viernes, 26 de agosto de 2022

 


entre Manes y desmanes




por Alberto Carbone

 

Cuando un cuarenta por ciento del electorado nacional es capaz de acompañar con su voto al mismísimo personaje que durante los cuatro años inmediatamente anteriores a la elección, sepultó al país que desgobernó, sin detenerse a ponderar que la condición de posibilidad de sus actos, al frente de su administración corrupta, se haya desarrollado corrompiendo y manipulando a la gente común, a funcionarios de toda laya, al Poder Judicial, desangrando las arcas públicas, propiciando un endeudamiento externo histórico, millonario e inconcebible, no reconociendo derechos sociales garantizados por la Constitución Nacional, desconociendo medidas de seguridad básicas garantes de la calidad de vida de hombres y mujeres que patrullan nuestros mares del Sur, motorizando la gestación de sentido común desde los medios de comunicación masiva, quienes permisivos y cortesanos promovieron cada decisión política aviesa con el objetivo de consolidar la ignorancia de vastos sectores de clase media sin capacidad propia de reflexión sobre la realidad.

Cuando comprobamos en fin, que el objetivo de inyectar odio y rechazo a la actividad política fue y sigue siendo un logro en sí mismo, que a fuerza de imponerlo y precipitarlo en el devenir social se va transformando en una conquista efectiva.

Cuando advertimos que casi la mitad del electorado permanece sumido dentro del entramado de las decisiones de quienes lo acicatean con el objeto de hacerlo prejuzgar, estimulándolo a obrar de manera determinada, se va avizorando que el propósito buscado en definitiva es sencillamente el de promover intencionalmente la construcción de un candidato político opositor, de un referente que sea capaz de sintetizar tres o cuatro consignas básicas que apunten contra quienes se manifiesten en contra de los factores de poder económico.

Cuando advertimos que este proyecto les resulta impostergable para garantizar el control social, para gobernar sobre la manera de pensar de las mayorías, sobre la base de un núcleo de sentido, para conquistar el factor comunicacional y empoderarlo y sujetarlo a las variables que el grupo de poder legitima y define como propios, identificamos como eje de acción directa de ese empeño a la implementación directa y permanente de la palabra, del exhorto ante el micrófono o el papel impreso con narrativas significantes y sencillas orquestadas por medio de mensajes directos inyectadas por los pseudo periodistas, todos ellos bien recompensados y retribuidos.

Cuando visualizamos todo este corpus mediático, nos configuramos que el Sr. Héctor Magneto y sus adláteres deben estar pensando seriamente en que ninguno de los personajes que humildemente se ofrecen ante ellos como posibles futuros candidatos, puedan acceder a ocupar el rol al que aspiran desde la pretensión de su excesivo ego mucho más grande que su mediocre capacidad intelectual.

La corriente antipolítica establecida en forma directa, sin medias tintas ni ambages de ningún tipo, instrumentada por los empleados de ese holding comunicacional, se enseñorea con una violencia inusitada en diarios, revistas, televisión y radio.

Todos los Medios de Comunicación masiva, los más grandes, aquellos que injustificadamente todavía el gobierno atiende económicamente a través de jugosos desembolsos, se caracterizan por ser empresas que mientras cobran los emolumentos gubernamentales torpedean a la administración nacional, inventando o agrandando situaciones, acusando sin pruebas, denigrando la imagen de algún funcionario público o desconociendo las acciones políticas oficialistas de loables objetivos, con el único objetivo de no divulgar nada bueno y agigantar los malos resultados aunque la mayoría de ellos sean derivados de alguna falacia.

Es característico, burlesco, humillante, trágico, el caso de una comunicadora televisiva que denominó con el epíteto de  “gordo grasa” al Presidente de la Nación. Actitud racionalmente inexplicable aun tratándose de una persona que se considere despechada, y justificada solamente por la incómoda, vulgar, inconfesable razón, derivada de algún beneficio jugoso, contante y sonante.

Pero además debemos decir que no por tedioso es menos oportuno y necesario describir la notoria ausencia de capacidad intelectual de quienes fueron contratados para hacer una tarea que les queda inmensa como periodistas en ese Medio televisivo que según trascendidos sostiene económicamente el ex Presidente de la Nación.

Su limitada acreditación, demostrada palmariamente en la actividad para la que fueron contratados, nos induce invariablemente a corroborar que en realidad día tras día y en forma incansable, estos actores de varieté devenidos en comunicadores locuaces, van erigiéndose como denunciadores seriales embestidos con una toga de ecuánimes, con el objetivo final de convencer a través de su falaz imagen de seriedad a un importante sector de la sociedad ignorante absoluto y desinteresado, de las estribaciones por las que atraviesa la realidad política nacional.

Dentro de este compendio de actitudes irracionales, de irrealidades imbricadas, de narraciones fantásticas, de situaciones yuxtapuestas que promueven confusión o interpretaciones dispares, está la gente, los votantes. Aquellos que no tienen la menor idea del por qué o a quienes votan y sólo conocen el cómo votar.

Esa gente, el común de la sociedad, casi el cuarenta por ciento del Padrón Electoral, es advertida y prevenida, es controlada, medida y dirigida, a través de un discurso preconizado en conjunto, por la recua de pseudo periodistas de los Medios Masivos de comunicación. Ellos, auténticos hijos de pauta, configuran de viva voz el deber ser y son a la vez quienes censuran o admiten candidatos y recomiendan cautelosa o clamorosamente a quienes deben apoyar con su voto el resto de los mortales.

Aquellos votantes de clase media, desaprensivos para con la realidad social, desinteresados de la nómina de candidatos, ignorantes de los proyectos políticos que puedan esgrimirse, se limitan a responder que todos los postulantes conocidos y los que no tienen el gusto todavía, pertenecen, por así decirlo, a la misma bolsa de gatos, afirman sueltos de cuerpo y desligados de toda responsabilidad, que esos posibles funcionarios, tal y como los anteriores y los que aparecerán en el futuro inmediato, son todos iguales y que consecuentemente debería resultarles de poco valor para los incautos votantes el nombre de quien gane o pierda.

Poco les falta para que reconozcan directamente que estarían gustosos de votar lo que les proponga TN.

Esta situación acontece invariablemente porque un elevado porcentaje del electorado nacional es eclipsado a través del sentido común que construyen paso a paso los pseudo comunicadores, de acuerdo con las órdenes de sus mandantes.

Ante esta situación pletórica en desconcierto y desazón, dirá usted si exagero o me quedo corto en mi interpretación, se va desenvolviendo cada dos años el ejercicio del Sufragio en medio de un tsunami de mensajes que invariablemente van  fogueando la actividad política a través de un mensaje claramente anti todo.

Por un lado entonces, casi podríamos asegurar que a través de un análisis urgente de nuestro Padrón Electoral, surgiría que un cuarenta por ciento de los votos está compuesto por un fervoroso núcleo defensor del Kirchnerismo y de la idea Justicialista, otro guarismo similar, diverso, configurado por los sectores de elevados ingresos y por un grupo de la reconocida Clase Media, que se define acendradamente antiperonista y es capaz de entregar su voto sin mayor elaboración o predicamento al candidato que fuese con tal de que se traduzca en una fuerte oposición al populismo. Por último un veinte por ciento fluctuante entre pequeños Partidos Políticos, entre la izquierda y los indecisos de siempre.

Es dable pensar que el Sr. Héctor Magneto ya esté preconcibiendo la próxima jugada, para que su decisión enamore a aquel grupo de indecisos, los desconocidos de siempre, que podrían volcar la elección a favor de su candidato.

Para ese objetivo es fundamental que se imponga un nombre con un claro perfil intelectual, que sea capaz de traslucir una imagen de medianía, que fervientemente se ofrezca para propender al entendimiento a través del diálogo entre diversos, que se asigne a sí mismo la capacidad de visualizar las potencialidades de cada sector social, de cada nucleamiento, como un elemento integrante de un todo comunitario, que se ofrezca para la consolidación definitiva de la unidad de un país que supere a las partes para legitimar el Todo. Así como lo hubo pretendido, casualmente, el propio Sergio Tomás Massa en su momento.

Todo muy lindo en el discurso. Pero aceptarlo palabra por palabra, implicaría creer en la sinceridad de quien se exprese.

Pero no debemos olvidad que la propaganda ha naturalizado que todos los políticos son iguales. Consecuentemente entonces, a ninguno puede creérsele palabra alguna.

Solamente tendría chances aquel ser humano que aún no haya expresado: “esta boca es mía”. Invariablemente debe ser una figura nueva en la política.

Debería ser un estreno.

Ahora bien. Si analizamos justamente los nombres de los futuros candidatos, remanidos y vulgares y colegimos que se trata invariablemente de gente que es nada más ni nada menos que empleada del poder económico y financiero de la Argentina, es muy probable que a cada uno de estos pretensiosos sin mérito, el verdadero elector nacional, motor del caudal económico del país y quien sostiene e impulsa sus campañas electorales, les impugne la posibilidad que anhelan.

Si usted me permite, yo le sugeriría a Magneto que juegue despacio, que no muestre sus cartas todavía. Todo este revuelo de nominaciones sólo sirve para que un fuerte ventarrón las expulse, las desintegre y las haga desaparecer.

Yo humildemente le recomendaría que tenga en cuenta las palabras de su archienemigo Néstor Kirchner cuando vaticinó: “El candidato que suena, suena..”.

Me parece oportuno que mejor espere unos meses a que se rompan los cuernos los infatigables y deseosos pretendientes en fragorosas e impostergables disputas para que por fin el viejo líder juegue su carta por ahora inconfesable.

Después de todo no se trata de tantos o de tan significativos:

Un Jefe de Gobierno, con permanente rostro de comic extraviado.

Una ex Ministra de Seguridad, con profundas limitaciones morales e intelectuales.

Un ex Presidente de la Nación, con un importante título universitario adquirido, que no contribuyó a mejorar ni sus más elementales digresiones.

Un Gobernador de Provincia, tan amoral que contradice su apellido y tan extraviado que perdió los valores originarios de un Partido Político centenario que alguna vez exclamó defender.

Me queda un neurocirujano. Un médico.

Cuidado que la historia política argentina ha conocido a otros neurólogos y cirujanos que se han volcado a la política sin agregarle ningún aditamento propio y significativo a la realidad nacional.

Ninguno fue Favaloro.

A ninguno se le ha reconocido grandes casos resueltos ni grandes titulares, ni participaciones luminosas y pletóricas, a pesar de tratarse de afamados médicos mediáticos

Ninguno es Favaloro.

Sin embargo, este neurocirujano posee lo que ningún otro candidato.

Este médico tiene a favor justamente lo que manifiesta no poseer.

 Su pasado político.

Después de tanto tiempo promoviendo el triunfo de la antipolítica entre ese apelotonamiento de votos de y entre antis, hoy Don Héctor Magneto está consiguiendo una participación que puede ser estelar, la aparición de un ignoto para ofrecer a la vastísima manada de votantes que persisten en su ignorancia capital.

Un neurocirujano.

Un universitario atraído a la actividad política desde afuera de ella. Presentado como limpio. Como ecuánime. Alguien para conocer como bueno y sano entre tanto sarnoso conocido, entre tanto réprobo.

Un digno hijo de Magneto, para consolidar definitivamente “una Argentina desigual para todos”.

Mientras tanto Manes espera dar el Paso.

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