martes, 10 de mayo de 2022

 

El Ajuste y el Desajuste


por Alberto Carbone

¿De qué hablamos cuando hablamos de Ajuste?

¿Quién tomó la impresionante deuda externa?.

¿Quién debe hacerse cargo de cumplimentar su pago?.

¿Es razonable un país pobre con un sector de habitantes ricos?.

¿Si el famoso Ajuste significa dejar de gastar, quién cubriría el dinero faltante?.

 

La oprobiosa opinión pública, dispersa dentro de la que continúa siendo relativamente numerosa Clase Media argentina, identifica la palabra ajuste económico como la panacea que le abriría las puertas al país a un futuro en armonía y al inicio de un camino enfocado en un equilibrio racional, alejando a la República de la sinrazón despilfarradora, que está centrada en la incesante emisión de dinero.

La emisión referida está siendo condenada por los Medios de Difusión masiva, porque está señalada como el instrumento dispensador de dádivas a través de un sistema distributivo de dinero derrochado en forma aviesa por el gobierno nacional y orientado a los bolsillos de miles de particulares que con trabajo o sin él obtienen un ingreso extra dispensado de esa manera por parte de los recursos del Estado.

Esos recursos económicos desperdigados por el gobierno se obtienen a partir de los ingresos del Estado.

El país puede recibir ingresos a través de dos vías.

Una legítima, surgida de su actividad económica y fruto de las exportaciones y de los impuestos que percibe a partir de la actividad que desarrollan las empresas en el territorio. Actividades relacionadas con la industria fabril urbana, la agropecuaria, petroquímica, minera.

La otra opción, si los ingresos nacionales resultaran escasos, se relaciona con la posibilidad de que la Nación asuma un empréstito con las entidades bancarias internacionales o con el Fondo Monetario Internacional.

Precisamente fue esto último lo que resolvió el gobierno Macriano, con el objetivo de evitar la sanción de una suba de impuestos y propender así a optimizar la voluntad de que quienes poseyeran recursos en Dólares pudiesen fugarlos al exterior.

La opinión pública del país, fuertemente influenciada por la opinión publicada en los Medios de Difusión, ligados directamente con los intereses de los sectores concentradores de la riqueza, no evalúan jamás esta consideración. Ni siquiera intentan reflexionar sobre ello. Solamente estiman, junto con sus mentores políticos, que abría que bajar o eliminar impuestos.

Pero nuestro país se halla imposibilitado en la actualidad de disminuir impuestos y recurrir al prestamista externo, porque el gobierno de Macri desarticuló toda racionalidad. Endeudó la Nación en miles de millones de Dólares y restringió por muchos años la eventualidad de que se viabilice la toma de un empréstito externo.

El sinónimo de recaudar en la Argentina es entonces, cobrar impuestos.

¿Pero quién los abonaría?.

¿Quién se haría cargo de tamaña responsabilidad en un país con el cincuenta por ciento de pobreza?.

Me refiero a la responsabilidad de pagarlos y a la de cobrarlos.

Evidentemente, si el gobierno nacional desea regularizar las cuentas del Estado, deberá adoptar una política que sistematice, ordene, jerarquice y optimice la percepción de los impuestos.

Claro. Usted puede decir: Los que deberían pagar más no lo quieren hacer y los sectores medios de la población, cooptados por ese mismo razonamiento, defienden la postura. Una simple ecuación que declama que quienes obtienen beneficios de los impuestos que abonan siempre los mismos son los núcleos humanos reacios al trabajo.

El país fundado con la constitución de 1853, generó una República para un reducido grupo de beneficiarios con una inmensa mayoría de pobres trabajando en favor de aquellos pocos.

La Clase Media, hija de esos inmigrantes pobres que se consolidó como lo que es actualmente a partir de las políticas sociales y económicas de Perón, hoy se declara despolitizada, pero adjura del Peronismo. Ignora su origen y se manifiesta similar al grupo más encumbrado de la sociedad, desdeñando que fue precisamente ese sector social el responsable de la explotación laboral de sus abuelos a principios del Siglo XX.

Pero estamos hablando de la Clase Media. Esa misma que reclama mejores servicios de salud, mejor educación, mayor seguridad, puentes, rutas, inversión industrial, generación productiva, incremento laboral.

¿Con qué dinero se accede a cumplir con aquellos reclamos?.

La respuesta es única y legítima. Con el dinero de los impuestos que la Clase Acomodada se niega a abonar y la propia Clase Media legitima con su apoyo.

El país se encuentra entonces en una auténtica dicotomía dialéctica.

Porque quienes hicieron su agosto durante el gobierno macriano y durante la pandemia fugaron sus ganancias y hoy se resisten a contribuir con el Estado. La clase Media resiste también junto con ellos, envuelta en la esperanzadora irrealidad de pertenecer, de sentirse parte constitutiva de un grupo social que no la concibe como par y que jamás permitirá que acceda a su núcleo de relación.

Por otro lado están los pobres. Los que trabajan y no llegan a fin de mes y quienes permanecen fuera, en los márgenes de la sociedad, y a los que por ahora hay que asistir, mal que les pese a los Sectores Sociales Altos y Medios, porque definitivamente, se trata de seres humanos abandonados por las políticas sucesivas que esos grupos sociales mencionados supieron respaldar.

De esta forma, ya se observa, comienza a vislumbrarse una situación inmensamente paradójica. El Peronismo debe gobernar para escuchar, entender, responsabilizarse de un elevado porcentaje de personas que permanece condicionada a la marginalidad, al hambre, a la invisibilidad de años.

Es precisamente el Peronismo, una y otra vez, que ha comenzado a atender una paradoja. Las vicisitudes y necesidades de un grupo humano fuertemente condicionado por los Medios de Difusión masiva, despolitizado como lo están los sectores Medios, pero que efectivamente es renuente a presentarse a votar en su gran mayoría.

 En cambio los grupos Medios votan, pero envueltos en la necedad del que ignora la realidad o prefiere no reconocerla, porque conforma un grupo social que no aceptará jamás que es parte constitutiva del grave problema sociopolítico nacional.

No aceptará jamás que la razón de la falta de trabajo esté motivada en la profundización de las políticas conservadoras gestadas por los gobiernos de la dictadura cívico militar, perfiladas por el de Menem y continuadas en el de Macri. Las tres administraciones defendidas por la elite y la mayoría de los Sectores Medios de la población argentina.

Por todo ello es que en la actualidad se impone una opción de hierro.

Una decisión que no es competencia de los tibios.

Una estrategia definitiva que obligue a esas familias acopiadoras, a los herederos de hombres y mujeres miembros de la elite, quienes tanto poseen, a ir devolviendo parte de lo acumulado de generación en generación.

Aquellas ganancias aprehendidas a partir de la explotación de un territorio que se fueron agenciando primero a través de la justificación de la barbarie, por la imposición ejercida por medio de la autoridad que otorga la superioridad del poder de fuego y que posteriormente se fuera reglamentando a partir de la legitimidad sancionada con fuerza de Ley.

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