta otro semblante, otra
fisonomía.
No sé. Prefiero mucho más el
carácter de ella, porque elige un tema y lo desarrolla con seriedad y
desapasionadamente, él es a veces un poco cambiante y si en la mitad de una
reunión envuelto en un clima de debate, comienza a presentir que alguien lo contradice,
precipitadamente eleva el tono de la charla y de súbito, aquello que había
comenzado como un diálogo concluye asemejándose a una discusión.
En aquella oportunidad, a la
que me refiero, me pareció entender que su discurso dejaba traslucir que había
conversado in extenso con su perro sobre temas de índole política.
En sueños, lógico, porque además,
el animal había fallecido hacía algunos años.
Pero ojo, porque también es
probable que yo no haya comprendido muy bien toda esa circunstancia. Mi hija me
aclaró entonces aquellas consideraciones, atenta y medida como para cada
situación. Recuerdo bien que me ordenó que no me preocupara.
Ella y los demás, me dijo, sus
más leales camaradas, estarán siempre presentes alrededor del Presidente para
garantizarle que permanezca en satisfacción y rodeado de lo indispensable para
su bienestar. Me aseguró asimismo que eventualmente, su personal está preparado
y bien dispuesto para emprender el rumbo urgente e imprescindible que el país
necesita para consolidar su destino.
No dejo de sorprenderme por
su claridad conceptual y por la transparencia de sus objetivos. Se trata de una
cualidad especial en ella, una condición particular, específica, que la
identifica y singulariza.
Su desenvolvimiento es tan
distinto a aquella pretensión forzada y evidente que intentó imponer la protagonista
anterior que ocupara ese digno sitial.
Se trató, recuerdo, de una
vergonzosa intención a todas luces revelada como impostada que pretendió
influir sobre el inconsciente colectivo de la población para justificar el
accionar de una mujer egocéntrica, casi una actriz de comedia, elevándola como
persona irreemplazable y elegida, predestinada por la Santidad.
En síntesis, el devenir de
los acontecimientos derivó en que la ambiciosa conductora política auto
referencial y de proverbial verborragia concluyó descubierta ante la opinión
pública como malsana, prepotente y corruptora. Una sucesión de epítetos
resumidos por el vulgo con el desagradable apelativo de Yegua, como rápidamente
la bautizaran en las barriadas.
Mi hija en cambio, no porque
se trate de mi hija, posee los atributos necesarios para manifestarse como
componedora, proverbial ingeniera armónica, dialoguista y constructora de
consensos. Una persona necesaria.
La nena me dice todos los días
que por ahora habrá que esperar.
Después de finalizada
definitivamente la administración anterior, contando con la decisión
irrevocable de abandonar la actividad política por parte de aquella maligna e
insalubre personalidad, desarticulando la impostura propia y de su familia.
Después de los desagradables
acontecimientos que atentaron contra su seguridad personal y expusieron
cabalmente el hartazgo padecido por gran parte de la ciudadanía, cansada de
tolerar mentiras y actos de corrupción, la pérfida y desleal descubierta por
fin como líder negativa e impropia, abandonó su íntimo propósito de perpetuarse en
el Poder a la sombra de su hijo y de sus acólitos.
Por ahora habrá que esperar,
me repite la nena. Y ella sabe.
Me doy cuenta cabal cada día
que pasa. Fíjese si no es así. Todavía puede decirse que no comenzó a
precipitarse todo su proyecto político, su maravillosa ansiedad por revivir un
país grande, pleno y necesario. Su objetivo más ambicioso, edificar en la
República un auténtico Proceso de Reorganización Nacional que nos empodere y
perpetúe como los auténticos forjadores de la Libertad y la Democracia.
La gente acompaña, me dice
siempre.
La comunidad vota convencida
por la defensa de la construcción de un Cambio definitivo, visceral,
inteligente, forjado con orden y progreso.
Por eso debe ser que ya
somos casi famosos.
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