miércoles, 8 de diciembre de 2021

 

El Paraná en una zamba



por Alberto Carbone

 

Nada más paradójico en nuestro país que observar los pormenores  respecto del tratamiento que se suscita y que estamos padeciendo con relación a la continuidad del negociado que se ventila por el Río Paraná.

Parece ser que los puertos que rodean a ese caudaloso río y los empresarios desarrolladores de las actividades comerciales se están quedando con la parte del león. Los dividendos obtenidos a partir de la actividad de exportación de los recursos de la producción nacional que salen del país por esa ruta pluvial, son contabilizados exclusivamente por quienes patrocinan las embarcaciones que van y vienen.

Sí. Leyó bien. Los gerenteadores de la operación de exportación son quienes computan y registran la totalidad de los embarques y posteriormente se autodenuncian, estableciendo ellos mismos el tenor del valor final de la carga que se envía por esa vía hacia Europa, resultando que los pingues beneficios recabados por aquel operativo orientado al mercado externo se traduzcan en una formidable ganancia para los operadores, quienes utilizan el Paraná como un corredor propio y se obligan a revelar el abultado envío de su producción a través de un registro elaborado por ellos mismos, impidiendo que el Estado pueda acceder a los números reales exportados. De manera tal que abonan impuestos por el monto total que les parece apropiado.

Es dable saber que en poco tiempo vence la concesión. Pero es complejo tratar de comprender el motivo por el cual el gobierno estaría dispuesto a extenderla.

¿Cuál sería el beneficio para el país prorrogar una concesión que no beneficia al Estado económicamente?.

Si el gobierno ha estudiado concienzudamente el tema. ¿Por qué no concluye con un esquema de negocios que lo perjudica?.

Existen fuertes sospechas referidas a barcos cerealeros que realizando una triangulación con los puertos de Rosario y Asunción, logran sustraer producción sin abonar impuesto alguno.

¿El gobierno no va a intentar que Ariel Sujarchuk lo investigue y en el peor de los casos lo impida y en el mejor re estatice la operación?.

Por otro lado conocemos la imperiosa necesidad de Dólares que requiere el país. Sabemos que la falta de divisas posterga e impide el normal crecimiento de nuestra economía.

La Argentina está necesitando dólares para fomento de la producción y ampliación del mercado interno y para cumplir con los pagos de la fabulosa deuda externa que heredamos del lastimoso gobierno Macriano.

El Estado se debe fortalecer y recuperar de los cuatro años de la primera pandemia macriana y de los últimos dos del Covid.

Uno de los pasos a seguir es acordar con el organismo internacional. Si se resuelve esa circunstancia demoraríamos el desembolso de dinero hacia el FMI, un monto que de todas maneras no poseemos. El gobierno de Macri dejó las arcas vacías y sin embargo existen quienes, me refiero a argentinos como usted y como yo, que por desconocimiento o por ignorancia, no lo admiten.

 La oposición simula dureza al respecto, pero en realidad le conviene el acuerdo en el Parlamento. La aprobación de ese convenio de pagos con el Fondo es a la vez una legitimación de la deuda por parte de todos los Partidos Políticos que voten la aprobación.

Tengamos en cuenta que se trata de una deuda que Macri tomó intempestivamente y por la cual debería dar explicaciones ante un Poder Judicial limpio y saneado, que recupere el concepto de Justicia.

Después de la aprobación parlamentaria, Cambiemos no tendría que dar ninguna explicación respecto de la gestión deudora y confiscatoria que impuso al país sin acuerdo del Palacio Legislativo, porque sería ese mismo Cuerpo quien justificaría el proceder macriano, votando el nuevo pliego pactado entre el organismo crediticio y el Frente de Todos.

Tiempos difíciles le esperan al país. Por un lado, los sectores de mayor poder económico ligados a los resortes de control del comercio internacional, decidiendo qué hacer y qué no, atendiendo su conveniencia por sobre los intereses nacionales.

Por el otro, oficialismo y oposición estableciendo de común acuerdo abonar una deuda que un inmenso caudal de población no aprobó adquirir y que a partir de una resolución legal deberá afrontar el pago con el sudor de su frente.

Para concluir, un porcentaje considerable de argentinos que revueltos en una supina ignorancia política, son capaces de votar una y otra vez a su propio verdugo con tal de que no ganen las elecciones aquellos que se referencien con el sello peronista. Concepto homologado con el mote de populismo, mala palabra para la gente auto percibida como la más sana de la sociedad.

El país se ha consolidado dentro de una grieta de características definitivas y profundas que navega entre peronismo y antiperonismo. No parece existir ninguna otra ideología significativa. Blanco o negro es la premisa, es la definición y para colmo, aquellos que votan como “anti” no lo admiten. Como auténticos ignorantes reniegan de la realidad y desconocen su propia ignorancia.

Suele suceder que aquel que nada sabe generalmente cree saberlo todo. En cambio, el que es consciente de sus propias limitaciones tiende a superarse.

Peor aún, el concepto ignorante se referencia con un insulto. Por lo cual, los  ignorantes no lo admiten y además se ofenden por ese apelativo.

En realidad cualquiera de nosotros es ignorante en algún tema. Deberíamos reconocerlo e intentar capacitarnos al respecto. Si no lo admitimos seguiremos viviendo envueltos en esa necedad.

Esta particular situación se evidencia comúnmente entre la clase media politizada cuya participación y compromiso por el país se patentiza únicamente a través de su controvertida decisión de voto, influenciado por la propaganda mediática.

Pero el verdadero país no está sufriendo por los padecimientos que describe su clase media. Núcleo social que utiliza el voto para referenciarse con los sectores que admira y a los cuales desea parecerse.

 El país de verdad es el que pasa hambre en serio, es el que se angustia por la falta de trabajo, el que no puede evitar ver a sus hijos en la calle, el que no posee una casa digna, el que no posee, el que sobrevive a contramano con sus necesidades básicas insatisfechas, que no tiene ni seguro social ni trabajo estable, que hace bastante dejó de ser feliz, si es que alguna vez pudo serlo.

 Es por otra parte el que no vota pero al que hay que asistir, porque si le aplicáramos el método Milei o Espert, lo dejaríamos morir en la vereda y la situación se convertiría en una auténtica calamidad, debido a que esa porción del país aún representa un porcentaje significativo de la población.

Se trata de un grupo humano desangelado, que si hubiera sido por los ancestros de quienes hoy se definen como libertarios lo hubieran exterminado definitivamente y ya no sería una carga social.

Esa gente no sabe que el Paraná es una zamba que está cambiando de melodía. Tampoco le interesa saber quién es el responsable de haber contraído semejante deuda externa que nos condena a todos pero que paradójicamente acciona sobre el futuro de aquellos que no votan, los más humildes.

Por eso la Argentina que anhelamos no puede estar edificada a través de un sufragio definido como democrático pero digitado por las corporaciones y a través del cual la clase media vota por indicios sugeridos por los medios de comunicación.

La democracia real y participativa deberá imponerse más temprano que tarde,  construyendo escuelas para fortalecer la conciencia madura y decisoria de los sectores bajos excluidos de la realidad por el hambre y la desocupación.

Es la misma política educativa que deberá proyectarse para los sectores medios, relajados, extraviados y confundidos, envueltos en su ignorancia y por eso mismo, creyéndolo todo. Especialmente aceptando y compartiendo sin meditarlo lo que divulgan y proponen los medios de comunicación masiva, grandes organizadores del sentido común y del pensamiento único para beneficio de los verdaderos dueños de la Argentina.

 

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