El Ajuste y el Desajuste
por Alberto Carbone
¿De qué hablamos cuando hablamos de Ajuste?
¿Quién tomó la impresionante deuda externa?.
¿Quién debe hacerse cargo de cumplimentar su pago?.
¿Es razonable un país pobre con un sector de
habitantes ricos?.
¿Si el famoso Ajuste significa dejar de gastar, quién
cubriría el dinero faltante?.
La oprobiosa opinión
pública, dispersa dentro de la que continúa siendo relativamente numerosa Clase
Media argentina, identifica la palabra ajuste económico como la panacea que le
abriría las puertas al país a un futuro en armonía y al inicio de un camino
enfocado en un equilibrio racional, alejando a la República de la sinrazón
despilfarradora, que está centrada en la incesante emisión de dinero.
La emisión referida está
siendo condenada por los Medios de Difusión masiva, porque está señalada como
el instrumento dispensador de dádivas a través de un sistema distributivo de
dinero derrochado en forma aviesa por el gobierno nacional y orientado a los
bolsillos de miles de particulares que con trabajo o sin él obtienen un ingreso
extra dispensado de esa manera por parte de los recursos del Estado.
Esos recursos económicos
desperdigados por el gobierno se obtienen a partir de los ingresos del Estado.
El país puede recibir
ingresos a través de dos vías.
Una legítima, surgida de su
actividad económica y fruto de las exportaciones y de los impuestos que percibe
a partir de la actividad que desarrollan las empresas en el territorio.
Actividades relacionadas con la industria fabril urbana, la agropecuaria,
petroquímica, minera.
La otra opción, si los
ingresos nacionales resultaran escasos, se relaciona con la posibilidad de que
la Nación asuma un empréstito con las entidades bancarias internacionales o con
el Fondo Monetario Internacional.
Precisamente fue esto último
lo que resolvió el gobierno Macriano, con el objetivo de evitar la sanción de
una suba de impuestos y propender así a optimizar la voluntad de que quienes
poseyeran recursos en Dólares pudiesen fugarlos al exterior.
La opinión pública del país,
fuertemente influenciada por la opinión publicada en los Medios de Difusión,
ligados directamente con los intereses de los sectores concentradores de la
riqueza, no evalúan jamás esta consideración. Ni siquiera intentan reflexionar
sobre ello. Solamente estiman, junto con sus mentores políticos, que abría que
bajar o eliminar impuestos.
Pero nuestro país se halla
imposibilitado en la actualidad de disminuir impuestos y recurrir al
prestamista externo, porque el gobierno de Macri desarticuló toda racionalidad.
Endeudó la Nación en miles de millones de Dólares y restringió por muchos años
la eventualidad de que se viabilice la toma de un empréstito externo.
El sinónimo de recaudar en
la Argentina es entonces, cobrar impuestos.
¿Pero quién los abonaría?.
¿Quién se haría cargo de
tamaña responsabilidad en un país con el cincuenta por ciento de pobreza?.
Me refiero a la
responsabilidad de pagarlos y a la de cobrarlos.
Evidentemente, si el
gobierno nacional desea regularizar las cuentas del Estado, deberá adoptar una
política que sistematice, ordene, jerarquice y optimice la percepción de los
impuestos.
Claro. Usted puede decir:
Los que deberían pagar más no lo quieren hacer y los sectores medios de la
población, cooptados por ese mismo razonamiento, defienden la postura. Una
simple ecuación que declama que quienes obtienen beneficios de los impuestos
que abonan siempre los mismos son los núcleos humanos reacios al trabajo.
El país fundado con la
constitución de 1853, generó una República para un reducido grupo de
beneficiarios con una inmensa mayoría de pobres trabajando en favor de aquellos
pocos.
La Clase Media, hija de esos
inmigrantes pobres que se consolidó como lo que es actualmente a partir de las
políticas sociales y económicas de Perón, hoy se declara despolitizada, pero
adjura del Peronismo. Ignora su origen y se manifiesta similar al grupo más
encumbrado de la sociedad, desdeñando que fue precisamente ese sector social el
responsable de la explotación laboral de sus abuelos a principios del Siglo XX.
Pero estamos hablando de la
Clase Media. Esa misma que reclama mejores servicios de salud, mejor educación,
mayor seguridad, puentes, rutas, inversión industrial, generación productiva,
incremento laboral.
¿Con qué dinero se accede a
cumplir con aquellos reclamos?.
La respuesta es única y
legítima. Con el dinero de los impuestos que la Clase Acomodada se niega a
abonar y la propia Clase Media legitima con su apoyo.
El país se encuentra
entonces en una auténtica dicotomía dialéctica.
Porque quienes hicieron su
agosto durante el gobierno macriano y durante la pandemia fugaron sus ganancias
y hoy se resisten a contribuir con el Estado. La clase Media resiste también
junto con ellos, envuelta en la esperanzadora irrealidad de pertenecer, de
sentirse parte constitutiva de un grupo social que no la concibe como par y que
jamás permitirá que acceda a su núcleo de relación.
Por otro lado están los
pobres. Los que trabajan y no llegan a fin de mes y quienes permanecen fuera,
en los márgenes de la sociedad, y a los que por ahora hay que asistir, mal que
les pese a los Sectores Sociales Altos y Medios, porque definitivamente, se
trata de seres humanos abandonados por las políticas sucesivas que esos grupos
sociales mencionados supieron respaldar.
De esta forma, ya se
observa, comienza a vislumbrarse una situación inmensamente paradójica. El
Peronismo debe gobernar para escuchar, entender, responsabilizarse de un
elevado porcentaje de personas que permanece condicionada a la marginalidad, al
hambre, a la invisibilidad de años.
Es precisamente el
Peronismo, una y otra vez, que ha comenzado a atender una paradoja. Las
vicisitudes y necesidades de un grupo humano fuertemente condicionado por los
Medios de Difusión masiva, despolitizado como lo están los sectores Medios,
pero que efectivamente es renuente a presentarse a votar en su gran mayoría.
En cambio los grupos Medios votan, pero
envueltos en la necedad del que ignora la realidad o prefiere no reconocerla,
porque conforma un grupo social que no aceptará jamás que es parte constitutiva
del grave problema sociopolítico nacional.
No aceptará jamás que la
razón de la falta de trabajo esté motivada en la profundización de las
políticas conservadoras gestadas por los gobiernos de la dictadura cívico
militar, perfiladas por el de Menem y continuadas en el de Macri. Las tres
administraciones defendidas por la elite y la mayoría de los Sectores Medios de
la población argentina.
Por todo ello es que en la
actualidad se impone una opción de hierro.
Una decisión que no es
competencia de los tibios.
Una estrategia definitiva
que obligue a esas familias acopiadoras, a los herederos de hombres y mujeres
miembros de la elite, quienes tanto poseen, a ir devolviendo parte de lo
acumulado de generación en generación.
Aquellas ganancias
aprehendidas a partir de la explotación de un territorio que se fueron
agenciando primero a través de la justificación de la barbarie, por la
imposición ejercida por medio de la autoridad que otorga la superioridad del
poder de fuego y que posteriormente se fuera reglamentando a partir de la
legitimidad sancionada con fuerza de Ley.
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