martes, 15 de junio de 2021

 

Martin Miguel de Güemes

El guerrillero gaucho





Alberto Carbone




 

 

Don Martín Miguel de Güemes, muy probablemente a quien la historia lo recordará siempre como el precursor de la denominada “Guerra Gaucha”. Nació en el mes de febrero como el Gral. San Martín y de muy pequeño vivió en Buenos Aires. Estudió en el Real Colegio de San Carlos como la gran mayoría de nuestros patriotas y participó en la Defensa de Buenos Aires siendo muy joven aún, como edecán de Santiago de Liniers. Inmediatamente después, fue destinado al Alto Perú y de regreso a Buenos Aires participó del Sitio a Montevideo. Esta secuencia abarrotada de datos, alcanzaría para encumbrarlo al podio del recuerdo y del reconocimiento. Pero en verdad debemos consignar que su mayor trayectoria personal la cursó en su Salta natal, cuando de regreso en 1815 a los 30 años de edad, se puso al frente de la resistencia popular contra el invasor realista, que atacaba desde Perú y desde la actual Bolivia. Ese año se constituyó en gobernador de su provincia, apoyado por Salta, Tarija y posteriormente Jujuy.

Las diferencias políticas con Buenos Aires lo mezclaron en un desafortunado desencuentro con Rondeau, quien a través de su cargo como general del ejército del Norte intentó desarmar a los gauchos militarizados de Güemes.

El general porteño seguía designios de su Buenos Aires y lamentablemente para el país, estaba más preocupado en vencer a Artigas que a los españoles.

En 1816 sin embargo, el general gaucho efectivizó un encuentro amistoso con la ciudad puerto y con el apoyo del nuevo Director Supremo, Juan Martin de Pueyrredón, selló un acuerdo a partir del cual Salta continuaría con sus escaramuzas contra los realistas, a su costo y sangre, o sea con ningún aporte económico o de hombres desde Buenos Aires. Tal vez por ello, Don Martín Miguel de Güemes ideó una demostración fenomenal de “guerra de guerrillas”, una estrategia foquista que ahorraba hombres y armas para la defensa. Esa admirable muestra de heroísmo y acción que a la postre evitaría el avance invasor por el Norte de nuestro país.

El magno General de los Andes, nuestro Padre Patrio, lo nombraría con el grado de coronel mayor a partir de aquella vibrante defensa y le confiaría la frontera Norte al caudillo salteño.

Pero además, nuestro otro gran héroe nacional, el general Manuel Belgrano, quien había sido nombrado general en jefe del ejército del Norte en reemplazo de Rondeau, también le brindó su confianza y su amistad.

Los gauchos salteños impidieron durante más de cinco años consecutivos que los españoles ingresaran a las provincias del Norte argentino.

El método salteño era atacar sin dar batalla, a través de un empellón sorpresivo, un foco repentino que dejaba helados a los enemigos y con escasas posibilidades de reacción.

Para sostener los costos de su empresa, el designado gobernador Güemes, estableció tributos onerosos a los miembros de la Clase alta salteña, la que se convirtió en su enemiga y en la aliada más directa de los españoles.

Al fin, en 1819, se produciría otro intento realista por penetrar en la frontera Norte que duraría con intervalos hasta 1821. Güemes ya no tenía de aliados a los porteños, porque el nuevo director Supremo José Rondeau, su enemigo acérrimo, le negaba apoyo. Por otro lado, las hostilidades con los sectores pudientes de la sociedad salteña eran insuperables.

Salta estaba en crisis económica. Los campos arrasados y el comercio con el Alto Perú interrumpido. Para peor de males,  en 1820 la lucha entre porteños y caudillos del interior concluiría en la batalla de Cepeda, a través de la cual caería el poder político porteño y se iniciaría la Anarquía del Año 20. En esas circunstancias, un nuevo avance español llegó a Salta con el auspicio de los ricos provincianos.

El ataque contra los gauchos de Güemes logró su cometido. El gobernador salteño fue perseguido hasta la casa de su hermana Magdalena “Macacha” y asaltado por la noche logró huir a caballo. Durante el tumulto fue herido por la espalda y así llegó muy descompensado a su campamento del “Chamical” donde moriría pocos días después, profundamente afectado por una herida que no cerraba, en virtud de su carácter hemofílico.

El 17 de junio de 1821, a los 38 años se cegaba la vida de un valiente luchador de características fuertemente populares, cuyo cuerpo fue acompañado por miles de seguidores que no se resignaban a la infausta pérdida.

Dos días después de su deceso, el coronel José Antonio Fernández Cornejo, quien lo reemplazara como jefe de su valiente gauchaje, expulsaría definitivamente a los españoles de la provincia de Salta.

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