domingo, 21 de octubre de 2012


…una cosa que empieza con “P”…

Alberto Carbone

Prof. Historia

Fac. Filosofía y Letras

UBA


 




 

 
Muchas veces he asistido a reuniones de trabajadores. Siempre he sentido una enorme satisfacción: pero desde hoy, sentiré un verdadero orgullo de argentino, porque interpreto este movimiento colectivo como el renacimiento de una conciencia de trabajadores, que es lo único que puede hacer grande e inmortal a la Patria. Hace dos años pedí confianza. Muchas veces me dijeron que ese pueblo a quien yo sacrificara mis horas de día y de noche, habría de traicionarme. Que sepan hoy los indignos farsantes que este pueblo no engaña a quien lo ayuda. Por eso, señores, quiero en esta oportunidad, como simple ciudadano, mezclarme en esta masa sudorosa, estrecharla profundamente en mi corazón, como lo podría hacer con mi madre... Juan D. Perón. Discurso del 17 de octubre de 1945. (Fragmento)

 

 

Muchas cosas han pasado desde aquel primigenio 17 de Octubre. Una fecha signada por las controversias, por las ambigüedades de algunos, por las aseveraciones de otros, pero que para propios y extraños marcara, sin dudas,  un hito en la historia nacional.

Porque indudablemente, nos parece fundamental reconocer en la génesis de aquel proceso multitudinario, el embrión de una etapa que nacía, un fuerte impulso innovador motorizado por las nuevas prácticas políticas, que se desenvolvían ante la mera contemplación de los sectores políticos tradicionales, vacuos actores de reparto, quienes ni siquiera atinaron a mostrar una nimia, insignificante reacción, como respuesta orgánica a aquellas actitudes, que muy poco tiempo después describirían como prácticas obscenas no exentas de pretensiones clientelísticas. Hoy ante el examen frio de lo acontecido durante aquella jornada, tal vez, podríamos decir, parafraseando a los más populares guiones cinematográficos: “los acontecimientos se precipitaron”, pero con el respeto que debemos a aquella fenomenal epopeya política y social, no podemos menos que preguntarnos sobre las causas que la vieron gestarse.

El “hombre del destino”, el gran “oidor”, el “líder”, el “coronel del pueblo”, Perón, en definitiva, ya era considerado por miles a través de diversos epítetos y en realidad era hasta ese momento, el secretario de Trabajo y Previsión de la Nación con rango de ministro, mentor de una precisa y singular estrategia, hija de un proyecto político personal, que desembocaría indudablemente en la consolidación de su figura, como gran emergente social.

Es que los pobres de esta tierra, eran considerados seres de vida desgraciada o de poca suerte para la ideología del liberalismo ortodoxo, o específicamente como los desposeídos del Sistema, para los grupos de izquierda. Bien caracterizados por unos y por otros, lo cierto es que ninguna de las dos ideologías lograba su cometido para con ellos; rechazarlos definitivamente, mancillándolos hasta la servidumbre moderna, los primeros, o incorporarlos en su seno como parte integrante de un proyecto mayor o de una estrategia de carácter integrador, los segundos. Para la oligarquía vacuna o rentista, el pobrerío no existía, era literalmente invisible. Para los incipientes sectores medios, los pobres eran considerados únicamente dignos de lástima, para los grupos políticos de izquierda, representaban a los grandes despojados del reparto de las utilidades de la Nación, víctimas de la Clase Alta, beneficiaria de las rentas agrícola, industrial y de los servicios financieros.

Pero sin embargo los pobres seguían allí, en medio de la jauría social, sin voz y sin representatividad.

La eclosión del fenómeno peronista es hija de aquella desigualdad congénita y Perón, con su acción directa sobre las modificaciones de las condiciones de vida de las grandes mayorías, se coronó como el gran justiciero, el genial hacedor de aquel “milagro” del que muchos aún aguardaban con esperanza.

Sin embargo, tuvieron que pasar varios días hasta que la gente manifestara su ansiedad en la calle. El “querido coronel del Pueblo” había sido trasladado a la Isla Martín García, privado de su libertad. El día 9 de octubre de madrugada, fue arrancado de su domicilio y conducido a la Isla, apartándolo de su mujer y de la ciudad de Buenos Aires. Nada extraño sucedió en los días sucesivos, hasta que el presidente Farrell se vio obligado por el ejército a eliminar la secretaría de Trabajo y Previsión, bajándola a su antiguo rango de dirección de Trabajo y a dejar sin efecto la totalidad de los Decretos impuestos por Perón para beneficio de los trabajadores. La novedad, se produjo entre el 12 y el 15 de octubre y rápidamente la Confederación General del Trabajo, convocó el 16 a un Paro General de actividades en todo el país para el día 18 de octubre.

Para sorpresa de propios y extraños, para asombro e incredulidad del mismo Perón, que el 17 de octubre regresaba a Buenos Aires como enfermo a ser internado en el Hospital Naval, gracias a la labor de su médico personal, el Dr. Mazza, la inmensa mayoría de los trabajadores del Conurbano Bonaerense se lanzaron a las calles, con rumbo a Plaza de Mayo y con un grito unificador contundente: “Queremos a Perón”.

Queremos a Perón fue la síntesis de todos los reclamos.

El obrero se había quedado sin aquellos beneficios sociales alcanzados desde la humilde Secretaría. Se había quedado sin el oído que atento escuchaba su lamento de sufrientes años, generación tras generación. Se había quedado sin la voz de quien le acercaba la palabra justa y necesaria para calmar su desdicha. En síntesis, se había quedado solo.

Cuando el ejército atisbó la imposibilidad de acallar semejante masa de miles de gritos unívocos, convocó a Perón a la Plaza. Pero par el “Líder”, se reclamo de sus camaradas tendría un alto precio. Desde su habitación del Hospital Naval forzó una negociación y obligó al generalato a que le asegure elecciones libres para el año entrante y le garantice la posibilidad de que él fuese candidato.

Así fue que se selló el “17 de Octubre” con un encuentro multitudinario en Plaza de Mayo entre el Líder y su Pueblo. La jornada terminó en paz, pero ese día, comenzó otra historia.

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