martes, 29 de junio de 2021

 

Perón Vive




por Alberto Carbone.

 

Una legendaria consigna entre tantas que se hallaban estampadas en los muros de las ciudades argentinas durante el período conocido como de la Resistencia Peronista entre los años 1956-1972, fue “Perón o Muerte”.

Para mí, que quiere que le diga, esa expresión estaba influenciada por la vieja antinomia entre la vida y muerte. De ser esa su explicación entonces, me parece que deberíamos establecer una significativa relación entre el apellido del viejo caudillo político con la palabra vida.

En ese sentido las expresiones de mayor raigambre popular que rápidamente se identificaron en todas las épocas con la búsqueda de la felicidad y del bienestar en el trabajo y en todas las actividades cotidianas, relacionaron justamente el apellido del viejo conductor de masas, con la síntesis de los anhelos generacionales y con la concreción de sus realizaciones.

Perón como sinónimo de Vida. Perón como elemento indispensable y necesario para que la vida sea concretada.

Pero de qué vida estamos hablando.

¿Una vida abandonada al azar de los padecimientos, causados por aquellos que sólo pretenden imponer sus beneficios y que creen que sus merecimientos son superiores a los reclamos básicos de justicia que puede realizar el hombre común?.

¿Una vida destinada a la entrega del sacrificio propio y de toda una familia, para justificar la mejor situación económico-social de unos pocos que articulan y controlan el poder con su voluntad y para sí mismos?.

El hombre común, el trabajador, sabía bien qué tipo de vida estaba expresando cuando escribía Perón O Muerte.





Era paradójico y a la vez admirable. El escritor de murallas, como gran hacedor, hacía referencia a la Vida, cuando en el muro escribía la palabra Muerte.

Aquella expresión de carácter dicotómico, se plasmó en forma sabia y concienzudamente bien expuesta a través de otras consignas, que también mascullaron respecto de aquella antítesis. Por dar más ejemplos, otra muy renombrada fue aquella que decía “La Vida por Perón”.

Así como la primera reflejaba la necesidad de aclarar el auténtico valor de la clase de vida de la que estábamos hablando, representando manifiestamente que se trataba de hacer valer la vida que ofrecía Perón, dejaba en claro que lo opuesto significaba vivir sin dignidad y entonces prefería la muerte. La segunda propugnaba la defensa del derecho a vivir con justicia social, demostrando valentía y arrojo para sostener lo conquistado y luchando por ello, para incluir dentro del centro del debate a todos aquellos sectores sociales que aún hayan quedado sin reconocimiento. Dar la vida por aquellos que todavía no disfrutan de aquello que gozamos otros sectores.

 Si la primera consigna nos remite a la Valentía, la segunda nos interroga respecto de la Solidaridad.

Porque la defensa de la vida con justicia e igualdad de posibilidades para cada uno es prueba de una pasión infinita, significa la lucha por la defensa de aquel derecho a la igualdad, a través de nuestra propia vida si fuera necesario.

Valentía, Solidaridad y Justicia Social, los excelsos pilares que justificaron con creces y han consolidado en el tiempo esta Doctrina Social, que se ha mantenido de pie a lo largo de setenta y seis años, que ha sobrevivido a los más disímiles avatares, que se ha multiplicado en generaciones sucesivas, que ha aprendido a superarse aún en medio de difamadores, necios e ignorantes.

Cuando escucho en la calle o en algún acto multitudinario, la frase “Perón Vive”, recuerdo invariablemente a Roberto, dirigente histórico del peronismo ballesterense que se ha mantenido estoico y vigente a lo largo del tiempo con su labor constante, ejemplo de sacrificio y de construcción permanente. Porque esas dos palabras que hace muchos años se decidieron como denominación de su agrupación, definen aún hoy la sencillez declamatoria del hombre común, y son la síntesis más elocuente del sentimiento popular. Estas agrupaciones son el testimonio de que la vigencia de la ideología perdura en el tiempo y robustece el camino que nos guía hacia el futuro de todos.

En la época que nos toca vivir, el coronel del pueblo, el general de los humildes, se ha transformado en un símbolo de los grandes cambios que contribuyó a gestar con su actitud y su impronta y en una marca de fuego, que como un sello fenomenal, nos infunde la fuerza y el valor para conferir a los tiempos el destino maravilloso que nos merecemos como pueblo.

Tal vez por eso Perón siga viviendo.

 

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