por
Alberto Carbone
Cuando un cuarenta por
ciento del electorado nacional es capaz de acompañar con su voto al mismísimo
personaje que durante los cuatro años inmediatamente anteriores a la elección, sepultó
al país que desgobernó, sin detenerse a ponderar que la condición de
posibilidad de sus actos, al frente de su administración corrupta, se haya
desarrollado corrompiendo y manipulando a la gente común, a funcionarios de
toda laya, al Poder Judicial, desangrando las arcas públicas, propiciando un
endeudamiento externo histórico, millonario e inconcebible, no reconociendo
derechos sociales garantizados por la Constitución Nacional, desconociendo
medidas de seguridad básicas garantes de la calidad de vida de hombres y
mujeres que patrullan nuestros mares del Sur, motorizando la gestación de
sentido común desde los medios de comunicación masiva, quienes permisivos y
cortesanos promovieron cada decisión política aviesa con el objetivo de
consolidar la ignorancia de vastos sectores de clase media sin capacidad propia
de reflexión sobre la realidad.
Cuando comprobamos en fin,
que el objetivo de inyectar odio y rechazo a la actividad política fue y sigue
siendo un logro en sí mismo, que a fuerza de imponerlo y precipitarlo en el
devenir social se va transformando en una conquista efectiva.
Cuando advertimos que casi
la mitad del electorado permanece sumido dentro del entramado de las decisiones
de quienes lo acicatean con el objeto de hacerlo prejuzgar, estimulándolo a obrar
de manera determinada, se va avizorando que el propósito buscado en definitiva
es sencillamente el de promover intencionalmente la construcción de un
candidato político opositor, de un referente que sea capaz de sintetizar tres o
cuatro consignas básicas que apunten contra quienes se manifiesten en contra de
los factores de poder económico.
Cuando advertimos que este
proyecto les resulta impostergable para garantizar el control social, para
gobernar sobre la manera de pensar de las mayorías, sobre la base de un núcleo
de sentido, para conquistar el factor comunicacional y empoderarlo y sujetarlo
a las variables que el grupo de poder legitima y define como propios,
identificamos como eje de acción directa de ese empeño a la implementación
directa y permanente de la palabra, del exhorto ante el micrófono o el papel impreso
con narrativas significantes y sencillas orquestadas por medio de mensajes
directos inyectadas por los pseudo periodistas, todos ellos bien recompensados
y retribuidos.
Cuando visualizamos todo este
corpus mediático, nos configuramos que el Sr. Héctor Magneto y sus adláteres
deben estar pensando seriamente en que ninguno de los personajes que
humildemente se ofrecen ante ellos como posibles futuros candidatos, puedan
acceder a ocupar el rol al que aspiran desde la pretensión de su excesivo ego
mucho más grande que su mediocre capacidad intelectual.
La corriente antipolítica establecida
en forma directa, sin medias tintas ni ambages de ningún tipo, instrumentada por
los empleados de ese holding comunicacional, se enseñorea con una violencia
inusitada en diarios, revistas, televisión y radio.
Todos los Medios de
Comunicación masiva, los más grandes, aquellos que injustificadamente todavía
el gobierno atiende económicamente a través de jugosos desembolsos, se caracterizan
por ser empresas que mientras cobran los emolumentos gubernamentales torpedean
a la administración nacional, inventando o agrandando situaciones, acusando sin
pruebas, denigrando la imagen de algún funcionario público o desconociendo las
acciones políticas oficialistas de loables objetivos, con el único objetivo de
no divulgar nada bueno y agigantar los malos resultados aunque la mayoría de
ellos sean derivados de alguna falacia.
Es característico, burlesco,
humillante, trágico, el caso de una comunicadora televisiva que denominó con el
epíteto de “gordo grasa” al Presidente
de la Nación. Actitud racionalmente inexplicable aun tratándose de una persona
que se considere despechada, y justificada solamente por la incómoda, vulgar,
inconfesable razón, derivada de algún beneficio jugoso, contante y sonante.
Pero además debemos decir
que no por tedioso es menos oportuno y necesario describir la notoria ausencia
de capacidad intelectual de quienes fueron contratados para hacer una tarea que
les queda inmensa como periodistas en ese Medio televisivo que según trascendidos
sostiene económicamente el ex Presidente de la Nación.
Su limitada acreditación,
demostrada palmariamente en la actividad para la que fueron contratados, nos
induce invariablemente a corroborar que en realidad día tras día y en forma
incansable, estos actores de varieté devenidos en comunicadores locuaces, van
erigiéndose como denunciadores seriales embestidos con una toga de ecuánimes, con
el objetivo final de convencer a través de su falaz imagen de seriedad a un
importante sector de la sociedad ignorante absoluto y desinteresado, de las
estribaciones por las que atraviesa la realidad política nacional.
Dentro de este compendio de
actitudes irracionales, de irrealidades imbricadas, de narraciones fantásticas,
de situaciones yuxtapuestas que promueven confusión o interpretaciones dispares,
está la gente, los votantes. Aquellos que no tienen la menor idea del por qué o
a quienes votan y sólo conocen el cómo votar.
Esa gente, el común de la
sociedad, casi el cuarenta por ciento del Padrón Electoral, es advertida y
prevenida, es controlada, medida y dirigida, a través de un discurso preconizado
en conjunto, por la recua de pseudo periodistas de los Medios Masivos de comunicación.
Ellos, auténticos hijos de pauta, configuran de viva voz el deber ser y son a
la vez quienes censuran o admiten candidatos y recomiendan cautelosa o
clamorosamente a quienes deben apoyar con su voto el resto de los mortales.
Aquellos votantes de clase
media, desaprensivos para con la realidad social, desinteresados de la nómina
de candidatos, ignorantes de los proyectos políticos que puedan esgrimirse, se
limitan a responder que todos los postulantes conocidos y los que no tienen el
gusto todavía, pertenecen, por así decirlo, a la misma bolsa de gatos, afirman
sueltos de cuerpo y desligados de toda responsabilidad, que esos posibles funcionarios,
tal y como los anteriores y los que aparecerán en el futuro inmediato, son
todos iguales y que consecuentemente debería resultarles de poco valor para los
incautos votantes el nombre de quien gane o pierda.
Poco les falta para que
reconozcan directamente que estarían gustosos de votar lo que les proponga TN.
Esta situación acontece
invariablemente porque un elevado porcentaje del electorado nacional es
eclipsado a través del sentido común que construyen paso a paso los pseudo
comunicadores, de acuerdo con las órdenes de sus mandantes.
Ante esta situación
pletórica en desconcierto y desazón, dirá usted si exagero o me quedo corto en
mi interpretación, se va desenvolviendo cada dos años el ejercicio del Sufragio
en medio de un tsunami de mensajes que invariablemente van fogueando la actividad política a través de un
mensaje claramente anti todo.
Por un lado entonces, casi
podríamos asegurar que a través de un análisis urgente de nuestro Padrón
Electoral, surgiría que un cuarenta por ciento de los votos está compuesto por
un fervoroso núcleo defensor del Kirchnerismo y de la idea Justicialista, otro
guarismo similar, diverso, configurado por los sectores de elevados ingresos y por
un grupo de la reconocida Clase Media, que se define acendradamente
antiperonista y es capaz de entregar su voto sin mayor elaboración o
predicamento al candidato que fuese con tal de que se traduzca en una fuerte
oposición al populismo. Por último un veinte por ciento fluctuante entre
pequeños Partidos Políticos, entre la izquierda y los indecisos de siempre.
Es dable pensar que el Sr.
Héctor Magneto ya esté preconcibiendo la próxima jugada, para que su decisión
enamore a aquel grupo de indecisos, los desconocidos de siempre, que podrían
volcar la elección a favor de su candidato.
Para ese objetivo es
fundamental que se imponga un nombre con un claro perfil intelectual, que sea
capaz de traslucir una imagen de medianía, que fervientemente se ofrezca para
propender al entendimiento a través del diálogo entre diversos, que se asigne a
sí mismo la capacidad de visualizar las potencialidades de cada sector social,
de cada nucleamiento, como un elemento integrante de un todo comunitario, que se
ofrezca para la consolidación definitiva de la unidad de un país que supere a
las partes para legitimar el Todo. Así como lo hubo pretendido, casualmente, el
propio Sergio Tomás Massa en su momento.
Todo muy lindo en el discurso.
Pero aceptarlo palabra por palabra, implicaría creer en la sinceridad de quien se
exprese.
Pero no debemos olvidad que
la propaganda ha naturalizado que todos los políticos son iguales.
Consecuentemente entonces, a ninguno puede creérsele palabra alguna.
Solamente tendría chances
aquel ser humano que aún no haya expresado: “esta boca es mía”. Invariablemente
debe ser una figura nueva en la política.
Debería ser un estreno.
Ahora bien. Si analizamos justamente
los nombres de los futuros candidatos, remanidos y vulgares y colegimos que se
trata invariablemente de gente que es nada más ni nada menos que empleada del
poder económico y financiero de la Argentina, es muy probable que a cada uno de
estos pretensiosos sin mérito, el verdadero elector nacional, motor del caudal
económico del país y quien sostiene e impulsa sus campañas electorales, les
impugne la posibilidad que anhelan.
Si usted me permite, yo le sugeriría
a Magneto que juegue despacio, que no muestre sus cartas todavía. Todo este revuelo
de nominaciones sólo sirve para que un fuerte ventarrón las expulse, las
desintegre y las haga desaparecer.
Yo humildemente le
recomendaría que tenga en cuenta las palabras de su archienemigo Néstor
Kirchner cuando vaticinó: “El candidato que suena, suena..”.
Me parece oportuno que mejor
espere unos meses a que se rompan los cuernos los infatigables y deseosos
pretendientes en fragorosas e impostergables disputas para que por fin el viejo
líder juegue su carta por ahora inconfesable.
Después de todo no se trata
de tantos o de tan significativos:
Un Jefe de Gobierno, con
permanente rostro de comic extraviado.
Una ex Ministra de
Seguridad, con profundas limitaciones morales e intelectuales.
Un ex Presidente de la
Nación, con un importante título universitario adquirido, que no contribuyó a
mejorar ni sus más elementales digresiones.
Un Gobernador de Provincia,
tan amoral que contradice su apellido y tan extraviado que perdió los valores
originarios de un Partido Político centenario que alguna vez exclamó defender.
Me queda un neurocirujano. Un
médico.
Cuidado que la historia
política argentina ha conocido a otros neurólogos y cirujanos que se han
volcado a la política sin agregarle ningún aditamento propio y significativo a
la realidad nacional.
Ninguno fue Favaloro.
A ninguno se le ha
reconocido grandes casos resueltos ni grandes titulares, ni participaciones
luminosas y pletóricas, a pesar de tratarse de afamados médicos mediáticos
Ninguno es Favaloro.
Sin embargo, este neurocirujano
posee lo que ningún otro candidato.
Este médico tiene a favor
justamente lo que manifiesta no poseer.
Su pasado político.
Después de tanto tiempo
promoviendo el triunfo de la antipolítica entre ese apelotonamiento de votos de
y entre antis, hoy Don Héctor Magneto está consiguiendo una participación que
puede ser estelar, la aparición de un ignoto para ofrecer a la vastísima manada
de votantes que persisten en su ignorancia capital.
Un neurocirujano.
Un universitario atraído a
la actividad política desde afuera de ella. Presentado como limpio. Como ecuánime.
Alguien para conocer como bueno y sano entre tanto sarnoso conocido, entre
tanto réprobo.
Un digno hijo de Magneto,
para consolidar definitivamente “una Argentina desigual para todos”.
Mientras tanto Manes espera
dar el Paso.
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