Cuando gime un bandoneón
por Alberto Carbone
…si tenés
sentimiento lo tenés adormecido pues todo lo has conseguido pagando como un
chabón.
…del Tango “Muchacho” de Celedonio Flores
La Argentina es un país habitado por el diez por
ciento de la población que potencialmente podría alimentar. Donde casi el
ochenta por ciento de su gente se define como miembro de la Clase Media. Cuando
votan, eligen candidatos referenciados con el diez por ciento más adinerado,
asumiendo como propia la ideología de quienes en el Poder atentan contra sus
propios votantes. Esta controversia es más que una paradoja, es una tragedia
alimentada en una convicción, hija de un deseo inmaduro y caprichoso, basado en
apoyar a la “gente bien” contra el impulso avasallante de los sectores bajos
que se creen con derecho a subsistir del esfuerzo de quienes viven del trabajo
y sostienen la Patria. La Clase Media argentina vota a los vagos ricos, a los
nenes de mamá que jamás han trabajado, para que los pobres, o no puedan
trabajar o se resignen a no conseguir un trabajo digno. Esta ecuación, que
limita la conciencia del electorado e impide que los sectores medios se
identifiquen consigo mismos, enluta el presente y el futuro de un país siempre
adolescente, que permanece lejos de definirse con el concepto de Nación.
Parece otra vez
un Fin de Ciclo.
Hace mucho que
lo veo venir. Somos varios quienes lo intuimos. Claro, hay algunos, demasiados para mi insatisfacción, que viven
toda esta situación política y social, como si estuvieran al margen de los
acontecimientos. Como si se tratara de la historia de cualquier otro país. O
como si las peripecias de su propio país les fueran ajenas.
Por ello quiero
contarle esta vez la historia de la defraudación.
No, no. Quédese
tranquilo. No me refiero al accionar del gobierno. A la caída de la industria,
a la implosión del mercado interno, a la debacle sanitaria, a la hecatombe de
los salarios, a la explosión de los precios, al escándalo de las tarifas.
No, no. Le comento
que esta vez el tema es respecto de una defraudación, no de una estafa.
Porque a mí,
como a tantos otros que piensan como yo, que razonan literalmente, nos ha defraudado
el escaso nivel de conciencia política que posee la Clase Media argentina.
Usted estará
pensando: ¿Pero que creía este hombre?.
Tiene razón. La
Clase Media representa a ese sector social que continúa navegando a dos aguas.
Surge de la matriz del sector más humilde del proletariado incipiente nacional,
de las primeras fábricas de los primeros años del Siglo pasado.
Herederos de los
europeos más pobres que tuvieron que emigrar a América para subsistir, que aquí
obtuvieron descendencia. Hombres y mujeres recibidos por el país con escasa
dignidad durante el primer tercio del Siglo XX, pero que con esfuerzo, muy
lentamente y solo una minoría, lograron
que sus hijos avanzaran dentro de la escala social, hasta acceder a formalizar
la novedosa Clase Media escalando desde un sector paupérrimo.
Gracias al denuedo
del inmigrante, por imperio de su explotación, la Argentina del Centenario fue
uno de los cinco o diez países más importantes del mundo de acuerdo con su PBI
y contabilizando la distribución de su ingreso.
Cuantiosas
ganancias ingresaron al país en la primera década del Siglo XX, pero la riqueza
se concentró en muy pocas manos.
Los que
trabajaban vivían pauperizados y los dueños de la tierra como magnates.
La tragedia
nacional fue y sigue siendo la misma, pero los descendientes de aquellos europeos
pobres, consolidados en la mentalidad de Clase Media, hoy votan a los herederos
de los patrones que explotaron a sus antecesores.
¿Un trabalenguas
le parece?.
Debe ser muy
complicado de entender, porque de otra manera no se explicaría racionalmente el
proceder de una importante porción del electorado.
Todo o casi todo
es herencia de aquella masa informe de inmigrantes pobres de principios del
Siglo pasado. Hasta el bandoneón que nombra el título de esta nota. La cultura
que recibimos de nuestros mayores, las costumbres, la valiente filosofía de
salir adelante a través del coraje personal.
¿Pero existe
algún valor que a través del tiempo hayamos aportado nosotros, los hijos y
nietos, para enriquecer lo aprendido?. Creo que sí. La estrategia del “sálvese
quien pueda” es toda nuestra. ¿Sabe por qué se lo digo?. Porque hace cien años,
el inmigrante llegaba a nuestras tierras tentado por las noticias de algún
pariente o amigo que ya se había radicado, el que recién llegaba vivía al
principio de la hospitalidad del que se había instalado primero, el concepto de
solidaridad estaba vivo, acompañaba la subsistencia del otro, del nuevo.
En el primer
Censo Nacional del año 1868, época de Sarmiento, se contabilizaron un millón
ochocientos mil habitantes. Para el Censo de José E. Uriburu en 1895 había más
de cuatro millones, la mitad eran europeos y de ellos, el setenta por ciento
italianos.
La cultura del
trabajo y la de la solidaridad estaban al orden del día, pero los descendientes
de aquellos sufridos pioneros creímos en otra cosa. Aceptamos que vive mejor quien
se lo merece, por haberse esforzado más que otro. La solidaridad se convirtió
en un concepto vacío. Los descendientes de aquellos abnegados copiamos el
modelo de los jefes de los pioneros. El que tiene más es porque tiene más. ¡Qué
tanto!. El que tiene menos y quiere más tendrá que sacrificarse, sin red de
contención, sin ambages. ¿Y si no tiene ayuda alguna?. ¡Dios proveerá!.
Hablo de la
época en la cual la Argentina era un territorio dispensador de producción
agrícola y ganadera para el mercado externo y los dueños del capital tierra,
los únicos “hacedores”.
A través de una
política de inclusión y a partir del esfuerzo de sus padres, los hijos de aquellos
pobres de principio de Siglo XX que bajaron de los barcos, constituyeron la
Clase Media y hoy, sus descendientes votan en contra de la política de
inclusión.
¿Es paradójico
verdad?. ¿Se puso a pensar acaso que al eliminar la inclusión se consolida la miseria
de los pobres de hoy y que esa pobreza es madre de la marginalidad, de la
inseguridad y de la violencia?. ¿A que no lo pensó?.
Mientras tanto,
los otros descendientes, el grupo de herederos de la riqueza, se perpetúan y
extienden su conducta discriminatoria hacia la Clase Media como si su postulado
se anclara en una “tribuna de doctrina”.
Entre tanto
sigue naciendo gente “bien” que justifica, por ejemplo, que hasta cambiar el
celular todos los años es oprobioso para la Clase Media. ¡Porque no sé si lo
advirtió pero; hoy vienen por usted!.
¡Hoy existen
algunos miembros de ese sector social más encumbrado que se candidatean a
Presidentes y ganan por los votos de la Clase Media!.
¿Y la excusa
cuál es?, ¿que el país no es de los pobres?. ¿Y de quién es?. ¿De usted o de
los que usted vota en contra de los pobres?. ¿Vota en contra de los pobres o de
usted mismo?. ¿A favor de quién?. ¿De ese grupo social que todo lo tiene?.
¡Porque el voto de usted no parece suyo!. ¿O en realidad al votar usted así
como vota, usted está hablando de usted?.
¡Otro
trabalenguas!. ¿Será que intento confundirlo?.
No me crea
entonces. Siga confiando en los Medios de Comunicación concentrados que eluden
reconocer que los herederos del sector encumbrado de la sociedad, a esos que
usted vota porque cree en parecerse, no han trabajado jamás, tienen “todo pago”
y todo “justificado”. ¿Pensó quien los justifica?.
Nos inculcaron que
este es un país edificado a través de la cultura del trabajo, del esfuerzo
mancomunado, del afán de realización de la Clase Media, después de que sus
ancestros fueran explotados en beneficio de los dueños de la riqueza. Si
votamos a los mismos siempre seremos lo mismo.
Quienes trabajan
merecen un estándar de vida mejor y quienes no trabajan merecen trabajo para
incorporarse a un sistema prolífico, a un círculo virtuoso que los incluya
dentro del espectro social. Si aislamos a los pobres a su miseria, obtendremos
un país dividido en tres compartimentos estancos. El de arriba muy pequeño y
muy rico, el de abajo mucho más amplio y paupérrimo, el del centro cuantioso,
prolífico, individualista y único que mantiene a los otros dos. ¿Está seguro
que continuará eligiendo este camino?
El “niño bien” reverendo
hijo de la alta sociedad, cree en la cultura del trabajo para que sea realizado
por quienes trabajan para su comodidad,
para que él no tenga que hacerlo.
¿Sabía usted que
las Naciones Unidas establecen hoy cuatro estándares de países en todo el mundo?:
Primero el grupo muy industrializado, segundo el medio industrializado, tercero
el poco industrializado y cuarto el no industrializado. ¿Sabe en qué grupo
estamos nosotros?. ¡En el primero!. Entre los cincuenta y ocho países de la
primera camada la Argentina figura en la posición cuarenta y siete. Esto se
basa en su promedio salarial, en su evolución del PBI, en el desarrollo de su
educación y nivel sanitario. Sin embargo en la Argentina, la tercera parte de
su población es pobre. ¿Sabe por qué?. Porque no existe un correcto sistema de
redistribución de la riqueza y por consiguiente, muy pocos ricos conviven con
una mayoría de pobres y en el medio, por supuesto estamos nosotros, padeciendo en
el esfuerzo de que no decaiga nuestro nivel de vida, sobre todo cuando nos surge
el terror de la cercanía de la pobreza. Sin embargo, paralelamente, a nivel
ideológico aplaudimos las políticas impuestas por los gobiernos de elite que
destrozan a los sectores bajos mientras fustigan al nuestro. Piense por favor en
esta contradicción. No soportamos los “Planes” para la pobreza, porque decimos
que es dinero para que los vagos no trabajen, pero toleramos que los ricos
gobiernen y sigan engrosando sus arcas sin haber trabajado jamás.
Parece que el
aroma del Fin de Ciclo viene asomando, se permite otear, se hace intuición.
Esperemos que por el bien de todos, por la sana costumbre de vivir y dejar
vivir, también se constituya en un aroma que nos deje respirar.
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