40 años del Golpe de Estado de 1976
Un poco de historia……
Por Alberto Carbone
Dictadura y terror de Estado
A partir del año 1976, la Organización Obrera sufrió una herida de
muerte. Los trabajadores argentinos se encontraron ante la imposibilidad de
mantener abiertas sus Instituciones representativas, al igual que sucedió en
cada período de la historia argentina, dominado por el Poder Político de facto.
Pero la
dictadura iniciada a partir del mes de marzo de 1976, tuvo como aditamento la
persecución y la tortura como principal accionar, configurando una política
tenaz y solapada conducente a infligir miedo social a partir de la instalación
del terror.
Como es
dable suponer en este tipo de instancias, “el hilo se cortó por lo más
delgado”, y los primeros en caer bajo las fuerzas de la represión constituyeron
aquellos trabajadores que poseían algún tipo de representatividad en sus
lugares de trabajo, dispensada a través del voto de sus compañeros de fábrica o
de taller.
Cientos de trabajadores
de todo el país eran “levantados” de sus lugares de trabajo y trasladados a
lugares recónditos y desconocidos por la opinión pública.
Poco a poco surgió en el lenguaje popular un nuevo
concepto que definía a quienes habían caído en las redes de esta maraña
organizada sigilosamente y a espaldas de toda consideración moral. Comenzó a
surgir entre la gente la palabra “desaparecido”, para definir de alguna forma
esa actitud desconsiderada ante la vida de tantos.
Esta acción despiadada, como una provocación
dirigida directamente hacia la opinión pública se fue generalizando. El mensaje
final y concreto de esa actitud era evidente, generar la ruptura definitiva de
toda consideración solidaria hacia el otro y tratar de salvar el “propio
pellejo”.
Quienes aún no habían caído en las garras de la
ignominia resolvían rápidamente abstenerse de realizar ninguna actividad
política reivindicativa.
El terror a ser “chupado” constituía también el
miedo a lo desconocido.
Nadie regresaba para advertir dónde había estado y
por consiguiente no se sabía nada respecto de la suerte de quienes habían sido
seleccionados.
El accionar solapado y ruin, orquestado por el
ejército y las fuerzas de seguridad, no parecía centralizado, por ello fue tal
vez, que se fuera gestando una especie de descentralización operativa, por la
cual los jefes de cada región realizaban distintos emprendimientos y las vidas
de quienes capturaban quedaban a merced de sus deseos más bajos y despiadados.
Ante esta circunstancia, fue difícil que los
Gremios organizaran alguna acción de repudio al gobierno de facto.
Los años se sucedían sin esperanza para los
familiares de los desaparecidos y el proceso hizo una primera eclosión en el
año 1978 aprovechando la instancia del Mundial de Fútbol organizado por nuestro
país.
Durante esos meses, las desapariciones forzadas de
personas se multiplicaron por miles y la opinión pública no se enteró, entre el
silencio cómplice de los medios de información y las exaltaciones deportivas.
Sin embargo, el proceso económico hacía agua y los
militares no accedían a combinar sus intereses políticos con el desarrollo
nacional.
La Central Obrera permanecía cerrada y los
dirigentes que no habían podido asilarse en el exterior del país, en el mejor
de los casos se encontraban purgando prisión en las cárceles de la dictadura.
La depresión política del
gobierno de facto
Entre los años 1979 y 1982, se produjeron diversos
sucesos provocados por el Movimiento Obrero, tendientes a manifestarse en
contra de la evolución de los acontecimientos.
En realidad la dirigencia gremial comenzó a hallar
paulatinamente consenso en la base obrera, debido a la presión que padecían en
sus respectivos lugares de trabajo.
Algo había que hacer y en ese sentido tuvo
importante la trascendencia que los Organismos de Derechos Humanos impusieron a
la situación de nuestro país.
En todo el mundo se empezó a divulgar el grave
problema argentino relativo a la desaparición forzada de personas y la presión
dictatorial impresa por el gobierno de facto hacia la civilidad.
En Europa trascendían los reclamos de miles de
exiliados que exigían ante los Organismos Políticos Internacionales una
respuesta y una posición coherente de rechazo a las dictaduras
latinoamericanas.
Esta impronta, obró como catarsis dentro de
nuestras fronteras y provocó la reacción del Movimiento Obrero.
Fue así que en el año 1979 se provocó un primer
paro nacional, impulsado por el Secretario General de la CGT, el cervecero Saúl
Ubaldini.
A pesar del temor impuesto, la medida de fuerza
tuvo una aceptación multitudinaria y el régimen, que basaba su poder a través
de la represión, comenzó a resquebrajarse.
A raíz de esta realidad se fueron sucediendo un
conjunto de acontecimientos que fueron configurando las luchas gremiales en
medio del terror impuesto por el Estado dictatorial, basada en la actitud de la
militancia gremial de los trabajadores argentinos, quienes configuraron un
aporte por demás significativo a ese proceso de luchas.
El
día 30 de marzo de 1982, la CGT y las 62 Organizaciones Peronistas, organizaron
un paro y movilización multitudinario sobre la Plaza de Mayo. Los trabajadores
fueron conducidos por sus dirigentes sindicales, quienes marcharon en primera
fila de la manifestación tomados de los brazos, como un símbolo de unidad civil
que recorrió todo el mundo.
El
ejército no toleró la decisión y ordenó a la policía federal que reprimiera en
las calles. El resultado de aquella histórica marcha, dejó como saldo un muerto
y cientos de heridos, pero dejó al desnudo la inoperancia e incapacidad del
gobierno de facto.
Uno
de los últimos mentores de este desgraciado episodio denominado “Proceso”, fue
el general Leopoldo Fortunato Galtieri, quien en su carácter de Presidente de
la Nación, a partir de finales del año 1981, asumió con total desparpajo la
decisión de iniciar una guerra contra Gran Bretaña, por la posesión de las
Islas Malvinas.
El
día 2 de abril de 1982, las Fuerzas Armadas de la Argentina recuperaron esas
tierras irredentas, de manera inconsulta y repentina. La gente se agolpó frente
a la Casa de Gobierno, para aplaudir aquella acción reivindicativa, pero a la
vez para criticar al gobierno militar, por su inconducta desde el mes de marzo
de 1976 y por la salvaje represión a la que la habían sometido dos días antes.
El
día 30 de marzo de 1982, la CGT y las 62 Organizaciones Peronistas se pusieron
de pie. Los dirigentes obreros más representativos junto con los trabajadores
se movilizaron hasta la Casa de Gobierno en reclamo de sus derechos cívicos.
Los
trabajadores recibieron el apoyo y la compañía de los Partidos Políticos,
quienes reunidos en una Organización autotitulada “Multisectorial”
acompañaron al grueso de la movilización, desplazándose encolumnada detrás de
sus dirigentes políticos y gremiales, los cuales marchaban tomados del brazo al
frente de los trabajadores.
Los
sectores medios, también se hicieron presentes en la gran marcha, llegando a
través de los medios de locomoción habituales.
Esta
marcha, transformada en gigantesca Asamblea Popular, reclamó al gobierno militar
que concluya con el régimen de facto y convocase a elecciones generales en
forma inmediata.
La
respuesta no se hizo esperar. La decisión de un grupo de manifestantes de
ingresar a la Casa Rosada junto con los líderes políticos y gremiales que
entregarían un petitorio firmado por miles de personas, precipitó la furia y
desencadenó la violencia.
Las
balas de goma y los gases lacrimógenos inundaron el centro de la Ciudad de
Buenos Aires, por espacio de varias cuadras a la redonda.
La
Policía Federal recibió la orden de realizar un cerco entre la Plaza de
Mayo y la Avenida 9 de Julio, provocando el encierro de los manifestantes
dentro del ámbito de la represión.
Muchos
compañeros fueron apresados y otros lograron refugiarse en bares aledaños.
Muchos comercios fueron atacados por las fuerzas policiales, inundando los
locales con gases lacrimógenos.
La
multitud superó con creces la capacidad represiva y la mayoría de la gente
logró huir, sabiendo que el gobierno de facto había decidido continuar con la
dictadura.
Sin
embargo, los militares sopesaron muy bien los resultados de aquella jornada y
advirtieron que si optaban por la continuidad del gobierno, deberían tomar otra
actitud, dando señales serias de un cambio político.
Demasiado
sujetos a las directivas de los organismos de Crédito Internacionales, no
tenían mucho margen de maniobra para proceder. Así fue que se les ocurrió,
entre “gallos y medianoche”, recuperar las Islas Malvinas y brindárselo al
pueblo de la Nación como un acto reivindicativo de hondo sentido nacionalista,
que posiblemente prolongaría su agonía.
El
final de la historia bélica es bien conocido por todos los argentinos, la
catástrofe en Malvinas precipitó la caída definitiva del régimen de facto y el
país recomenzó una nueva etapa democrática, colmado de heridas de honda
profundidad.
Fuentes
Bibliográficas:
CGT. Archivo de la
Confederación General del Trabajo.
CONGRESO NACIONAL. Archivo
de la Hemeroteca Nacional
MINISTERIO DE TRABAJO DE LA NACIÓN. Biblioteca de
Asuntos Laborales
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