La Pena Bombardeada
Alberto Carbone
…aunque tú no lo sabes, nos queda
todavía, en medio de esta heroica pena bombardeada,
la fe, que es alegría, alegría, alegría. Rafael Alberti
Otro
año culmina.
Otro
sempiterno desojar de pétalos. Trescientos sesenta y cinco.
La
flor descarnada. Despojada.
¿Es
tan difícil acaso, soñar un país con igualdad de posibilidades para todos
quienes lo habitan?. Así parece.
La
construcción mediática ha logrado que prácticamente la mitad del electorado
viva en el limbo. Abstraído de la realidad. Reconociéndola como tal, sólo si se
emite por los Medios de Difusión masiva.
Se
cree en una realidad mediatizada por la televisión y quienes la aceptan,
reniegan de reconocerlo. No admiten estar condicionados por esa información, se
auto definen como “libre pensadores”.
Ninguno
de nosotros está libre de ser inoculado por la fuerza de la radiación
mediática. Nuestra cultura ha ido cambiando con el paso del tiempo y debemos aceptar
que vivimos inmersos dentro del condicionamiento de un aluvión audiovisual.
Muchos resistimos. Es verdad. Pero la inmensa mayoría de la gente que no tiene
ni desea tener el hábito de leer, no opina sino a través de la mediación de
algún comunicador. No cree en lo que pasa si no lo ve primero en la televisión.
Esto es así.
Pero
sin dejar de evaluar la situación como problemática, debo reconocer que existe
un problema más grave. Es que la sociedad que atraviesa este proceso, cree que
no lo padece. No admite que su opinión esté mediatizada por los Medios de
Comunicación cada día más concentrados.
No
puede hacerlo.
El sentido común que le queda a cada uno de
ellos, les impide aceptar que sus decisiones políticas y hasta personales estén
sujetas al tamiz de las conclusiones a las que arriban los sesudos
comunicadores televisivos y radiales.
No
pueden reconocer que han sido domesticados.
Antonio
Gramsci decía:
“La conquista del poder cultural es previa a
la del poder político y esto se logra mediante la acción concertada de los
intelectuales llamados "orgánicos" infiltrados en todos los medios de
comunicación, expresión y universitarios.”
Como muchos
todavía advierten, la actual administración política del país no posee el nivel
de “intelectuales orgánicos” requeridos para tal objetivo. Necesita entonces
del control de los Medios de Comunicación masivos, capaces de conducir el
“cambio” cultural que pretenden, a expensas y aún a riesgo de que los
poseedores de esos Medios impongan sus propios objetivos dentro de la sociedad
y conduzcan los destinos políticos de la Nación.
Quisiera, si
usted me permite, que lea esta otra frase “gramsciana” referida al valor de los
Medios de Comunicación como grandes domesticadores de masas:
“La opinión pública es el contenido político de la voluntad política
pública que podría ser discordante: por eso existe la lucha por el monopolio de
los órganos de la opinión pública: periódicos, partidos, parlamento, de modo
que una sola fuerza modele la opinión y con ello la voluntad política nacional,
convirtiendo a los disidentes en un polvillo individual e inorgánico”.
Pero además
completó con esta reflexión:
Lo que se llama "opinión pública" está estrechamente vinculado
con la hegemonía política, o sea que es el punto de contacto entre la
"sociedad civil" y la "sociedad política", entre el consenso
y la fuerza. El Estado, cuando quiere iniciar una acción poco popular, crea
preventivamente la opinión pública adecuada, esto es, organiza y centraliza
ciertos elementos de la sociedad civil
Así
estamos estimado lector. Antonio Gramsci nació en Oristán Italia el 20 de enero
de 1891 y murió en Roma el 27 de abril de 1937. Lo que le comento en esta nota
ni es de mi propio acervo ni es nuevo. Está escrito, estudiado, pensado.
Probablemente
seguirá siendo desconocido, confuso e intrascendente para muchos connacionales,
que en lugar de utilizar el sentido común o la inteligencia que les queda,
prefieren acomodarse en su mejor sillón del living, encender el aparato y
esperar que algún iluminado auto titulado periodista, le explique con lujo de
detalles quienes son los “malos” y los “buenos” en esta película de horror que
padecemos y que titulamos pomposamente gobierno del pueblo: “democracia”.
Por
eso el dolor de quienes todavía piensan que el derecho a la vida, a la
dignidad, a la justicia debe ser posible. Por eso convivimos con esta pena
bombardeada por los Medios, que cercena la libertad de pensamiento de quienes
lo ejercitan y la posibilidad de hacerlo para aquellos que han perdido la
costumbre.
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